El resurgimiento de Sendero Luminoso amenaza el auge de Perú
The Wall Street Journal Americas
LIMA, Perú. - El presidente peruano Ollanta Humala enfrenta un desafío inesperado: la reactivación de Sendero Luminoso, el brutal grupo guerrillero que muchos analistas creían eliminado luego de que sus líderes fueran encarcelados dos décadas atrás.
El regreso del grupo, que aterrorizó a Perú durante los años 80, está teniendo rápidas consecuencias para el gobierno de Humala. Los ministros de Defensa y del Interior renunciaron el jueves luego de que los intentos frustrados de la policía por hacer frente al grupo tuvieran como resultado la muerte de varios policías y acusaciones de incompetencia del más alto nivel.
Sendero Luminoso mató a nueve oficiales de policía y soldados desde abril, un mes en el que también secuestró brevemente a 36 trabajadores de una empresa de gas natural.
Muchos peruanos se indignaron este mes cuando un equipo policial en helicóptero abandonó a tres de sus oficiales luego de una incursión fallida a una zona controlada por Sendero Luminoso. Uno de los oficiales logró salir de la jungla por sus propios medios 17 días después; los otros dos fueron asesinados, uno de ellos poco después de que el helicóptero se alejara del lugar.
"Lo han manejado muy mal", indicó Fernando Rospigliosi, un ex ministro del Interior. "Abandonaron estos policías a su suerte en un territorio que no conocían sin tener el equipamiento más elemental, no tenían radios para comunicarse."
Durante una conferencia de prensa para anunciar su renuncia, Alberto Otárola, el ex ministro de Defensa, pidió un frente unido contra los rebeldes.
"Esta amenaza terrorista que hoy debemos combatir presenta un nuevo rostro", indicó. "El Sendero Luminoso de los años 80 y 90 que combatieron exitosamente nuestras fuerzas del orden ha mutado".
El inesperado regreso del grupo ha sido impulsado por el resurgimiento de la producción de cocaína en Perú. El grupo tiene su base de operaciones en zonas montañosas remotas donde se cultivan las plantas de coca, la materia prima de la cocaína. Los ingresos del grupo aumentan al imponer impuestos de protección al comercio de coca, afirman expertos.
Durante la última década, una ofensiva auspiciada por EE.UU. en Colombia, durante mucho tiempo el mayor proveedor de cocaína del mundo, desplazó gran parte del negocio hacia Perú, que ahora rivaliza con Colombia como potencialmente el mayor productor de cocaína del mundo, según la Oficina de Control de Drogas de EE.UU.
La actividad relacionada con las drogas también aumentó en los otros vecinos de Colombia, como Venezuela, Bolivia y Ecuador.
El nuevo grupo está muy lejos de tener la fortaleza del Sendero Luminoso de los años 80. Con alrededor de 500 miembros que operan en zonas remotas, usa tácticas de guerrilla para operar en regiones de cultivo de coca, pero hasta ahora no amenaza el control del poder del gobierno como hace 30 años.
"Sendero Luminoso se ha convertido en una de las firmas del narcotráfico más poderosas" en regiones clave de los Andes donde se cultiva coca, afirma Jaime Antezana, experto en tráfico de drogas en Perú. "Tienen control y dominio territorial".
Actualmente, Perú es un país distinto que en la década de 1980. La estabilidad política y la sólida administración fiscal le han permitido sacar provecho del auge de los commodities. Las señales de crecimiento económico se ven en nuevos edificios de apartamentos y centros comerciales, así como mejor infraestructura. Las tasas de pobreza también cayeron significativamente —a alrededor de 30% actualmente frente a más de 50% en la primera parte de la década pasada— lo que ha limitado el atractivo del grupo.
Sin embargo, lidiar con el problema se ha convertido en un tema político central para un gobierno que se suponía que iba a capitalizar el auge económico peruano para expandir el gasto social y los servicios de salud.
"La prioridad es la captura de esos delincuentes y los vamos a perseguir por todo el territorio nacional hasta tenerlos en la cárcel", indicó Humala en un discurso reciente.
En los últimos años, el grupo ha adquirido fuerza de a poco, atrayendo la atención de las autoridades. Volvió a irrumpir en el escenario nacional en abril con el secuestro de los trabajadores de gas natural. La debacle del helicóptero policial dejó aún más de manifiesto el desafío.
Humala se ha apresurado a contraatacar. Envió 1.500 policías y soldados a capturar a los rebeldes y prometió aumentar la presencia estatal en las zonas remotas y a menudo olvidadas donde operan.
La repentina necesidad de hacer frente a los insurgentes financiados por el narcotráfico ayuda a explicar por qué el nacionalista Humala ha acudido a EE.UU. en busca de más cooperación para combatir el tráfico de cocaína, incluso después de hacer campaña sobre distanciar a Perú de la guerra de Washington contra el narcotráfico. Hace poco presentó un plan anti drogas a cinco años celebrado por funcionarios estadounidenses que mezcla estrategias de erradicación para darles a los agricultores de coca alternativas para ganarse la vida.
El presidente tiene a la opinión pública de su lado, ya que muchos peruanos culpan al grupo por un conflicto que mató alrededor de 70.000 personas desde que lanzó su campaña insurgente en 1980.
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