La muerte de los disidentes
El País, Montevideo
Hace varias décadas, un diplomático europeo destacado en una "democracia popular" satélite de la Unión Soviética, solía ser muy franco en cuanto a críticas al régimen comunista de ese país. Como eran notorios los abusos que cometía el gobierno, no le faltaba tema. Finalmente, un día, el diplomático anunció que volvía a su patria. Explicó que lo haría por tierra, en auto, ya que su país no era lejano. Hubo una despedida y poco después partió. Sin embargo, con tan mala fortuna que antes de cruzar la frontera, pasó por un sitio donde el ejército estaba realizando maniobras y allí, repentinamente, un tanque de guerra se descontroló, con el curioso resultado de que colidió contra el auto del hasta ese momento feliz viajero. Éste no murió, pero quedó muy mal herido y silenciado.
Años después, el que en esos tiempos había sido embajador uruguayo en la capital de aquel país totalitario, regresó a Montevideo y en charlas informales recordó el "accidente" que más bien pareció un castigo al damnificado y una advertencia para cualquier otro que se atreviera a emularlo como crítico de la dictadura marxista local.
¿Cómo no evocar esta historia en el momento presente? Recientemente, un auto que transportaba dos disidentes cubanos , un político español y otro sueco, se estrelló trágicamente contra un árbol en una ruta de Cuba. Según la dictadura habanera, simplemente se trató de un accidente que involucró a un auto que viajaba a velocidad excesiva. Según familiares de Oswaldo Payá, uno de los dos cubanos fallecidos, en la colisión hubo una mano negra.
No hay que olvidar que Payá, como había acontecido con el diplomático aplastado por el tanque, era un fuerte crítico del régimen totalitario del país donde residía. En 2002 había recibido el premio Andrei Sajarov del Parlamento Europeo y resultaba incomodísimo para el gobierno de La Habana. El otro cubano muerto era Harold Cepero Escalante, activista del Movimiento Cristiano Liberación, fundado en 1988 por Payá. Este Movimiento pidió una "investigación transparente" del siniestro que la prensa oficial, desde un primer momento calificó como "lamentable accidente", sin mencionar la importancia política de Cepero y Payá, ni la de los europeos involucrados (el español que iba al volante y el sueco, ambos ilesos).
La "Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación", tolerada oficialmente, rápidamente avaló la versión oficial, asegurando que todo se limitó a un accidente. Lo mismo ocurrió con el español que conducía, respecto de quien es bueno recordar que depende del sistema cubano ya que éste lo detuvo y procesó bajo la acusación de homicidio, informando simultáneamente que al sueco lo liberó a pesar de que estaba realizando actividades "ilegales" (en Cuba es ilegal relacionarse con quien uno quiere).
Resulta en sintonía con todo esto, lo acontecido en Uruguay con relación al caso: el diputado nacionalista Jaime Trobo realizó un importante esfuerzo positivo, pero la mayoría automática del gobierno levantó la sesión de la Cámara cuando se iba a considerar la situación cubana y homenajear al difunto Payá. Esto y otros indicios llevan a sugerir que el caso, lejos de ir hacia la transparencia, simplemente se puede ir borroneando y quizás desvaneciendo de la escena, para alivio de Raúl Castro, su hermano y los turiferarios que los rodean.
- 23 de julio, 2015
- 4 de febrero, 2025
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