Bolivia: Linchamientos y ausencia de Estado
El Deber, Santa Cruz
Los linchamientos suceden con cada vez mayor frecuencia en Bolivia, como
una reacción de la población frente a la inseguridad ciudadana y a la desprotección
que sienten los ciudadanos frente a la delincuencia. No podemos aceptarlos
como algo normal o simplemente mirarlos con indiferencia; reflejan un grave
estado de malestar y violencia en la sociedad que degrada la vida de la
comunidad en su conjunto.
Recientemente, en una localidad fronteriza, la detención de un ciudadano
brasileño, que supuestamente habría asesinado a tres personas y herido de
muerte a otra, provocó una reacción por la cual una turba enardecida arrebató
al presunto criminal a la Policía y, junto con un amigo, fueron golpeados
hasta la muerte y después quemados. Este hecho ha despertado nuevamente el
debate de los linchamientos. Ni podemos aceptar la reacción ciudadana ni
tampoco olvidar los crímenes que la provocan.
La justicia por cuenta propia por parte de grupos enfurecidos de
ciudadanos, que reaccionan frente a robos, violaciones o asesinatos, se ha
vuelto un tema recurrente en nuestro país. Prácticamente, no hay mes en el
cual no se produzca algún linchamiento en distintas partes del territorio
nacional. No son sucesos que se hayan originado con el actual Gobierno, pero
indudablemente se han agravado en los últimos años.
Algunos consideran que la inclusión de la justicia comunitaria en la
nueva Constitución incentiva esta práctica. Otros, que es una consecuencia
del agravamiento de la inseguridad ciudadana por la falta de atención de las
autoridades a este problema y la utilización de la Policía nacional en la
persecución a disidentes del régimen y no a los criminales.
Seguramente, ambos son factores que inciden para provocar las
circunstancias que generan estos actos de violencia pública. Sin embargo, hay
un problema de fondo que tenemos que discutir y encontrarle una solución para
evitar que estos ajusticiamientos se continúen reproduciendo, y es
cuestionarnos qué es lo que lleva a ciudadanos pacíficos a reaccionar de tal
forma, que de pronto se ven formando parte de una acción colectiva de
ajusticiamiento. Por qué un padre o madre de familia, que nunca ha cometido
un delito, que nunca ha practicado la violencia, de un momento a otro se
encuentra formando parte de un grupo que golpea a una persona hasta
provocarle la muerte.
En mi opinión, es el sentimiento de impotencia e indefensión que siente la
gente frente a la delincuencia que se sufre día a día, especialmente en las
zonas de menores ingresos. Es la pérdida casi absoluta de confianza en el
Estado y sus instituciones, especialmente en el sistema judicial, el
Ministerio Público y la Policía Nacional, como los organismos llamados a
combatir la delincuencia, administrar la justicia y proteger a los
ciudadanos.
Un Estado en el cual los ciudadanos terminan aplicando justicia por
cuenta propia no está cumpliendo una de sus razones fundamentales de existir,
cual es el brindar seguridad a sus ciudadanos. Un Estado fuerte no significa
seguir creando empresas públicas, sino, entre otras cosas fundamentales,
brindar seguridad y justicia al ciudadano común, especialmente a los más
pobres.
El autor fue presidente del Senado de Bolivia.
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