Mujer analfabeta
Mi mamá, Secundina Zapeta López, fue siempre un tema de reflexión académica para mí —y lo seguirá siendo—, a tal punto que cuando decidí estudiar a nivel superior una de las principales razones de mi acercamiento a la Antropología (“aplicada”) fue precisamente buscar “respuestas” a la pregunta básica ¿por qué la mujer indígena guatemalteca es la más afectada por el analfabetismo, la pobreza, alto número de hijos, prejuicio, etc.?
Varias razones se habían dado, desde el “relativismo cultural” hasta el “economicismo simplista”, pasando por el “politiquerismorigobertamenchuista”, pero ninguna suficiente, en mi opinión, para explicar nuestra actitud y acción “hacia/contra” la mujer rural.
En mi búsqueda por respuestas, si no finales por lo menos de acercamiento racional exploratorio hacia este reto intelectual, por supuesto que aprendí, primero, a no “forzar” respuestas “a la Marx” para no concluir en condenas del historicismo dialéctico; segundo, a preguntarme si el fenómeno era solamente entre “mujeres indígenas del altiplano” para obligarme a explorar también el oriente guatemalteco y encontrar que similares circunstancias comparten las mujeres ladinas y mestizas de Jutiapa, Zacapa, Chiquimula, El Progreso, Jalapa, etc., teniendo el analfabetismo un impacto alto entre las mujeres “ladinas pardas” de Santa María Xalapán y los alrededores; y, tercero, el rol “institucional” digamos del Estado, la Iglesia (católica y protestante), la organización comunitaria, las ONG, etc., para poder extrapolar “soluciones” a un POI, o sea a un “Problema Objeto de Investigación”.
¿Metodología? Sí, de “participación-observación”, en ese orden, por haber nacido y crecido “de” y “con” una madre analfabeta, para principiar, y luego crecer con los mecanismos de sobrevivencia que usan ellas hacia sus núcleos familiares, es la metodología apropiada. Y me refiero a la más “deepethnography” –“etnografía profunda”.
Tal vez, uno de los descubrimientos más interesantes es que una mujer —en este caso mi madre— que no ha desarrollado en la educación escolarizada y formalizado las habilidades de “lecto-escritura y las numéricas” busca la forma de suplir su mundo desarrollando otros sentidos, los cuales posiblemente a quienes somos “letrados” se nos han atrofiado por la confianza que ponemos en la “recordación letrada”. De hecho, sentidos como la “imaginación, la memoria profunda, la matemática vigesimal, la señalización por colores, formas, olores, o sabores”, son algunas de las estrategias que observé en mi casa.
Las mujeres analfabetas “construyen” su información con base en su memoria, entorno, y experiencia, y sustituyen la ausencia de “las letras y números” con varias estrategias de “sobrevivencia” que impresionan al mismo Nobel de Literatura.
Así, “alfabetismo” para una mujer “analfabeta”, indígena, rural, pobre, es en realidad un camino hacia otro tipo de experiencias, que quienes sabemos “leer y escribir” —pero que muchas veces ni leemos ni escribimos— no aceptamos por no ser “opciones educadas”.
Continuará . . .
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