La Tercera Argentina: Entre el dolor y la risa
A medio escribir el análisis del día, me doy cuenta que no tiene mucho sentido tomarse demasiado en serio a la Argentina. En rigor, hay dos opciones: plasmar la verdad tal cual es sin rodeos, y que duela. O tratar de matizarla con alguna dosis de sinrazón y, posiblemente de este modo, se la comprenda mejor. Porque el problema no es el país sino los argentinos.
Sin duda, la psiquiatría realizaría un análisis más exhaustivo, desde lo político intentaremos lograr un equilibrio, ni el fracaso, ni el éxito están garantizados antes de ello. Hoy día, es común observar a muchos ciudadanos haciendo catarsis, y bromeando sobre lo que acontece, incluso sobre la actitud de la mismísima presidente.
Si se ubica a esta geografía debajo de un microscopio para poder describirla, lo que se ve, ciertamente, no genera alegría. En ocasiones, reírse de lo que sucede es un mecanismo de defensa, de resistencia. En otras, sin embargo, es dejar en evidencia la más cabal respuesta a la pregunta del millón: ¿Por qué estamos como estamos?
No es un determinismo muy prolijo pero convengamos que, alguna dosis de verdad hay en aquello de “el hombre es artífice de su destino” (de su desatino también) Y el país no es únicamente, fruto del kirchnerismo (ni siquiera tan eficientes en lo destructivo)
Desde luego que, si el organismo ya está enfermo, ese tipo de “virus” agravará más al enfermo. En ese caso, habría que averiguar, cuán mortal es la enfermedad y quién es el mejor especialista para consultar. Pero ahí no termina la cosa.
Uno de los problemas más característicos es quedarnos en el diagnóstico, y olvidar que ese es sólo el primer paso. Eso explica también, que siempre estemos al borde del abismo, tambaleando. Nunca de pie erguidos pero tampoco nunca caídos. El permanente desequilibrio es evidencia inexpugnable.
Intentemos entonces, ir más allá de los síntomas sin caer en ejercicio ilícito de la medicina. El analista es, precisamente, quien observa la situación, la define, y la presenta. En el mejor de los casos puede sugerir un tipo de tratamiento, pero no implementarlo por su cuenta. Esta auto-justificación explica quizás, la impotencia del límite y la insatisfacción perpetua.
Pero, si aceptamos que los argentinos analizamos todo, se comprende el estar eternamente en una suerte de previa. Nunca tocamos fondo pero tampoco nunca terminamos de levantarnos. Esa es la posición exacta en la que nos hallamos. Implica un avance pues, impide cometer el error de antaño: no somos el Primer Mundo, pero tampoco estamos acabados. Aunque cueste imaginar, todavía, se puede estar más abajo.
El límite de nuestra imaginación nos enfrenta y entonces, nuevamente no reaccionamos: quedamos inmóviles aunque conscientes del deber de hacer algo. Nace aquí el mentado “pueblo anestesiado“.
Nuestro problema no es la ignorancia suprema, sino la negación en su estadío más avanzado. Creer que, en la fila esperando para tomar un colectivo, esta tarde, había inconscientes o descerebrados, a los cuales manipular arbitrariamente, es un engaño. Allí estaban los ciudadanos negando su propia condición. Antes de juzgarlos habría que indagar, si esto es voluntario o inducido.
Ahí seguramente, se encuentren las discrepancias. Y es en consecuencia, un nuevo obstáculo que frena el avance para llegar a curarnos. Otro límite, otra parálisis, y el tiempo sigue pasando. Nosotros por el contrario, nos estancamos.
Esta perorata, tal vez más romántica que científica, se plasma por ejemplo, en la huelga de subterráneos. Más que quedarnos en la situación de paro, hay que contemplar si no es ese su común estado, y lo conflictivo es verlos funcionando. En definitiva, lo que hay que descubrir es si, la Argentina actual es la normal, o si apenas estamos atravesando algún infortunio fugaz (o más bien largo…) En síntesis, se trata del conocido: “¿Sos o te Hacés?” Nunca lo tuvimos claro.
Bajo el sitiado del kirchnerismo encima, la confusión se agiganta, y entramos a interrogar si no hay dos bandos: los que son y los que se hacen. Así, pudimos entender que no hay una única Argentina sino dos: la real y la del relato.
