Cristina: La culpa del mundo, un discurso que patina
Todavía hay funcionarios importantes que se preguntan ¿a quién se le ocurrió la idea de implantar el cerrojo cambiario? “Yo no fui”, suele comentar el viceministro de Economía, Axel Kicillof. “Yo tampoco”, suelta Guillermo Moreno. Ambos comparten la opinión de que no ha sido la mejor estrategia para enfrentar la presión sobre el dólar: eso sí, jamás lo dirán en público, para el caso de que en realidad no estén jugando a la mancha venenosa.
Algunas sospechas apuntan al jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray. Pero desde despachos también oficiales dicen que fue Cristina Kirchner quien tomó la decisión y maneja los tiempos. No habría nada de extraño en eso, pues hasta cuestiones que podrían ser delegadas pasan por ella. Otra cosa es que todo haya sido idea de la Presidenta.
Si Moreno no fue el inspirador del cerrojo, son de su más riguroso manual las trabas sobre trabas en las importaciones y los apremios a los exportadores para que liquiden divisas. Aplica procedimientos extremos, donde ni siquiera filtra por sectores, sino empresa por empresa.
Cuesta creer que semejante arsenal haya sido montado sólo para proteger a la producción y el trabajo argentinos. Todo fue hecho tan de apuro y desordenadamente, que luce mejor asociarlo a la escasez de divisas .
Desde el despacho del secretario de Comercio Interior parten hacia el Banco Central, todas las mañanas, unas planillas identificando a qué empresas se les pueden vender dólares y cuánto a cada una. Por lo visto, la mano del Gran Controlador también alcanza al mercado cambiario.
Lo cierto es que además de obstaculizada por las decisiones del que sea, la economía empezó a estancarse. Que el proceso inflacionario sigue su curso. Que las cuentas fiscales están en rojo profundo, las inversiones se repliegan y que la crisis energética, ya estructural, viene tocando pito hace rato.
Europa y Estados Unidos cayeron en un pozo del que les cuesta salir. La Argentina nunca estuvo blindada, pero las responsabilidades enteramente propias dejan patinando al argumento de que todo es culpa de un mundo que se nos vino encima , como repite el pregón oficial.
Calcado, eso mismo acaba de afirmar Beatriz Rojkés de Alperovich, segunda en la línea de sucesión presidencial detrás de Amado Boudou: si la economía crece “a un ritmo más lento”, dijo, se debe “a lo que sucede en el mundo”.
Hay al menos un dato contundente que le pega directo al relato kirchnerista: el precio internacional de la soja, por lejos el principal producto de exportación de la Argentina, llegó a US$ 612 la tonelada, tocó el récord histórico y acumula un aumento de casi 30 % desde comienzos del año (ver página 17).
Cuando los productores perciban que ha llegado el momento de vender la cosecha que mantienen retenida, habrá un soplo de alivio para las apretadas cuentas fiscales y otro, también grande, en el frente cambiario. Basta con observar un par de proyecciones trazadas por la consultora Economía & Regiones (E&R).
Con un precio promedio de US$ 515 dólares en el año que puede quedarse corto y una cosecha de 40 millones de toneladas, similar a la que anotan las estimaciones más recientes, el complejo sojero dejará exportaciones por unos 21.500 millones de dólares . O sea, alrededor de la cuarta parte o más de la cuarta parte de las ventas totales: así de significativa es su contribución al ingreso de divisas.
Entre 2005 y 2012, la suma arroja alrededor de 120.000 millones de dólares, un desahogo que cualquier gobierno habría envidiado. Por este lado, claramente, el viento de cola seguirá acompañando a la gestión K.
En la Argentina han sido recurrentes los sofocones cambiarios que derivaron en crisis y, finalmente, en devaluaciones siempre traumáticas. Desde hace años, el complejo sojero empuja para ahuyentar al fantasma tan temido.
Otra medida del mismo proceso son los llamados términos del intercambio, la relación entre los precios de los productos que el país exporta y los de los bienes que importa. Con la soja como estrella, esa ecuación hoy es la mejor desde mediados del siglo pasado y representa una ganancia enorme en el poder de compra de las exportaciones.
No hay manera, entonces, de pasarle toda la factura al mundo.
Ni ahora, ni antes .
Aquel “yuyito” que ya nadie califica de esa manera también pasa por la caja de la AFIP, a través de las retenciones a las exportaciones. Según cálculos de E&R, este año rendirá alrededor de $ 32.000 millones , casi lo mismo que en 2011 dejó el impuesto al cheque, tercero en el ranking de recaudación.
Resultado: entre 2005 y 2012, su aporte al Fisco acumularía $ 143.511 millones.
Dólares y pesos en cantidades siempre abundantes. Otro cantar es si semejante renta fue y es aprovechada o si la mayor parte de los problemas que ahora saltaron a escena son, al fin, de la cosecha propia.
Este año, la economía brasileña crecería apenas 2 % y pesa, pues el 60 % de las exportaciones industriales argentinas, el grueso automotrices, van a ese mercado. La misma mirada revela, a la vez, fuerte dependencia de un solo comprador y escasa diversificación .
Chile y Perú crecen al 6 %, Colombia al 5 %, México al 4,6 % y Uruguay al 4,2 %. Ninguno viene de un 2011 recesivo y todos cantan índices de precios que son la cuarta parte del nuestro. En más de un sentido, es posible compararse con ellos.
La economía argentina entró en una fase de estancamiento, con caídas notorias en dos sectores clave: la actividad industrial y la construcción.
El año cerraría, según estimaciones privadas, con un aumento del PBI del 1,2%. Que vira a nada , cuando se computa el arrastre estadístico mayor al 1,2 %, el piso de crecimiento, que dejó 2011.
Cada economía y las políticas mismas tienen rasgos que las diferencian, pero es posible arriesgar que la crisis internacional común le pega bastante menos a los vecinos y a otros países de la región.
Así el centro del mundo sea un tembladeral, las dificultades en el frente interno pesan más que otras cosas. Existen acciones imposibles de ser transferidas y ya quedó antiguo el recurso de comparar todo con la situación de 2003 .
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