Guatemala: Economía para dummies
Iniciemos por aclararle a las altas “autoridades” del país una suerte de definición para dummies acerca de qué es, qué estudia, y cómo se mide eso que ellos llaman “economía” y acerca de la cual pontifican como si se tratase de una fórmula mágica, alguna alquimia sideral, o de algún descubrimiento cósmico del cual ellos han obtenido el famoso “huevo filosofal”. Nada que ver.
La economía, inicialmente y en un nivel muy, pero muy elemental, es el estudio de las decisiones humanas individuales con base en los recursos, la información y las necesidades de cada persona. Es una ciencia social y como tal está sujeta a las varias decisiones individuales, no a alguna “super-mente” estatal la cual definiría nuestra acción humana. Esas estupideces ya se probaron, se llamaba la “unión soviética”, y no funcionó, a tal punto que hoy los mismos individuos subyugados por tan estúpida idea de “control central”, son quienes más se burlan y celebran la desaparición de tal experimento fallido.
En economía también se estudian los “costos” de las decisiones, de hecho, soy de la opinión que ese es el punto central del estudio económico a partir que las decisiones individuales asignan parte de los escasos recursos (todos los recursos son escasos) a una o varias necesidades, eso sí asumiendo el costo (la responsabilidad) de la decisión. Esto es algo muy sencillo, por cierto, y mi madre, mujer analfabeta, vendedora de mercado, entendía plenamente este concepto que las “altas autoridades” con poder o no entienden o no “quieren” entender.
Y una de las razones para esa “incomprensión voluntaria” es que quienes deciden no son quienes pagan, mientras que en el mundo real, de a pie, en el mundo productivo, en mi mundo, sí entendemos el concepto de “costos” porque somos, los individuos, quienes pagamos el “costo de nuestras decisiones”, mientras que el político “traslada” el costo de sus estupideces a nosotros.
La suma de eso que hacemos los individuos privadamente se conoce como “productividad”, y más de ésta, más entonces de eso –impuestos—que hace salivar a cualquier político. Por eso, quedé “boquiabierto, cabizbundo y meditabajo” cuando hace un par de días escuché a una “alta autoridad” exigir más recaudación tributaria.
Esta “alta autoridad” no comprende que la tal “recaudación” es una consecuencia, un resultado, un indicador del nivel de “productividad” de quienes voluntaria y privadamente arriesgamos (decidimos) todos los días acerca de nuestro capital (recursos), y asumimos los costos de esas decisiones.
Desde mi perspectiva, las leyes “anti-evasión y de actualización tributaria” enviaron una señal negativa a los individuos que hacen la productividad haciéndoles ver que “los costos”, impuestos principalmente, subirían. Cuando eso sucede los individuos deciden esperar, invertir menos, irse del país o simplemente terminar su actividad productiva.
El Gobierno es ya uno de los “costos” más altos de la productividad, y cuando se anuncia que ese costo subirá aún más, la actividad económica se detiene, y eso produce menos tributos. Elemental, mi querido Watson.
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