Abran las cárceles

El Heraldo, Tegucigalpa
Dentro del desierto más seco del mundo, el de Atacama en Chile, sobre el cerro Paranal, de 2,635 metros de altura, se reunieron los presidentes de Chile, Colombia, Perú y México para lanzar la Alianza del Pacífico, un mercado de 207 millones de personas que representa más de un tercio del PIB y más del 50% del comercio de América Latina.
Y contiene a las economías más dinámicas de la región, con crecimientos medios del 7% anual. México, Colombia y Chile se caracterizan por ser los países latinoamericanos con economías más abiertas, y tienen acuerdos de libre comercio con Estados Unidos de América (EUA). Los cuatro miembros exportaron, en 2011, cerca de US$ 71,000 millones a Asia, con un crecimiento del 10%.
Aunque estas costosísimas cumbres no son estrictamente necesarias, ya que bastaría con que cada gobierno simplemente dejara sin efecto sus propias restricciones a la libertad, sin duda el propósito declarado es loable ya que irían más allá del libre comercio hacia la irrestricta circulación de servicios, capitales y personas. Hasta ahora, solo Costa Rica y Panamá se han incorporado como observadores; mientras que Ecuador, miembro del eje bolivariano, se mantiene llamativamente ausente. Quizás prefiera el Mercosur, por ahora (y no por mucho más tiempo) el bloque comercial más importante, que está dividido por las barreras proteccionistas que Argentina impone.
El resultado es un Mercosur estancado, incluso Brasil, y una empobrecida Argentina, la misma que a principios del siglo XX estuvo entre las diez naciones más ricas del planeta, que hoy se encamina hacia una profunda recesión debido a las medidas coactivas (destructivas, como toda violencia) que ha tomado su gobierno. Por ejemplo, el cierre a las importaciones ya ha dejado desocupado a más de uno, por falta de piezas importadas para la producción, al punto que hasta los sindicalistas, como Rafael Aravaca, hasta hace poco fuertes aliados del gobierno, piden que se levanten las restricciones aduaneras.
Es así como la coacción estatal es la madre de la desocupación. De otro modo, cómo se explica que, en un mundo en donde faltan viviendas, escuelas y tanto más exista desempleo sino es que alguien de manera antinatural, coactiva, lo impide como el salario mínimo que prohíbe que trabajen los que ganarían menos…
Pues las organizaciones privadas pueden, con mucha más eficiencia (y sin gastar en tanta burocracia recaudadora), ocuparse de los necesitados. Por ejemplo, Cáritas de España, durante 2011, acogió a 80,417 desocupados gastando € 27,132,763 en acogida, orientación, formación, intermediación laboral y creación directa de puestos de trabajo en sus cooperativas, empresas de inserción, un centro especial de empleo y talleres ocupacionales.
Con tanta desocupación y miseria como existe hoy, no sorprende que el gobierno sostenga cárceles inhumanas (faltando a todos los derechos humanos) con cientos de miles de presos, casi en su totalidad, pobres. Pero hasta para encarcelar el Estado es arbitrario e ineficiente.
El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity en el Independent Institute, de Oakland, California.
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