EE.UU.: Cambio radical de postura sobre la inmigración
SAN DIEGO. – ¿Qué tal este cambio de papeles?
Cuando Rahm Emanuel estaba en el Congreso, y cuando más tarde fue jefe de personal de la Casa Blanca, protegió a sus correligionarios demócratas apartando al partido de lo que denominó como el “peligro fulminante” de la política estadounidense -el delicado asunto de la inmigración.
Pero ahora que es alcalde de Chicago, Emanuel tiene un objetivo muy diferente: proteger a los inmigrantes ilegales en su ciudad de un gobierno demócrata que está ansioso por deportarlos.
Aunque Emanuel culpa a los republicanos del Congreso por crear una situación agria en el país con respecto a los inmigrantes, lo cierto es que —en este enfrentamiento— su nuevo enemigo es su antiguo jefe: el presidente Obama. Es el presidente quien está a la cabeza de la rama ejecutiva, la responsable de imponer la ley de inmigración.
Mientras los republicanos acusan al gobierno de Obama de no haber ido suficientemente lejos para detener la inmigración ilegal, algunos demócratas han comprendido la verdad —que el gobierno está yendo demasiado lejos, intentando demostrar cuán duro puede ser.
La Casa Blanca tiene en funcionamiento y a todo vapor una gigantesca maquinaria de deportación, que ha montado con la ayuda de un programa defectuoso y controvertido conocido como Comunidades Seguras. Bajo “S-Comm” —denominación que dan sus críticos al programa— la policía local y la estatal se ven obligadas a imponer la ley de inmigración al cumplir el requisito de presentar a las autoridades federales las huellas dactilares de toda persona a la que arresten y de la que sospechen que está en Estados Unidos ilegalmente.
Es una perfecta receta para los perfiles raciales. Y, de hecho, algunos críticos de Comunidades Seguras alegan que eso es exactamente lo que está ocurriendo.
Emanuel no quiere que suceda en Chicago. Recientemente anunció que planea proponer una ordenanza local que prohibiría que los oficiales de policía de la ciudad entregaran inmigrantes ilegales a las autoridades federales, a menos que dichos inmigrantes tuvieran condenas penales serias u órdenes de arresto pendientes.
Emanuel básicamente está reproduciendo lo que hicieron los funcionarios del Condado de Cook, dentro del cual está Chicago, el otoño pasado. Establecieron una ordenanza que prohíbe que la policía del condado detenga inmigrantes ilegales en las cárceles del condado antes de entregarlos a los agentes federales —a menos que los agentes cuenten con una orden de arresto para un individuo específico.
“Para el que no tiene antecedentes penales, ser parte de una comunidad no es un problema”, expresó Emanuel a los reporteros en una conferencia de prensa. “Queremos darle la bienvenida a la ciudad de Chicago”.
Aquí en California, donde los miembros de la Legislatura —controlada por los demócratas— aprobaron una ley llamada Trust Act, está teniendo lugar una revuelta similar. Procurando limitar lo que sus defensores consideran que es una erosión de la confianza en las fuerzas de seguridad, la ley prohíbe que oficiales de la policía local deriven individuos a los agente de inmigración, a menos que hayan sido condenados por delitos mayores serios. También prohíbe que los oficiales detengan a aquellos acusados de delitos menores.
No son buenas noticias para los funcionarios del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), quienes deberán trabajar más arduamente, si la policía local y estatal dejan de realizar ese trabajo para ellos. En su testimonio ante un subcomité de la Cámara, el director de ICE, John Morton, expresó recientemente que la ordenanza del Condado de Cook es “incoherente con los términos de la ley federal”. También dijo que el gobierno está considerando “opciones legales” contra el condado y que, probablemente, éste pierda fondos federales, cuyo objetivo es reembolsar al condado por encarcelar inmigrantes ilegales.
Si Chicago sigue la iniciativa del condado de Cook y restringe más a las fuerzas de seguridad locales, podría terminar enfrentando su propio castigo del gobierno de Obama. Sería, como mínimo, algo embarazoso.
Sin embargo, Emanuel no se está echando atrás. El alcalde dijo que su propuesta de frenar a la policía local es parte de una iniciativa mayor para convertir a Chicago en “la ciudad más cordial para los inmigrantes del país”.
Qué apropiado. Después de todo, el grupo con que solía estar Emanuel cuando estaba en Washington está intentando, con el mismo empeño, convertir a este gobierno en el menos cordial de la historia para los inmigrantes. Con un promedio de unas 400.000 deportaciones por año, el gobierno probablemente llegue a 1,5 millones de expulsiones para fines del verano.
Bravo por Emanuel. Siempre ha estado en la posición incorrecta en el asunto de la inmigración, buscando cubrirse y hasta urgiendo a los demócratas a votar a favor de legislación represiva patrocinada por los republicanos, a fin de que no los consideraran blandos en lo relativo a la inmigración ilegal. Tiene muchas culpas que expiar. Pero oponerse a un programa negativo, pues es un buen comienzo.
©2012 The Washington Post Writers Group.
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