Uruguay: Mientras siga soplando el viento
El País, Montevideo
Durante mucho tiempo los responsables de la conducción económica se enorgullecieron de los resultados que Uruguay lograba en términos de crecimiento económico, aumento del empleo, de ingresos, de exportaciones, etc. Hoy resulta inocultable el rol preponderante que una inusitada bonanza externa tuvo y sigue teniendo en explicarlos.
Nos guste o no, pensemos que las sucesivas administraciones de gobierno hacen las cosas bien, mal o regular, Uruguay es un país cuyo crecimiento económico y, por lo tanto, la evolución de buena parte de las variables ligadas a él (empleo, salario real, pobreza), depende fuertemente del contexto económico regional y mundial.
Nuestro país se ha visto beneficiado por un excepcional aumento de los precios internacionales de materias primas y alimentos que se ha mantenido más allá de episodios muy cortos durante casi una década. Este es el telón de fondo, pero una política amigable con la inversión extranjera permitió que desde 2003 empresarios agrícolas argentinos se guarecieran de la voracidad fiscal de su gobierno e iniciaran el cambio tecnológico más importante que ha tenido la agricultura uruguaya en muchas décadas. Corridos por la falta de transparencia de los funcionarios del gobierno argentino, también llegaron los finlandeses a instalar su planta de procesamiento de pulpa de celulosa. Otros después siguieron su camino gracias a que por fortuna el primer gobierno del FA mantuvo las reglas de juego fundamentales. Es un claro ejemplo de continuidad de políticas que resultó exitosa. Una salida ordenada de la crisis de deuda en 2003 puso al país en condiciones de ser nuevamente creíble en los mercados financieros internacionales.
En definitiva la cuestión es, en qué medida la conducción económica ha aportado positivamente a la evolución del país medida a través de los principales indicadores.
Entre los economistas, existe un consenso generalizado acerca de que la calidad de las políticas macro y micro en la Argentina ha sido, en el mismo período, muy baja y que la misma no deja de empeorar. Sin embargo algunos importantes indicadores económicos muestran que Argentina va muy bien. Creció más que Uruguay, tiene bajos niveles de desempleo, exportaciones récord, etc. Y todo eso habiendo desalentado la producción y las exportaciones agropecuarias, sin ingresos significativos de capital y prácticamente sin crédito externo. El país vecino constituye un ejemplo de lo que puede lograr una demanda mundial creciente y elevados precios internacionales de materias primas y alimentos durante mucho tiempo.
Entonces, ¿da lo mismo tener buenas políticas que no tenerlas? Definitivamente no. Pero la calidad de las políticas no se pone a prueba mediante discursos autocomplacientes. Se pone a prueba cuando los vientos ya no soplan a favor.
Las dos administraciones del Frente Amplio se han caracterizado por mantener el rumbo de las políticas económicas más importantes implementadas después de la crisis de 2002 pero su sello distintivo ha sido su vocación de gastar. Han gastado mucho y han invertido muy poco, derivando en una situación fiscal muy vulnerable a una coyuntura desfavorable.
Como dijo un famoso empresario norteamericano, cuando la marea se retira se ve quienes eran los que estaban nadando desnudos. Veremos que nos deparan los vientos, porque pedir un cambio de rumbo fiscal parece estéril.
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