Se habla ‘pizza gratis’
SAN DIEGO. – En el sudoeste del país hay una cadena de pizzerías que se especializa en servir controversias. Y, sin duda, su última promoción está dándoles más sabor a las guerras culturales.
La frase alude a esas refriegas recurrentes en que el español se ve como una amenaza para el dominio del idioma inglés y en que la gente trata de reconciliar el país que solíamos ser con el que somos ahora.
Para los que se angustian pensando que Estados Unidos se está volviendo más latino, esperen a escuchar la novedad de que la cadena de pizzerías llamada Pizza Patrón, con sede en Dallas, está organizando un evento titulado “Pizza Por Favor”(sic en el original) en cada uno de sus 104 restaurantes. La cadena opera en Texas, California, Arizona, Nevada, Colorado y otros estados.
Las reglas son simples: El 5 de junio, entre las 5 de la tarde y 8 de la noche, si usted entra en un Pizza Patrón y pide una pizza grande de salchichón en español, recibe el pedido gratis. Los funcionarios de la empresa —quienes dicen que el objetivo de la promoción es estrechar la relación con sus principales clientes y destacar el foco de la marca en la comunidad hispana— predicen que regalarán unas 80.000 pizzas.
Y eso podría ser sólo el primer plato. Según la empresa, la noche Pizza Por Favor será la primera de tres campañas de marketing que Pizza Patrón ha organizado para 2012, con el fin de honrar a la comunidad hispana inmigrante, que compone su base principal de consumidores. Alrededor del 70 por ciento de los clientes de la cadena es hispanohablante.
Mientras la mayoría de los estadounidenses responderá probablemente a esta promoción con un bostezo o encogiéndose de hombros, otros se han enojado. En los programas radiales locales, y algunos de los nacionales, donde se habló de la promoción, algunos hasta dijeron que la promoción discrimina contra los que no hablan español. Ésa sería, sin duda, una vuelta de tuerca inesperada. Imaginen que esto está sucediendo en un país donde, hace sólo seis décadas, se castigaba a los estudiantes mexicano-americanos por no hablar inglés en las escuelas públicas.
Mientras tanto, la controversia no tiene sentido alguno. Una empresa puede regalar sus productos gratis y establecer sus propias normas para hacerlo. ¿No es cierto?
Un establecimiento también puede aceptar lo que quiera como moneda. En los estados a lo largo de la frontera Estados Unidos-Canadá, las tiendas a menudo aceptan dólares canadienses. A nadie parece importarle demasiado. Pero en 2007, cuando Pizza Patrón lanzó otra promoción —en la que aceptaba pesos mexicanos a cambio de pizza— a mucha gente no le gustó nada esa idea. Los gerentes de las tiendas informaron que estaban recibiendo mensajes de odio y hasta amenazas de muerte.
¿Realmente, amigos? Los estadounidenses deben dominarse y mantener su sentido de perspectiva. Tampoco dañaría tener una dosis de coherencia para no sucumbir a la ética situacional.
En 2006, Joseph Vento, dueño de Geno’s Steaks —una tienda de bifes con queso en un barrio del sur de Filadelfia donde ahora viven muchos inmigrantes asiáticos y latinos— se negó a prestar servicios a todo el que no pidiera en inglés. Vento llegó hasta el punto de colgar carteles en su restaurante diciendo a los clientes: “Esto es Estados Unidos. Cuando pida, hable inglés”.
Mucha gente aplaudió y el negocio aumentó. Apuesto a que alguna de esa gente estará furiosa con la idea de que una cadena de pizzerías parezca recompensar a los clientes que hablen español.
En la otra cara de la moneda, hubo también mucha gente que se irritó cuando Geno’s impuso exclusivamente el inglés. Y ahora, apuesto que muchas de esas personas no tienen problema con lo que Pizza Patrón está preparando. Aparte del hecho de que, en un caso, se están negando servicios, y, en el otro, están dando algo gratis, ¿cuál es la diferencia? Muy poca.
El tema de ambas historias es la libertad personal y el derecho de los dueños de los negocios a administrarlos como quieran, en la medida que se trate a la gente con justicia. Uno no puede autodenominarse “en pro de las empresas” —como en “conservadores en pro de las empresas”— y negarse a reconocer esa prerrogativa. Las historias también involucran una cualidad que debemos practicar mejor en este país: la tolerancia. El cambio asusta a la gente y el cambio cultural la aterroriza.
Pero el cambio es también parte de este país y es una tradición estadounidense. Debemos celebrarlo. Y si eso es mucho pedir para algunas personas, entonces por lo menos dejemos de resistirlo en forma que divida a la gente, cree problemas y alimente tensiones. Bueno, ésa sí que es una idea apetecible.
© 2012, The Washington Post Writers Group
- 23 de enero, 2009
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