¿A dónde vas Argentina?
Se trata de una vieja y repetida película que casi todos han visto, pero nadie tiene una respuesta. Hay ruidos extraños, no solo de cacerolas, hay informaciones dudosas, además de las cifras oficiales sobre la economía, y hay actividades ocultas y clandestinas, aparte de la compraventa de dólares, que hacen difícil tener un panorama claro y predecir cómo se precipitarán los hechos. Si es que se precipitan, porque en Argentina, nunca se sabe.
Lo que para muchos es casi seguro es que se “pesificará” la economía. No más dólares en la sociedad más dolarizada (US$ 1.380 per cápita) del planeta, fuera del área de la moneda norteamericana. Y esto ya se da como un hecho luego de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunciara la pesificación de sus depósitos a plazo fijo en dólares (US$ 3.066.632), que conforman parte de la fortuna que con su fallecido esposo Néstor amasaron y acrecentaron en forma exponencial desde que llegaron a la Casa Rosada.
Este “sacrificio” presidencial no lo podía esquivar tras una crítica pública que hizo a un anónimo abuelo que quiso cambiar 10 dólares para regalarles a sus dos nietos. Eso sí, no se quedó ahí: realizó un llamado a los miembros de su gobierno para que ellos la imitaran y convirtieran a pesos sus ahorros en moneda de los EE.UU. Simultáneamente también la prensa adicta inició una especie de campaña para que las figuras públicas en general “pesificaran” sus ahorros.
“Se está preparando el ambiente para decretar la pesificación obligatoria; no se van a permitir más operaciones financieras o bancarias en dólares. El que sacó su dinero a tiempo, se salvó”, me advirtió un político y economista argentino. Todo hace pensar que es así.
En los hechos ya en Argentina es imposible operar o comprar dólares, incluso en el mercado negro –llamado Blue–, muy perseguido, donde la cotización está por ahora un 30% por encima de la oficial (4,48, por dólar).
Pese a las buenas reservas internacionales y el superávit comercial, ayudado con un semicierre de importaciones, el gobierno argentino sabe que necesita tener una fuerte caja de dólares para manejar a su arbitrio. Es consciente de que no es bien recibido en los mercados de capitales, que algunos amigos, como Chávez, ya no le pueden dar mucha ayuda, que los precios de las materias primas no van como antes, que la crisis de Europa puede tener algún coletazo en contra y que los vientos de cola no soplan tan fuertes.
En su avidez por divisas se apoderó primero, y ya hace un tiempo, de las reservas en dólares de las organizaciones privadas administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones, luego pasó por encima las normas constitucionales para manejar las reservas del Banco Central y ahora busca adueñarse de los dólares de la gente. Esto comenzó a fines del año pasado con trabas y limitaciones a transferencias, el envío de remesas y ganancias y en el control a la salida de dinero de viajeros durante los vacaciones. Para este caso, en las aduanas hasta se utilizaron perros adiestrados que olfateaban dólares.
La respuesta de la gente no se hizo esperar: hubo caída de los depósitos en dólares (más de un 20% en las últimas semanas), importante fuga de capitales y la formación de un mercado negro de divisas por un lado y la acentuación de la represión por el otro, llegando al actual estado, el que, como se indicaba al principio, no se sabe en qué va a derivar.
Pero eso no es todo: mientras tanto han comenzado los “caceroleos” al grito “dejen de robar”. Ya van tres, no multitudinarios pero “in crescendo”. Las agremiaciones rurales –“el campo”– realizan una huelga por una semana y no comercializan haciendas, granos ni productos agropecuarios no perecederos. Y la Confederación General del Trabajo, hasta ayer con Cristina, hoy está dividida y Hugo Moyano, su actual presidente, está en contra de la Jefa de Estado.
No solo son el dólar y la pesificación. Es algún ruido más.
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