Estado de Derecho
Desde las últimas décadas del siglo pasado, cuando se extinguieron los imperialismos que no tenían vergüenza alguna en reconocerse como tales y los totalitarismos de corte fascista o comunista, se ha universalizado la noción de "Estado de Derecho". Se ha globalizado como cabe decir en nuestros tiempos esta noción de Estado de Derecho para dar cuenta de las diversas formas de vida que encontramos en cuantas naciones existen en los cinco continentes.
Y en esta globalización del Estado de Derecho se encuentran necesariamente implicados estos tres elementos: Estado, sociedad civil y elecciones. Se ha llegado, en otras palabras, a una especie de consenso ampliamente difundido. Por una parte, se afirma que solo existe Estado de Derecho en aquellas sociedades donde el gobierno (el poder, los poderes) garantiza a la sociedad civil derechos y libertades y se responsabiliza ante sus actos.
Y, por la otra, se afirma que solo mediante las elecciones se logra esa curiosa relación: la sociedad le da poder a quien tendrá el poder de gobernarla. Y, como eso es, en definitiva, la democracia, la democracia de nuestra época, no habrá Estado de Derecho sino ahí donde todo salga de la voluntad de lo gobernados, que se expresa mediante elecciones. Y, al contrario, hay consenso hoy día en sostener que ahí donde no hay elecciones, no hay Estado de Derecho y en sostener, en términos de moral y de justicia, que ahí donde v no hay verdaderas elecciones no hay verdadero Estado de Derecho.
Y, entonces, podríamos preguntarnos, en ejercicio del más elemental realismo, ¿qué hay entonces en esos regímenes (desdichadamente todavía los más numerosos en el mundo) dónde no hay verdaderas elecciones? ¿Qué hay, por ejemplo en Cuba, en Irán o en las sociedades árabes como han funcionando hasta ahora? ¿No hay derechos en ninguna de esas sociedades donde las elecciones son amañadas? La respuesta que nos da la Sociología y la Historia es tajante: no hay derechos, sólo hay hechos. Así, nadie tiene el derecho a la vida, a expresar su pensamiento, a tener bienes, a circular, a nada.
El gobernante no elegido, o que no siente que su poder le ha sido dado por quienes lo eligieron, otorga, consiente o promueve la conductas que a él se le antojan en los individuos o en los grupos que estos forman.. Pero ¡Ay! del que crea que esa conducta permitida o promovida es un derecho.
La historia de la Unión Soviética, que es la historia de centenares de millones de seres humanos durante siete décadas, es la trágica historia de una equivocación: creer que, a pesar de todo, en el imperio de Stalin había leyes, costumbres y principios que se respetaban. Maiakovski escribía sobre lo que le daba las gana y fue aplaudido por Lenin y por Stalin, Mandelstam y otros grandes poetas rusos pensaron que podían hacer lo mismo y pararon en el paredón, en el Gulag o en el exilio.
Y hubo siempre elecciones en la URSS. Falsas y trucadas. Pero puede darse que en un régimen donde no exista Estado de Derecho se puedan dar verdaderas elecciones, legales y transparentes. Y paradójicamente puede ocurrir que sea este momento electoral el que permita que el gobierno se acoja a un Estado de Derecho. Es lo que veremos.
- 23 de enero, 2009
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