Por un puñado de dólares

ABC Color

MADRID. – Altanera, arrogante, soberbia, fue la imagen que ofreció Cristina Fernández de Kirchner al término de la cumbre de Mendoza, satisfecha, sin poder disimularlo, de haber castigado una vez más a nuestro país. Una vez más, sí, ya que todas las trabas, disfrazadas de legalidad, puestas a productos paraguayos en la frontera de Clorinda, fueron otros tantos castigos hasta lograr que ellos se pudrieran bajo el sol calcinante del Chaco. En tanto, Fernando Lugo, carente de dignidad, recorrió todos los salones, todas las galerías, todos los pasillos palaciegos, incluso los monumentos fúnebres del sur de la Patagonia, esperando ser recibido por la desdeñosa y empingorotada mandataria que no dudó en darle con la puerta en las narices allí adonde fuera el galán obispo capaz de engañar con sus cruces de oro y sus vestidos púrpura a niñas núbiles y pobres de toda pobreza por quienes nunca pudo hacer nada más que ofrecerles vacuas promesas.

Hubo muchos virreyes en la América conquistada; los suficientes para gobernar durante estos trescientos y algo de años que alcanzó la administración colonial. Pero nunca hubo una virreina, debido a los prejuicios con que se consideraba entonces a las mujeres. A quinientos años del descubrimiento, a doscientos años de las guerras de la independencia, vemos aparecer a la primera virreina, la del Río de la Plata, heredera de la dinastía Kirchner y madre del delfín que se viene preparando desde La Cámpora, grupo que reúne a los jóvenes peronistas fieles al “kirchnerismo”, claro está.

Virreina y seguidora de aquellos reyes europeos, los déspotas ilustrados, más por lo primero que por lo segundo; seguidora de los monarcas que proclamaban “después de mí, el Diluvio”, cerró a cal y canto las puertas de la cumbre de Mendoza de modo que la prensa, una de sus más enconadas enemigas por cometer el despropósito de criticar su gestión como gobernante, no tuviera acceso a los debates en los que el nombre de nuestro país fue enfangado. No sabemos ahora cómo en realidad fue el debate, ni si fue por unanimidad, ni si hubo votos en disidencia, si la suspensión como miembro del Mercosur era inmediata o a partir del 31 de julio; ahora somos los socios suspendidos de esta comunidad económica, y de Unasur, foros en donde se cumplen los versos de Atahualpa Yupanqui: “Las miserias son de nosotros. Las vaquitas son ajenas”.

García Márquez con su libro “Cien años de soledad” quedó superado por la realidad, pues la fantasía literaria más poderosa no puede alcanzar a las declaraciones del presidente boliviano Evo Morales que expuso su enojo con el Vaticano porque el Papa reconoció al gobierno del paraguayo Federico Franco.

¿Será que se reirán los ángeles? Mientras tanto, la virreina del Río de la Plata, presumida, jactanciosa, ríe satisfecha ante las cámaras de televisión y los flashes de la prensa, al dar a conocer al público la nueva muñeca, competencia de la Barbie, que se llama “Cristina” y a la que solo “le falta la escoba” según un senador argentino. En los mentideros españoles, ensanchados gracias a las redes sociales, le atribuyen a la virreina la frase: “Amo tanto a los pobres que es por eso que cada día tengo mayor cantidad de ellos”.

En esta época que se han puesto de moda los “remakes”, es decir, hacer de nuevo películas que tuvieron gran éxito en el pasado se podría hacer una nueva versión del inolvidable “western spaghetti” “Por un puñado de dólares” (Sergio Leone, 1964) con un ligero cambio en el título: “Por un maletín de dólares” en donde la historia girará en torno no a dos familias rivales enfrentadas una contra otra, sino a países cercanos, países cuyos nombres todos conocemos y que con su oro conseguido de la explotación del petróleo, son capaces de inducir a Judas a vender, con un beso en la mejilla, a su Maestro, cegando de ambición a virreinas jactanciosas y petulantes que quieren ser también “santas” como aquella otra que amaba a los “descamisados” pero vestía a medida de los grandes modistos europeos.