Oswaldo Payá, luchador por la libertad
El Deber, Santa Cruz
El 22 de julio de 2012 falleció Oswaldo Payá en un accidente automovilístico, a 800 kilómetros de La Habana, Cuba. Diversas personalidades del mundo han expresado sus condolencias por la trágica muerte de uno de los más prestigiosos disidentes cubanos, ejemplo de lucha, con métodos pacíficos y democráticos, contra el régimen totalitario de los hermanos Castro. Su legado debe ser un ejemplo para los demócratas del mundo, por la consecuencia y coherencia con las que enfrentó al régimen y por la dignidad con la que afrontó la persecución y el hostigamiento del que fue víctima permanente.
Católico ferviente y demócrata comprometido, Payá fundó el Movimiento Cristiano de Liberación, organización política de oposición al régimen comunista, desde el cual sostenía que la oposición al Gobierno del partido único debía darse desde el mismo marco legal vigente en Cuba.
Desde esta posición, impulsó el proyecto Varela, por medio del cual, en 2002, presentó más de 11.000 firmas a la Asamblea Cubana solicitando profundas reformas políticas y económicas y la convocatoria a un referéndum para que se conformase una Asamblea Constituyente que permitiera iniciar el camino hacia elecciones libres. Era la primera vez que un grupo tan grande de cubanos se atrevía a firmar un manifiesto de reforma al régimen castrista, poniendo su nombre, cédula de identidad y dirección de domicilio, lo cual, obviamente, les significaba entrar en las listas negras del Gobierno.
Esta solicitud se basaba en un artículo, vigente entonces, en la Constitución de la Revolución Cubana, que permitía presentar solicitudes a su Asamblea Legislativa si se reunían más de 10.000 firmas. El régimen, que nunca esperó que hubiese ese número de ciudadanos que se atreviese a firmar oficialmente en su contra, respondió promoviendo un referéndum para declarar ‘irreversible’ al socialismo y eliminar el mencionado artículo constitucional. Posteriormente, arrestó a cuarenta dirigentes del Movimiento Cristiano de Liberación, en la llamada ‘Primavera negra’ de 2003.
El proyecto Varela contraatacó presentando 14.000 firmas adicionales. Aunque el Gobierno cubano no atendió las demandas planteadas por estas firmas, quedó descubierto ante su población y ante el mundo como un régimen que no cumplía el propio ordenamiento legal que había impuesto.
Todos estos logros le valieron a Payá números reconocimientos internacionales, entre ellos el Premio Sajarov a los Derechos Humanos, que otorga anualmente el Parlamento Europeo. Sin embargo, su trágica muerte le ha privado el premio mayor: vivir la transición hacia una sociedad libre y democrática, de la que se esperaba que fuese uno de sus principales referentes.
Sus ideas y su ejemplo quedan y son una guía no solo para el pueblo cubano, sino para todos los demócratas, especialmente para aquellos latinoamericanos que vivimos en países donde se atropellan los derechos humanos y se destruyen los fundamentos de la democracia, desde gobiernos que, habiendo llegado al poder gracias a ella, la socavan desde dentro en su afán de eliminar los equilibrios democráticos para asegurarse la perpetuación en el poder.
El autor fue presidente del Senado Nacional de Bolivia:
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