Crisis y xenofobia
Las crisis generan oportunidades. Sí, pero para algunos pocos. A la gran mayoría les obnubila la mente, les nubla la vista, les endurece el alma. La crisis, como se ve en estos días, genera pánico, provoca huidas y disparadas, hacia delante y hacia atrás. Hay corridas, bancarias y de las que se pidan y hacia todos lados. Se pierde la elegancia, los estilos y hasta los principios, o queda de manifiesto que éstos nunca estuvieron muy arraigados, muy prendidos que se diga y que solo eran parte de una fachada políticamente correcta. Hay avances hacia lo peor, para una xenofobia que aflora, por ejemplo.
Es el caso de los nazis griegos de Amanecer Dorado que han irrumpido con brío renovado en la política y el parlamento y se sienten ensoberbecidos con el llamado a nuevas elecciones. La crisis y el caos les han venido de maravillas. Ellos tienen una fórmula para acabar con el desempleo en Grecia: expulsar a todos los trabajadores extranjeros y terminar con los inmigrantes mediante la siembra de minas a lo largo de la frontera. Que vuelen por los aires antes que venir a quitarle el trabajo a un griego. Son unos animales.
Pero la fobia contra los inmigrantes, no con esas maneras por supuesto así que llamémosle las políticas antiinmigratorias, ganan fuerza en la Europa trepidante de estos días. En este mes en la democrática Suiza se anunció una reducción drástica del ingreso de trabajadores de ocho países del este europeo, todos comunitarios, en lo que se entiende una violación del acuerdo de libre circulación de los trabajadores de la UE, al cual está suscrito la Confederación helvética. Esta invoca una “cláusula de salvaguarda”, pero la cuestión es que en el país donde menos se siente la crisis se resuelve aplicar una medida claramente discriminatoria contra trabajadores extranjeros. Y además europeos, del este sí, pero europeos. Quizás lo hagan de previsores que son.
Esta idea de la mano dura contra las inmigrantes, que lo que buscan no es otra cosa que un trabajo que les ayude a sobrevivir, tampoco le parecía mala al ex presidente francés Nicolás Sarkozy. Incluso al final de la campaña electoral se puso bastante xenófobo, lo que lo terminó de hundir. Creía que con eso iba a ganar votos. Pero ya desde antes Sarkozy, cuando se sentía el dueño de la Unión Europea, había planteado una serie de medidas para imponer restricciones a la inmigración, para lo cual contaba con el apoyo de su colega Berlusconi y el decidido, aunque un poco disimulado, beneplácito de su otro colega José Luis Rodríguez Zapatero.
Lo de Berlusconi en Italia, como todas sus cosas, fue lamentable, pero en España, que nos toca más de cerca, también su política inmigratoria se hizo bastante severa. Además había campañas: en las grandes ciudades, incluso antes de que se declarara la crisis, o por lo menos antes de que la admitiera Rodríguez Zapatero y cuando éste aún sostenía que España tenía los mejores bancos del mundo, era dable ver murales firmados por agrupaciones nacionalistas contra los inmigrantes y reclamando los puestos de trabajo para los españoles.
Es extraño que en Europa, en estos días, nadie relacione la crisis económica de hoy con aquellos subsidios agrícolas que tanto bienestar le aparejó a su gente, y tantos problemas de desocupación y de pobreza generó en países del tercer mundo, que incluso obligó a que una gran parte de estas poblaciones no tuviera otra alternativa, para sobrevivir, que emigrar a países más desarrollados; por ejemplo, a Europa, donde a los campesinos les iba tan bien.
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