Rafael Correa continúa restringiendo impunemente la Libertad de Expresión
Los auto-denominados "bolivarianos" son ciertamente una expresión de autoritarismo político, mal disfrazado. Por ello todos, de una manera u otra, limitan la libertad de expresión e información. Porque saben que para permanecer en el poder necesitan disimular los gravísimos errores que cometen en sus gestiones, siempre decepcionantes; asegurar impunidad para la corrupción en la que navegan; y construir un discurso o relato para, con él, deformar la realidad y construir otra, con frecuencia sobre la base de la paranoia.
Por ello es necesario recordar que la defensa de la libertad de expresión es siempre prioritaria. En primer lugar, atento a que cuando esa libertad de suprime, todas las demás quedan indefensas y en absoluta situación de riesgo. Pero, además, porque el libre flujo de las ideas es un elemento constitutivo de la democracia real, sin el cual -por ejemplo- no hay voto informado, cuando de elegir libremente a las autoridades se trata. A lo que se debe agregar la defensa de la autonomía del individuo, por oposición a las grandes colectividades (más fáciles de manipular cuando se controlan los medios de comunicación masiva) dentro de las que los autoritarios procuran siempre diluirlo.
Rafael Correa, uno de los discípulos -en esto- más destacados de Fidel Castro y Hugo Chávez de nuestra región, es uno de los más activos perseguidores de la libertad de expresión en América Latina. Y uno de los más eficaces, por cierto.
Para él, todos los métodos son válidos cuando de cercenar la libertad de expresión se trata. Los indirectos, como las amenazas y las intimidaciones, y también los directos, como el cierre y la supresión de aquellos medios que, de pronto, osan criticarlo.
No sorprende entonces que acabe de cerrar Radio Morena, una emisora de Guayaquil, de propiedad de un congresista de la oposición. La radio transmitía en frecuencia modulada, desde hacía ya 17 años. Ahora ha desaparecido. Naturalmente, Correa desmintió que se trate de una “persecución”, destacando mañosamente que, en rigor, se trata apenas de una medida con respaldo "técnico", el de "depurar las frecuencias". Pero la "depuración" siempre le "toca" a los medios independientes, no a los leales o sumisos o Correa.
Hasta el momento Correa ha clausurado implacablemente a otros 19 medios independientes, entre los cuales hay radios, televisoras y sistemas de audio y video. Y el proceso de "depuración" seguirá cuando de sacar del aire a los "incómodos" se trate.
Esto muestra que la democracia está gravemente herida en Ecuador, sin que el sistema interamericano -que ha ciertamente detectado esta situación, a través de la eficaz "Comisión Interamericana de Derechos Humanos"- se haya siquiera conmovido por ello.
Las acciones judiciales del medio afectado resultaron infructuosas, lo que no debiera sorprender demasiado, atento a que la independencia de los juzgadores tampoco está garantizada en el peculiar esquema institucional del Ecuador de Rafael Correa, donde muchos jueces le están sumisos.
Mientras tanto, estos graves episodios persecutorios tienen claramente sin cuidado al MERCOSUR y a UNASUR, cuyos empeños por “proteger” a la democracia en nuestra región están limitados a actuar contra cualquier gobierno, menos contra los bolivarianos, a los que en los hechos se ha dado "patente de corso" para deformar impunemente la democracia, suprimiendo todos los contrapesos y equilibrios entre sus poderes y concentrando todo en manos de sus Ejecutivos. Así como frustrando las garantías que sus Constituciones contienen, de manera de hacerlas impotentes. Por ello en el universo “bolivariano” las democracias han sido demolidas, paso a paso, y hoy simplemente son irreconocibles.
Emilio J. Cárdenas fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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