Uruguay: Un pasado recurrente
El País, Montevideo
La incoherencia del gobierno en temas importantes para el país, alcanza niveles inquietantes. Como se sabe, el comandante en jefe del Ejército con el aval del ministro de la cartera y en conocimiento del Presidente, ordenó realizar, en presencia de las fuerzas y la oficialidad de la División I, un acto oficial de homenaje a los soldados caídos el 18 de mayo de 1972 por acción de la guerrilla. Trascendió que la convocatoria, en la que solamente haría uso de la palabra el comandante Pedro Aguerre, buscaba desestimular, en un gesto conciliador, ásperos recordatorios promovidos por oficiales ya retirados en años anteriores.
En plena organización del evento, el Presidente de la República, en la noche del miércoles ppdo., suspendió la orden de asistencia de los militares estableciendo en su lugar que la misma fuera voluntaria y sin uniforme. Previamente, algunos sectores frentistas y sindicales así como la Asociación de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos se habían pronunciado rechazando enérgicamente el acto promovido por el gobierno, entendiendo que el mismo, además de ilegal e inconveniente, sustentaba y reafirmaba la "teoría de los dos demonios": esto es la asunción de responsabilidad del ejército y la izquierda revolucionaria en la caída de la democracia.
No es nuestro propósito defender un evento jurídicamente dudoso. El derecho no es una disciplina puramente formal y la planeada conmemoración, más allá de las loables consideraciones que la guiaban, en el sentido de cerrar pacíficamente el pasado, entendemos que violenta el art. 77 de la Constitución.
No es que los militares no puedan recordar a sus camaradas caídos, sino que el contexto sociocultural que hasta hoy sigue rodeando lo sucedido en aquel mayo de 1972, lo ha resignificado otorgándole un sentido que no puede obviarse. El Estado no puede ordenar a sus Fuerzas Armadas la realización de un acto que, en el actual Uruguay, tiene connotaciones políticas, aún si el mismo, como es el caso, no fuera partidario.
Pero esto, si fue la motivación que primó en el Ejecutivo para revocar el acto, debió analizarse y coordinarse antes de ordenarlo. Se trata de un tema sensible que involucra al conjunto de las Fuerzas Armadas y que incursiona en el pasado reciente del país, por lo que no corresponde actuar a tontas y a locas, promoviendo conmemoraciones para luego enmendarlas, como si fuera un tema de oportunidad o conveniencia. Algo que el Presidente no logra entender. Por último, como dijo Fernández Huidobro, juega el respeto por los sentimientos ajenos: "No hay dolores de primera, ni de segunda, como no hay muertos de primera y de segunda". No se debe brindar a unos orientales lo que se priva a otros.
Distinto es volver, ¡otra vez!, a suspender el acto porque, como se dijo, "consolida la teoría de los dos demonios". En nuestra dictadura hubo demonios grandes, institucionales y perversos, y diablitos más chiquitos y anárquicos, pero, entiendan, todos ellos protagónicos y nefastos. Por eso, no insistan con reconstruir la historia a paladar. Sin demonios uniformados no hubiéramos caído en dictadura, pero sin diablitos subversivos, ello tampoco hubiera ocurrido. Todos tuvimos culpas, como las pudimos tener los que sin enrolarnos en ningún bando, dejamos hacer a otros. ¿Por qué entonces, esa incomprensible desesperación por quitarse responsabilidades?
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