México: Elecciones en la recta final
Si en lugar de en México estas elecciones fueran en Inglaterra, el proceso apenas estaría comenzando. Sin embargo, luego de nueve semanas de campaña, la contienda apenas empieza a cobrar color. No hay duda alguna que si la elección fuera el día de hoy, Enrique Peña Nieto sería elegido presidente. Pero como los españoles saben mejor que nadie, todo puede cambiar en un instante. Como decía Yogi Berra, el famoso coach de los Yankees, “esto no se acaba hasta que se acaba”.
Peña va a la cabeza esencialmente por tres razones. En primer lugar, porque la población está agotada luego de quince años de gobiernos (uno priista y dos del PAN) incapaces de avanzar en el frente económico o democrático. En ese contexto, en la célebre frase de un ex gobernador del PRI, la ciudadanía parece haber aceptado la trágica y patética frase de que los priistas “seremos corruptos pero sabemos gobernar”. Segundo, las reglas electorales le confieren una enorme ventaja al partido que ganó la elección federal anterior (2009) y el PRI resulta ser el mayor beneficiario tanto en tiempos de medios electrónicos como de dineros públicos. Tercero, pero no menos importante, la campaña de Peña Nieto lleva seis años organizándose y funciona como un reloj suizo.
Estas circunstancias hicieron posible que el PRI emergiera como el partido puntero sin jamás haber tenido que reformarse o presentarse como un partido moderno y democrático. El costo de este hecho se puede observar en la dificultad que tiene esa campaña para adecuarse a circunstancias excepcionales (como el surgimiento de un movimiento estudiantil prácticamente de la nada) en contraste con el manejo diestro frente a ocurrencias predecibles.
Los otros dos candidatos, Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador, se disputan el segundo lugar. En el debate del domingo pasado, Vázquez Mota salió victoriosa, circunstancia que podría anticipar su consolidación en ese escaño y la coloca en una posición teóricamente concebible, pero remota que, de cambiar las tendencias, disputarle el triunfo al PRI. En las últimas dos semanas, López Obrador parecía haber rebasado a Vázquez Mota, así que cualquier cosa es posible.
Muchos dicen que no hay mérito en quedar en segundo lugar y, por supuesto, cuando se juega todo por el todo, el único que cuenta es el ganador. Sin embargo, hay dos factores que quedan por dilucidarse en esta elección, ambos cruciales, para el futuro: por un lado, qué tan grande acaba siendo el triunfo de Peña y, por otro, quién queda en segundo lugar. El mero hecho de que estos factores sean relevantes dice mucho de la realidad política mexicana: aunque hay elecciones y hay competencia, el país dista mucho de haber consolidado una democracia con pesos y contrapesos efectivos y eso hace que todavía esté en duda el que López Obrador reconozca su derrota si es que ésta se da, así como que haya muchos preocupados por un triunfo avasallador de Peña que haga irrelevante a la oposición.
Quien quede en segundo lugar va a determinar el tono de la próxima administración. Suponiendo un triunfo del PRI, un segundo lugar en manos del PAN implicaría la posibilidad de continuar con la agenda de apertura y modernización que el país ha avanzado en las últimas décadas. Un segundo lugar en manos de López Obrador implicaría una presión permanente hacia el populismo, o al menos un freno a cualquier otra agenda, como ocurrió a lo largo del sexenio de Calderón. También serviría de justificación para potenciales protestas pre o post electorales.
El segundo lugar es crucial, razón por la cual tan pronto comenzó a crecer la candidatura del personaje de la izquierda, súbitamente Vázquez Mota comenzó a recibir apoyos de todos los que, aparentemente satisfechos con Peña, la habían abandonado desde el inicio de la contienda.
Mucho más importante en esta democracia inmadura será el tamaño del triunfo. Aunque no hay encuestas (al menos públicas) que confieran suficiente detalle sobre las tendencias electorales para el poder legislativo a nivel estatal, los números de algunas encuestas en semanas pasadas sugerían la posibilidad de que el PRI lograra una mayoría absoluta en ambas cámaras legislativas e, incluso, con sus socios de coalición electoral, potencialmente control constitucional.
Un escenario de esa naturaleza iría en contra de lo que los votantes han preferido desde 1997, primer momento en que le negaron mayoría legislativa al presidente. Más importante sería el riesgo de que un solo partido controlara todas las instancias gubernamentales, situación que, potencialmente, podría traducirse en un intento de restauración del viejo régimen priista.
Como en la Rusia de Putin, no es lo mismo el régimen post-muro de Berlín que el de antes, pero las disquisiciones que acompañan a esta elección ilustran el grado de inmadurez de la democracia mexicana. Idealmente, la elección arrojará un resultado que fuerce a los políticos a negociar y convertir estos comicios en el equivalente mexicano de los Pactos de la Moncloa.
Luis Rubio es Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México.
- 23 de julio, 2015
- 4 de septiembre, 2015
- 5 de noviembre, 2015
- 15 de abril, 2019
Artículo de blog relacionados
- 29 de agosto, 2008
Editorial – ABC EL caudillo venezolano está definitivamente perdido y desesperado. Con tantos...
13 de septiembre, 2008El Nuevo Herald Si el primer viaje al exterior del presidente electo mexicano...
20 de septiembre, 2012Algo extraño sucedió en el camino hacia las urnas: los estadounidenses descubrieron que...
1 de diciembre, 2010