Un nuevo equilibrio regional
El recientemente elegido presidente de Egipto y líder de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, comunicó a Irán que pondrá bajo análisis y evaluará personalmente los acuerdos de Camp David. Mursi informó a Teherán de que desea estrechar relaciones con los ayatolás, establecer lazos más cercanos y generar lo que denominó un «equilibrio regional». Mursi hizo pública su posición al ser entrevistado por la agencia de noticias Fars, el órgano de prensa del Pasdaran iraní, a poco de ser oficialmente reconocido ganador de las elecciones.
El presidente aseguró que liderará políticas igualitarias en Egipto y pedirá equivalencia en el trato a Europa, EE UU e Israel y haciendo especial énfasis en la restauración de los derechos del pueblo palestino, prometiendo revisar los acuerdos de paz si fuera necesario. Sin embargo, Mursi aparece como un presidente nominado de forma accidental, pues su candidatura fue lanzada el último momento por un tecnicismo que inhabilito a Khairat Al Shater, quien de lejos era la opción preferida de los Hermanos Musulmanes.
De ahí que el presidente pretenda disipar las dudas sobre si podrá trabajar de forma independiente de otros líderes de la Hermandad y confrontar con el «establishment» militar al asumir el cargo, por lo cual es altamente probable que se incline por anuncios ortodoxos para demostrar que sí puede gobernar como los islamistas exigen sin que se le compare con Shater ni que ello sea un foco de debate para el propio Mursi. Para muchos egipcios, entre ellos la minoría cristiana, los anuncios de Mursi han profundizado las sospechosas sobre el presidente y el grupo al que él representa. Un sentimiento de rechazo a los islamistas liderado por los sectores que apoyaron a Shafiq, el general retirado al que Mursi derrotó, pero por la mínima, en una señal clara de que Egipto no está unido en torno a los Hermanos Musulmanes.
El anuncio de profundizar lazos con Irán no fue una sorpresa, era lógico que sucediera cuando los salafistas se hicieran con el poder. Pero la declaración de Mursi vertebra una amenaza regional no sólo para Israel, con la preeminencia de una alianza peligrosa bajo el liderazgo iraní en la que Hizbulá y Hamas contarían con el apoyo egipcio, sino que Occidente puede transitar tiempos de turbulencias si Mursi pone en práctica el pacto entre el poder suní encarnado en la doctrina pétrea de los Hermanos Musulmanes fundado por Hasan al Bana y potenciada por el el jomeinismo chií del régimen iraní.
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