¿Es que usted no sabe quién soy yo?
El Colombiano, Medellín
"La política representa uno de los campos de la actividad humana que impone mayores exigencias al sentimiento moral, a la capacidad de autorreflexión crítica, a la auténtica responsabilidad, al tacto y al buen gusto, a la capacidad para sensibilizarse con el alma de los demás, al sentido de la moderación, a la humildad. Es un empleo apto para hombres especialmente modestos. Para hombres que no se dejan engañar". Vaclav Havel (1936 – 2011).
Hace unos años, colaborando en un evento religioso, el sacerdote que dirigía la ceremonia nos indicó que solamente se podían guardar puestos hasta 15 minutos antes de iniciar la ceremonia, pero luego todos los puestos estaban disponibles.
Cinco minutos antes del inicio, llegó una señora, de esas pelimoradas peinadas de salón que se creen de mejor sangre, y con tono de chapetona me alzó la voz al no permitirle que ocupara un puesto que le habían "guardado" y me dijo: "¿es que usted no sabe quién soy yo?
Pero como yo sí sé de qué me voy a morir, le respondí: "Yo sí sé quién es usted: una señora que llegó tarde". Después supe que era la mamá de un alcalde de cuyo nombre no quiero acordarme.
Hace unos días vimos cómo el senador Eduardo Carlos Merlano se negó a que le realizaran una prueba de alcoholemia y amenazando a los agentes de la policía les enrostraba que él era un senador de la República y que 50.000 votos le permitían hacer lo que quisiera, pretendiendo que el carnet de senador reemplazara la licencia de conducción que no tenía. Pobre Colombia con tanta caranga resucitada en la política.
Se les olvida a estas carangas que son elegidas para hacer parte de la Rama Legislativa, que tiene como principal tarea la formulación y el desarrollo de la ley, que es lo que nos permite vivir en sociedad sin matarnos, y son precisamente ellos quienes deben dar el ejemplo que nada está por encima de la ley, incluyéndolos a ellos.
Estas carangas que saben que son poca cosa, creen que conseguir votos o tener un alto cargo en lo privado o en lo público, los hace más y los exime de todo. El honor de ser senador o desempeñar un cargo importante se los otorga la sociedad y a ella están subordinados. Son servidores, no capataces. Su sueldo lo pagamos todos.
Este descrédito de la política lo que consiguió fueron 50.000 jefes a los que tiene que rendir cuentas y representar humildemente. La credencial de senador es para servir a los demás, no patente de corso para humillar a servidores públicos y un indulto a sus delitos o infracciones. Suficiente tenemos ya que en el Congreso, qué coincidencia, se esté aprobando por la maquinaria del gobierno una ley para indultar a los delincuentes de la banda criminal de las FARC, para que ahora estos mismos senadores se sientan por encima de la ley y no deban ser castigados cuando la incumplen.
Mis respetos al representante Miguel Gómez Martínez por votar en contra y demostrar que el carácter y la coherencia le vienen de sangre.
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