Prohibido callar

El Expreso de Guayaquil

Según Mario Vargas Llosa, los políticos más sanguinarios del siglo XX, están encabezados por: Adolf Hitler, Joseph Stalin y Leopoldo II. Si bien, se conoce la huella que han dejado los dos primeros en la historia, el tercero es prácticamente un desconocido. Leopoldo II fue el rey de los belgas que hizo de El Congo su proyecto personal.

Su presencia en el país africano fue justificada con el loable fin de llevar "la civilización y el Evangelio a gente atrasada en aspectos culturales". Pero, detrás de esta cortina de humo la realidad era muy diferente: los congoleños fueron sometidos a una explotación tan inhumana para la extracción de caucho y entrega de marfil que -según datos del historiador Adam Hoschild- durante sus veintiún años de régimen se había exterminado de seis a ocho millones de nativos.

Sin embargo, según Vargas Llosa "Ya nadie se acuerda de él como lo que en verdad fue. En su país, Leopoldo ha pasado a la condición de momia inofensiva que tiene un buen número de estatuas, un museo propio, pero nada que recuerde que él solo derramó más sangre y causó más sufrimiento que todos los desastres naturales y revoluciones del continente".

Resulta difícil imaginar que atrocidades como esta no figuren en los libros de historia, más aún calcular cuántos casos semejantes se han esfumado. No fue sino el genocidio de los judíos en la II Guerra Mundial que sacudió al mundo, al mostrar los alcances del poder sin restricción.

¿Por qué entre actos tan semejantes uno goza de atención mundial mientras el otro se hunde en el anonimato? La respuesta está en la documentación. El General David Eisenhower mientras visitaba los campos de concentración y exterminio en Alemania entendió el valor del respaldo histórico, por eso ordenó a sus soldados tomar todas las fotos que pudiesen, ya que en el futuro "no faltaría alguien que quiera negar lo ocurrido".

Hoy el panorama ha cambiado. Contamos con una herramienta que construye puentes entre países y acorta distancias: la Internet. Nombres completamente ignorados, en menos de un día, pueden convertirse en el centro de nuestras discusiones. Con Facebook y Twitter (red social que cuenta con 200 millones de usuarios) resulta imposible no saber, por ejemplo, quién es Kony. Si queremos evitar la impunidad, ya tenemos cómo, sólo está prohibida una cosa.