Ahora bien, si hasta acá veníamos intrincados, cuando afirme que no hay dos países sino tres, abandonarán subrepticiamente Perspectivas Políticas.Info. ¿Cómo explicarles que no es lo deseado? Una oportunidad más…
Y es que en efecto (o por defecto), no hay dos Argentinas sino tres. Una es, sin duda, la de Cristina, su país de maravillas. Únicamente el nombre de la protagonista varía, el resto del cuento sigue intacto: un hábitat en extremo fantástico. Allí, hoy no hubo huelga de subterráneos, todos los habitantes comen 4 veces por día y tienen trabajo bien remunerado.
No hay en ese espacio, delito ni criminalidad sino sensaciones de pérdida de propiedad e incluso, sensación de no respirar y ser enterrados por otra sensación: la de haber recibido un balazo. En ese caso, somos culpables por avaros. Seguramente, nos negamos a “compartir” con el otro, un auto, un celular o un par de zapatillas, da igual. Craso pecado no aceptar los “derechos humanos” del emisor del disparo.
Es el territorio del “vamos por todo“, hasta por lo propio. Así se puede permitir, que Ciccone sea expropiada. Léase: usurpada de un bolsillo del traje y dispuesta en otro. De última, se trata del mismo saco.
Allí los calendarios traen, todos los días en colorado, se vive un permanente feriado, festejando hasta el pago de una deuda con dinero previamente robado (si hubiese robos, claro) En gran medida, es la Argentina fruto de la usura y el desfalco, pero interpretados como “herencia del ex mandatario“. Derroche de eufemismos (paga el Estado)
Le sigue la Argentina de la clase media… Peculiar sector de la sociedad que siempre se siente amenazado y mira, con antipatía manifiesta, a la primera. Son los hijos de la queja, y padres de un extraño caso de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) para “todos y todas”, mal del momento que no se da en aislamiento.
Viven mancomunados, creídos de tener su propio espacio (conocido quizás como “barrio privado“), una marginalidad “premiun“, clase A, que sólo admitirán si el hacerlo incrementa la bronca contra el vecindario oficial.
Es el epicentro del sistema, para los otros es el eje del mal, nido de conspiradores donde los precios suben, y se forjan cadenas de desánimo.
Hay protestas sociales de tanto en tanto, otras más asiduas en microclimas pero…, eso sí: cuando hay Boca-River se acalla todo llanto, como cuando llega un fin de semana largo. Gente rara. Dice detestar el relato, pero alimenta y procrea relatadores a cada rato.
Es un país disfrazado de teatro. Creen que están avanzando y, únicamente, se mueven en el escenario. Modifican la escenografía auto convencidos de hacer algo. Peregrinos del cortoplacismo, satisfaciéndose a si mismos.
Son los arquitectos del gran cambio que no se alejan de los planos. Puede vérselos llorando la falta de obreros pero, jamás, entre ladrillo y cemento. Protagonistas y elenco en simultáneo. De todos modos, recuérdese que no son abnegados ignorantes, sino negadores natos.
Finalmente, la tercera… Aquí culmina toda fiesta. No hay fin de semana largo porque, directamente, no hay semanas ni feriados. Están en un presente indefinido, estáticos. Dueños de nada, privados del “éxito” al que se nos condenara, y también del fracaso al que estamos siendo condenados.
Una tercera Argentina a la cual, la segunda, no mira nunca. No pudiendo comprenderla, prefiere ignorarla. En contrapartida, la del relato la observa de cerca, la vigila. Puede decirse incluso, que es como una hija. Negada públicamente pero violada tras bambalinas: “¡Qué se reproduzcan!”, es la consigna. La desprecian, paradójicamente, por la imperiosa necesidad y adicción que le genera.
Sin esta Argentina, casi subterránea por lo quieta, las otras dos no existirían. Y sin embargo, es la del fondo, la fea, la marginal, caldo de cultivo de lo peor que hay. Allí no hay forma de tomar nada en broma, enmudece hasta la risa. De tan auténtica y real pasa inadvertida mientras las anteriores se maquillan. Hasta hace poco, su gente era mayoría. Hoy nadie se atreve a medirla.
Es la Argentina de Isabel. Una Argentina de muchas voces, aunque todas se unan a la de ella, escuchémosla:
Audio (prender parlantes) La voz que también negamos…
Si no lo hace después no se sorprenda porque quejarse será en vano…
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