Las verdaderas trabas al desarrollo en El Salvador
Nunca será ocioso enfatizar la importancia de las instituciones para que un país alcance el desarrollo económico. Porque eso es lo que El Salvador debe perseguir: el desarrollo, y no un mero crecimiento aleatorio, como hicieron (porque pudieron…) varios de sus vecinos del sur.
En efecto, algunos países latinoamericanos, beneficiados por el viento de cola de los altos precios de las materias primas que exportan, han tenido crecimientos muy significativos, aún careciendo de instituciones sólidas. Esa es la historia reciente en buena parte de Sudamérica. Una historia que, junto con el viento, ya está empezando a amainar.
El Salvador no tiene esa característica: el viento de las materias primas suele soplarle más en contra que a favor. Pero eso mismo les ocurre a muchos países históricamente desarrollados. Y también a la mayoría de los recientemente desarrollados, como los tigres asiáticos, cuyo éxito dista de ser un mero y casual crecimiento del PIB, gentileza de la naturaleza. Como los que Sudamérica tiene desde hace 200 años: pan para hoy, hambre para mañana.
La abundancia de materias primas es, en verdad, apenas eso: una simple característica, que a algunos países les permite crecer cuando sopla el viento. Ello ocurre a pesar de (y no gracias a…), los gobernantes que tienen.
Desde la opinión económica se puede hacer mayor o menor énfasis en temas estrictamente técnicos: ventajas o no del dólar, implicancias de que la relación Deuda/PIB sea mayor que 50%, o efectos de los subsidios sobre la sostenibilidad o no de las cuentas fiscales.
Los números son muy importantes, sin dudas. Que los números sean buenos es una condición necesaria para el desarrollo. Pero no suficiente.
Prueba de ello es El Salvador, que no logró salir del subdesarrollo aún cuando tuvo números mejores que ahora. Las culpas van bastante más allá de los circunstanciales poderes ejecutivos. Y aunque a algunos les guste la idea…, no hay una confabulación internacional en su contra. Las causas son bien locales.
Y allí es donde la opinión económica suele fallar por no hacer el suficiente énfasis en la importancia de las instituciones. La innecesaria lucha entre poderes del Estado actualmente en curso, afecta mucho más al desarrollo que una emisión más o menos de Letes, o un punto porcentual más o menos en la relación Deuda/PIB.
Afecta mucho más que su clase dirigente, en particular la política pero no sólo la política, evidencie tanta incapacidad para ponerse de acuerdo en unos pocos temas vitales. Sólo un ingenuo creería que a las decisiones legislativas las toman 84 personas. Las personas relevantes son muchas menos.
El énfasis en las instituciones debe hacerse con criterio y sin chicanas: no faltarán quienes aleguen que los tigres asiáticos tienen otro tipo de instituciones, más autoritarias, con la resignada intención de justificar que "aquí no se puede". O quizás con la intención de señalar que "el único camino es el autoritarismo". Conclusiones falsas.
Evidentemente sería más fácil por la fuerza que por la razón. Pero en nuestras sociedades ese camino ha demostrado ser el equivocado. Lo cual no quiere decir que no deba haber "orden y progreso", lema que ningún gobernante brasileño se atrevió a quitar de su bandera.
Mucho se ha hablado sobre la involución de El Salvador en diversos rankings internacionales de competitividad, de facilidad para hacer negocios, y de libertad económica. Son sólo el termómetro que indica la fiebre.
Altos niveles de competitividad favorecen la rentabilidad de las inversiones efectuadas en una economía. Y dado que la rentabilidad es un formidable impulsor del crecimiento económico, cierra un círculo virtuoso: competitividad/ productividad, prosperidad personal, rentabilidad, crecimiento genuino. Desarrollo. La ruta es clarísima. Y no hay otra.
Pero la cura no pasa por mirar el termómetro con ingenua esperanza. Menos aún por lamentarse de que la fiebre no baje, cosa que nunca ocurrirá mientras no se comience el tratamiento. ¿Cuál? Tomar conciencia de la importancia de las instituciones.
Dale River. Volvimos.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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