Argentina: Eterno resplandor de una mente con recuerdos
Es increíble. Parte de los argentinos esperan, hoy Domingo, la llegada del lunes para ver si, finalmente, aparece la autorización del gobierno para hacer con su plata, lisa y llanamente: lo que se les da la gana. Algo tan legitimo como obvio, muy difícil de explicar a cualquier habitante de un país civilizado donde el respeto es entendido como si fuera política de Estado.
Una espera muy similar a la de Vladimir y Estragón esperando a Godot (nunca llegó) Y así, a fuerza de costumbre, y aún con incipiente síntomas de malestar en sectores claves de la sociedad, el tiempo de la normalidad es un enigma. Porque convengamos que el primer inconveniente de la Argentina es su total anormalidad en casi todos los ámbitos que se quiera analizar.
Simultáneamente a la épica del dólar desdoblado, a la discusión fútil sobre pesificación, devaluación, inflación, los medios (o ciertos medios, perdón), mostraban de qué manera se trabaja en el Hospital Garrahan. Los pasillos del nosocomio se han convertido en depósitos de niños acostados sobre camillas improvisadas, a la espera de ser atendidos. La única explicación que se oyó fue: "colapsó".
Cabe agregar que aún no se hizo sentir el rigor del invierno que pueda "justificar" tamaña situación, ni tampoco se habló de emergencia sanitaria, epidemias, ni ninguna otra excepción. Señores, el problema acá es si el dólar se desdobla o no…
No, no es un país normal. El mal humor que se expresó con el blandir de cacerolas puede que tenga como causa, una sumatoria de cosas. Todas ellas ausentes del vocabulario de la Presidente. Ella dictaminó que habla y responde a través de sus discursos. Ella, que abusa a diario del atril y los aplausos mejor cotizados que la moneda local, paradójicamente hace dos semanas que enmudeció.
Al menos no se transmitió por todos los canales oficiales su voz. Apenas se ocupó de alguna inauguración aprovechando (no puede sucumbir a la tentación) para obsequiarles un "avaros" a los productores agropecuarios. La abanderada de la "distribución de la riqueza" que compró con pesos los pisos en Puerto Madero, y que no admite que clientes abonen con ese billete la estadía en su hotel sureño; la misma que aumentó 20 veces su patrimonio desde que llegó al poder, y niega sistemáticamente el hambre y la miseria falseando índices del INDEC, señala a los avaros, esquivando los espejos claro.
No, definitivamente, normales acá no.
Pero volvamos a la gente, porque si queda alguna esperanza, ésta sólo puede concretársela a través de una ciudadanía harta. Cada cacerola que sonó la semana pasada puede hallar su propia causa, pero todas reaccionaron por cansancio. Un cansancio que se vio sobresaltado abruptamente por el inefable Aníbal Fernández capaz de venderle hielo a los esquimales.
Lo que hacen y deshacen ya exaspera, pero que encima se mofen groseramente de la diferencia abismal entre la dirigencia y la gente traza un limite en la paciencia. Esto no justifica que en medio de reclamos surja la violencia de uno u otro lado. Lo cierto es que la percepción de crisis que no se advertía un par de meses atrás, irrumpió repentina, y negar que el dólar fue el detonante protagonista causa risa.
Asumamos que el bolsillo es el órgano más sensible de los argentinos, y a partir de la realidad se podrá comprender o al menos analizar por qué pasa lo que nos pasa.
Dicen que para muestra basta un botón, y que una imagen habla más que mil palabras:
Ahorrar en pesos es culminar con un collage de papeles de colores obsoletos. Al unísono, avisos clasificados, declaraciones juradas de funcionarios, números de deuda, etc., se dan a diario en el billete americano. Estamos dolarizados de facto. ¿Dónde está la paranoia? No se observa más que la realidad, quizás uno de los poquísimos síntomas de normalidad que va quedando…
Guste o no, con cepo y sin él, el dólar seguirá siendo para los argentinos el termómetro de cómo estamos, sino ¿por qué el gobierno quiere y necesita atesorarlos? Pero poner a la moneda foránea como el problema de máxima es una simplificación que no coopera a arreglar nada. El problema es el peso y su endeble duración en el tiempo.
Desde el gobierno, se pretende someter a los ciudadanos a un tratamiento como el de Lacuna Inc., la clínica revolucionaria que asiste a los protagonistas del film Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos. Les ofrece borrar de sus memorias los malos recuerdos. En nuestro caso por ejemplo, las devaluaciones sorpresivas, la pesificación asimétrica, o mismo los diferentes “diseños” que adquirió nuestra moneda a través del tiempo. Vale aclarar que “cada” diseño dejaba al anterior obsoleto…
Irónicamente, una laguna mental es un hueco en el recuerdo, y, en papirología, una "lacuna" es precisamente un hueco en un texto, una faltante, que, sin embargo, es posible reconstruir.
Evidentemente la Presidente, en sociedad con el Secretario de Comercio Guillermo moreno, confundió la "g" con la "c", muy factible si alguna vez se "confundió" la "o" con el cero (H2O) Y es por eso que apenas logró, durante un tiempo, mantener el texto incompleto. Pero ya no. Y es que la historia que faltaba se está nuevamente reescribiendo…
No hay nada nuevo.
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