¿Pueden los islamistas ser liberales?

El Colombiano, Medellín

Durante años, las discusiones de política extranjera se han enfocado hacia la pregunta de si el Islam es compatible con la democracia. Pero esto se está volviendo cuento viejo. En Túnez y Egipto los Islamistas, quienes por mucho tiempo fueron percibidos como opositores del sistema democrático, ahora lo están promoviendo y participando alegremente en él. Incluso los ultraortodoxos salafistas ahora tienen diputados ocupando asientos en el Parlamento Egipcio, gracias a los votos que hasta hace poco ellos mismos denunciaron como herejía.

Para aquellos preocupados por el extremismo en el Medio Oriente, esta es una buena noticia. Fue la exclusión y supresión de islamistas por parte de tiranos seculares lo que originalmente dio paso al extremismo. ( Ayman al-Zawahri , el ideólogo principal de Al Qaeda, era un veterano de las cámaras de tortura de ). Los islamistas sólo se volverán más moderados cuando no sean oprimidos y más pragmáticos a medida que se enfrentan a la responsabilidad de gobernar.

Pero hay otra razón para preocuparse: ¿qué sucederá si los partidos islámicos elegidos imponen leyes que repriman las libertades individuales, como prohibir el alcohol o ejecutar a los convertidos, todo con apoyo popular? ¿Qué pasa si la democracia no le sirve a la libertad?

La pregunta rara vez se hace en el Occidente, donde la democracia frecuentemente se ve como sinónimo de liberalismo. Sin embargo, como lo advirtió Fareed Zakaria en su libro " El futuro de la libertad " (2003), existen democracias no liberales también, donde el poder de la mayoría no está chequeado por el liberalismo constitucional y los derechos y las libertades de los ciudadanos no son asegurados. Esto es un riesgo para los países de la post-Primavera Árabe, y hasta para la Turquía post-Kemalista. El verdadero debate, entonces, es si el Islam es compatible o no con el liberalismo.

El principal punto de contención es si los mandatos islámicos caen en categorías legales o morales. Cuando los musulmanes dicen que el Islam dictamina oraciones diarias o prohíbe el alcohol, están hablando de obligaciones públicas que serán impuestas por el Estado, o personales, que serán juzgadas por Dios.

Para quienes creen lo primero, Arabia Saudita puede parecer el Estado ideal. Su política religiosa se asegura de que todo saudita observe cada norma que se denomina islámica: las mujeres tienen obligación de permanecer cubiertas, los hombres deben frecuentar la mezquita, y todos tienen prohibido cualquier cosa que se considere pecaminosa. Pero los miembros de la elite saudita también son famosos por sus viajes al exterior donde frecuentan las discotecas para cometer los pecados que no pueden cometer en casa.

Y aunque este es su derecho civil, lleva a la pregunta de si la intensa piedad de Arabia Saudita es hipócrita. Por contraste, en lugar de imponer las prácticas islámicas, la ultra-secular República Turca por muchos años las ha disuadido, llegando hasta a prohibir los hiyab.

Pero la sociedad turca ha permanecido resueltamente religiosa gracias a la familia, la tradición, la comunidad y los líderes religiosos. Por lo tanto en la Turquía de hoy, donde uno tiene la libertad de escoger entre el bar y la mezquita, muchos eligen lo segundo basándose en sus propias conciencias y no en los dictámenes del Estado. Incluso en Turquía, donde la democracia está siendo consolidada rápidamente bajo el partido Justicia y Desarrollo, del Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan , conocido como AKP, hay motivos para preocuparse porque podría surgir la democracia no-liberal.

Ya que Turquía aún sufre de una paranoia nacionalista que aborrece los derechos de las minorías, una justicia de mano dura que protege al Estado en lugar de sus ciudadanos, y una cultura política intolerante que considera que cualquier crítica es un ataque y ve ideas provocativas como algo criminal.

Estos obstáculos para la democracia liberal no tienen relación con la religión; son el legado de muchos años de políticas seculares pero autoritarias.

Pero el AKP, que lleva casi una década en el poder y ha introducido importantes reformas liberales, últimamente ha dejado debilitar su progresismo.

El partido ha absorbido algo del no-liberalismo del establecimiento en Ankara, la capital, que ahora domina por completo. No ha sido demasiado islámico; solo que está demostrando que es demasiado turco.