Fuga de capitales de la Eurozona
El crecimiento económico no se puede sacar de un sombrero, como por arte de magia y, sin duda, no sin dinero para las inversiones. Por este motivo, especialistas están sorprendido por la forma con la que los políticos europeos, encabezados por el nuevo presidente francés, insisten en una única palabra crecimiento.
Según especialistas la discusión de austeridad contra crecimiento es un falso debate con el que no se avanza ni un paso en la solución a la crisis del euro. El auténtico debate, debería ser sobre los bancos, en especial los de Europa del Sur, cuya situación es mucho peor de lo que se piensa.
Los bancos griegos y españoles se asientan sobre una creciente montaña de deudas. Solo Europa puede salvarles, pues los gobiernos griego y español son demasiado débiles. Es un problema europeo de gran importancia.
El año pasado, tras una fuerte presión política, los bancos europeos aceptaron, un abandono de la deuda del Estado griego. Desde entonces, estos mismos bancos se retiran de la parte meridional de la eurozona, los inversores extranjeros han abandonado masivamente España, Italia y Portugal los griegos comenzaron a depositar su dinero en el extranjero, esta fuga de capitales es enorme, seis mil millones de euros al mes. Nadie puede detenerlo.
Esta evolución va acompañada de otra, menos o igualmente nefasta, debido a la salida de los bancos de Europa del Norte, los de Europa del Sur se hunden cada vez más en las deudas. Porque esas mismas obligaciones del Estado de las que se zafan los inversores extranjeros, las compran precisamente los bancos de Europa del Sur. Lo hacen bajo la presión de sus gobiernos, pero también porque esto les permite ganar dinero. A cambio de este favor, los gobiernos contraen a su vez nuevos préstamos con los bancos, a tipos de interés ventajosos para los bancos.
Incluso tipos de interés muy ventajosos. El Banco Central europeo aceptó conceder créditos baratos por valor de un billón de euros, para mantener los intercambios de préstamos europeos. Los bancos de Europa del Sur utilizan muy a menudo estos créditos, a un tipo de interés del 1%, para sus préstamos a los gobiernos que les reportan un 6% o más. Un acto de patriotismo que les permite ponerse las botas. Esto parece ser la solución, pero provoca una dinámica nefasta, los bancos y los gobiernos se vuelven tan interdependientes, que se debilitan mutuamente.
Los demás países de la eurozona tendrán que acudir al auxilio si las cosas se tuercen en Europa del Sur, simplemente para salvar la unión monetaria europea. Por este motivo, el BCE está muy presionado por parte de Alemania y de Países Bajos para que detenga estos préstamos a buen precio. El mercado financiero interior constituye el fundamento del euro. La fuga de capitales del Sur hacia el Norte perjudica este tejido. La integración financiera de Europa retrocede por primera vez desde el comienzo de los años 80.
La Comisión Europea ha preparado una propuesta. Pero hace dos años que se retrasa su publicación porque los estados miembros no quieren que se lleve a la práctica. Porque eso conllevaría una gran supervisión europea, lo que equivaldría a una transferencia de soberanía nacional, que para muchos países representa un asunto difícil o un tema tabú.
Europa no deja de dar vueltas. Como los gobiernos no quieren un sistema europeo sólido de normativa financiera, aumenta el riesgo de que al contribuyente le endosen las facturas europeas, en forma de acciones de rescate devoradoras de miles de millones de euros. Y entonces queda muy poco dinero para estimular el crecimiento económico. La mayor amenaza para la estabilidad financiera de Europa es el hecho de que algunos países de la eurozona los financian bancos que, si corren el riesgo de quebrar, dependen de los gobiernos a los que prestan dinero.
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