Paraguay y el Mercosur: La dignidad no está en crisis
SALAMANCA. – Nunca he sido chovinista ni me he complicado en eso del nacionalismo y el patrioterismo; sobre todo ese nacionalismo que denunciaba Mario Vargas Llosa, en “Llamado a la concordia”, su más reciente artículo del diario “El País” del domingo pasado tachándolo como una de las más “nefastas herencias” que hayamos recibido del pasado para calificarlo luego de “obtusa ideología que separa y enemista a los países”. Aquí, sin embargo, no es tema de nacionalismo, sino de dignidad, algo muy diferente.
No podemos callar. Es necesario que de alguna manera hagamos sentir la profunda molestia que nos causan mandatarios como Cristina Kirchner, Dilma Rousseff, José Mujica y Hugo Chávez que, con una actitud canallesca, no han hecho otra cosa, en las últimas semanas, que escarnecer, no a nuestro país, sino a nosotros, a los ciudadanos de a pie, por más que digan que sus invectivas no son contra los paraguayos sino contra el Paraguay. Pero el Paraguay no existe. Los que existimos somos los paraguayos. ¿O alguien conoce un procedimiento por el cual se logre este desacoplamiento?
El alborozo con que fue recibido Hugo Chávez en Brasilia forma parte de tales denuestos. Y Chávez, maestro de la puesta en escena como lo fueron Hitler y Musolini, exigió entrar al Palacio del Planalto no por una puerta lateral, como se acostumbra hacer, sino por la grandilocuente rampa que da acceso al edificio.
No estamos frente a un problema político ni diplomático. Se trata de un problema de amor propio, de respeto a la persona; lo que está de por medio es nuestro orgullo, o, para utilizar una palabra menos peligrosa de equívoco, nuestra dignidad, nuestro pundonor. El consuelo que nos han dado, similar al caramelo para que el niño no llore, es que tal castigo durará solo hasta el mes de abril del año próximo, cuando se realicen las próximas elecciones presidenciales. Y “si” ellas son lo suficientemente transparentes y democráticas –fíjense que he entrecomillado el “si” condicional–, entonces nos darán el carné de demócratas y la sanción será levantada. ¿Quiénes serán esos jueces? Ellos mismos. Todos los días los miembros del club bolivariano, con su presidente vitalicio Hugo Chávez y su comisión directiva formada por Kirchner, Mujica, Rousseff, Lula Da Silva, Morales, Correa, Ortega y los presidentes honorarios, los hermanos Castro, no hacen otra cosa que denostar contra “el imperio”. El arrogarse la potestad de enjuiciar nuestros procesos políticos con el objetivo de hacernos pasibles o no de sus penalidades ¿no es acaso tan imperialista o más que muchas actitudes que se achacan a los Estados Unidos de Norteamérica, “el imperio”?
¿Le hemos pedido explicaciones, alguna vez, a Cristina Kirchner sobre sus políticas del papel prensa, del manejo de la publicidad estatal y la concesión de licencias para canales de televisión y estaciones de radio en Argentina? ¿Les hemos pedido explicaciones a Cristina Kirchner, a Chávez, a Correa, a Morales sobre la confiscación de espacios en radios y televisiones de capital privado para transmitir su propaganda política? ¿Les hemos exigido, como muestra de espíritu democrático, a todos estos mandatarios del club bolivariano, que concedan reuniones de prensa y que los periodistas puedan hacer todas las preguntas que quieran, en lugar de asistir como “piedras que respiran” a sus muestras de vedetismo político?
Hace un par de días al ir a la biblioteca pública aquí en Salamanca, la mujer que estaba tras la mesa de la sección “Información”, llevaba en el pecho un broche que me resultó llamativo por sus colores: rojo y negro, tal como los utiliza la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) declarada ilegal y perseguida durante los años de la dictadura. Sobre ese fondo, en letras blancas, decía: “Mi dignidad no está en crisis”. Esto es lo último que ya nos queda, nuestra dignidad. Digámosles a los bolivarianos que ella sigue entera y que no está en crisis.
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