El Salvador: Todo sea por Fomilenio II (¿o por la visa?…)
Ahora sí, las cosas parecieran comenzar a encaminarse. Al menos, los dirigentes de los partidos políticos ya se dignaron a ocuparse del grave conflicto entre dos poderes del Estado. Un conflicto en cuya generación, conviene recordar, las dirigencias políticas nunca fueron inocentes. En absoluto.
Es cierto, acudieron convocados por el presidente Funes. Pero todo indica que el convencimiento para atender esa convocatoria fue potenciado, oportunamente…, por unas palabras mágicas del senador Richard Lugar. Que a ninguno de los convocados le dejaron lugar a dudas sobre lo que debían hacer.
Es sabido que todo hombre de negocios que se precie de serlo debe tener su visa vigente. Y la política, nadie lo duda…, transforma instantáneamente a cualquiera en experto hombre de negocios. En "ejecutivo de película, con ambiciones políticas" como dice Serrat. Cualquiera sea el color del disfraz. Que eso es lo de menos.
Claro que el relato oficial de todas las dirigencias dirá que la convocatoria fue atendida con urgencia para evitar que El Salvador pudiera quedarse sin Fomilenio II. Algo por que por cierto sigue estando entre las posibilidades. Invocar eso suena más elegante que el miedo a perder la visa.
Es sorprendente escuchar a algunos distraídos que se quejan porque "los Estados Unidos le ponen condiciones a su cooperación". Como si no tuvieran el derecho de hacerlo. Y como si los países receptores de una cooperación internacional no tuvieran el derecho a rechazarla si estuvieran en desacuerdo con algún condicionamiento.
Al respecto, una necesaria maduración cívica requeriría, por ejemplo, preguntarse qué tan correcto es recibir donaciones provenientes de impuestos pagados por el "average Joe". Es decir, por un estadounidense cualquiera.
La realidad es que toda donación es pequeña al lado de las inversiones extranjeras que El Salvador necesita para salir del subdesarrollo: Fomilenio I fue una dádiva de US$ 461 millones distribuido en varios años.
Aunque eso es mucho dinero, hay que ponerlo en contexto: la muy magra inversión extranjera directa recibida por El Salvador en 2011 fue de US$ 386 millones, la recibida por Panamá fue de US$ 2,790 millones, y la recibida por Chile fue de US$ 17,299 millones.
Es decir, además de ser una limosna, su monto es absolutamente insuficiente si no se complementa con una avalancha de inversiones bien conseguidas.
En efecto, lo que El Salvador necesita son inversiones genuinas, esas que no están llegando desde hace demasiado tiempo. Y que no llegan precisamente porque las señales emitidas por eventos como el citado conflicto de poderes son obviamente negativas. Se trata de una inseguridad jurídica en cuya generación, conviene recordar también…, las dirigencias políticas nunca fueron inocentes.
¿Cómo se le explica a un inversionista extranjero no hay dos Cortes, y que el lamentable espectáculo del ring callejero de hace unos días no fue un chiste de mal gusto?, ¿cómo se lo convence de que sus inversiones estarán seguras?, ¿cómo se le pide que descuente sus flujos a tasas internacionales, y no que pretenda recuperar sus inversiones en el primer año?
Está claro que la mayoría de los políticos no se hacen esas preguntas…, lo cual demuestra que aunque les guste creer que son hombres de negocios, están lejos de entender cómo funcionan las cosas en la economía real. En el mejor de los casos, son aprendices de tranzas.
Finalmente, además de no ser correcto recibir regalado el dinero pagado en impuestos por el "average Joe", es malo acostumbrarse a vivir de donaciones que alientan esa vocación de menesterosos, que tanto daño ha hecho en América Latina. Como si el mundo le debiera algo a nuestros países.
En verdad, los únicos que le debemos algo a nuestros países somos nosotros, los latinoamericanos, que permitimos que nuestras democracias degeneren frecuentemente en "kakistocracias", ilustrativa expresión acuñada por el filósofo Jorge Luis García Venturini a partir del griego "kakistos". Significa el gobierno de los peores.
Así funcionamos desde hace 200 años. Y así nos va.
Hasta la próxima.
El autor es ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
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- 16 de junio, 2012
- 8 de junio, 2012
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