Chávez y la trampa que se avecina

Parece
inevitable que Henrique Capriles sacará muchos más votos que Hugo Chávez en las
elecciones del 7 de octubre próximo en Venezuela. La última encuesta de
Consultores 21, una empresa extremadamente fiable, arroja un empate real entre
ambos candidatos. Chávez aparece con 45.9 por ciento de los votos y Capriles
con 45.8. La tendencia de Chávez es a declinar. La de Capriles es ascendente.
Pero hay otro dato clave medido por Alfredo Keller, un prestigioso escudriñador
de la opinión pública: entre un 16 y un 20 por ciento de los encuestados tienen
miedo y ocultan o tergiversan sus verdaderas intenciones de voto. Le temen,
naturalmente, al Gobierno, no a la oposición.
Como me dijo
Eric Ekvall, un notable asesor político que hace años llegó a Venezuela en el
equipo de Joe Napolitano, el mejor estratega de campañas que se recuerda (el de
John F. Kennedy) y allí se quedó: “El Flaco Capriles se ha convertido en un
candidato extraordinario. Donde llega, arrasa. Tiene el impacto emocional de un
rock star. Transmite una imbatible imagen de juventud, seguridad y decencia.
Chávez, en cambio, está física y políticamente agotado y apagado. Después de 14
años de mentiras ya no le creen nada. El incidente de la hidroeléctrica en el
que los obreros lo callaron con sus gritos ante las cámaras de la televisión es
todo un ejemplo de la verdadera percepción popular”.
Tiene sentido.
Los venezolanos poseen razones para sentirse profundamente insatisfechos con la
minuciosa incapacidad de Hugo Chávez. Cuando se les pregunta cuál es el
principal problema del país, de forma casi unánime responden que es “la
inseguridad”. Durante la presidencia de Chávez han muerto violentamente muchos
más venezolanos (150.000) que soldados norteamericanos en las guerras (sumadas)
de Corea, Vietnam e Irak.
Los asesinatos,
secuestros express y extorsiones forman parte de la aterrorizada vida cotidiana
de los venezolanos. ¿Cómo la sociedad puede sentirse protegida si en las
cárceles, un universo cerrado y supuestamente controlado por el Gobierno, las
bandas de matones, sin duda asociadas a la policía, se enfrentan con armas
largas y dejan 26 muertos en solo una batalla? Eso no es un país, sino un
matadero.
“El problema
–me sigue diciendo Eric Ekvall– es que el gobierno de Chávez no va a reconocer
la victoria de Capriles. Prepara un fraude monumental basado en la manipulación
de las computadoras. Hay dos millones de votantes virtuales, realmente
inexistentes, que pueden distribuir a su antojo la noche de las elecciones,
como ya hicieron en el referéndum revocatorio del 2004. Esa consulta la perdió
Chávez 59 a 41, pero sus técnicos invirtieron los resultados. Las elecciones
por computadoras son el medio ideal para cometer fraude”.
Inmediatamente,
me entrega un ejemplar del número de noviembre de 2011 de la prestigiosa
revista académica norteamericana Statistical Science. Trae seis impecables
estudios de matemáticos y físicos de primer rango universitario que demuestran
por qué y cómo, realmente, Chávez perdió esa consulta (que le costaba el poder)
y alteró los resultados para continuar mandando contra la voluntad democrática
de sus compatriotas. Los leí. Son totalmente convincentes. El fraude se comete
en el Registro Electoral. Mientras en la última década la población ha crecido
un 14 por ciento, el Registro Electoral lo ha hecho un 58. Ahí se cocina la
trampa.
La manera
política de “vender” el fraude, de acuerdo con la opinión de este experto en
procesos electorales, la inventó el PRI mexicano hace muchos años. Primero,
unos encuestadores contratados para esos fines innobles presentan ciertos
resultados falsos que “demuestran” la abrumadora preferencia de los votantes
con Chávez. Segundo, el aparato de propaganda del Gobierno machaca a la opinión
pública con esa información, mientras una serie de mensajeros de alto rango
salen a comunicar los resultados previstos a todos los centros de poder
internacionales. Tercero, los resultados de los comicios se ajustan a las
previsiones. Ya no hay shock cognitivo que despierte sospechas. Ocurrió lo que,
supuestamente, afirmaban las encuestas.
“¿Hay manera de
evitar esa estafa monumental –pregunto?”. Ekvall me responde tajantemente:
“Solo si Capriles logra reclutar 200.000 activistas dispuestos a custodiar
permanentemente los resultados de las 150.000 máquinas de votar, y si él, sus
partidarios y las instituciones que lo apoyan, están dispuestos a no dejarse
robar las elecciones a ningún precio y cualquiera que sea el sacrificio que
haya que realizar. No estoy seguro de que logre reclutar esa masa de
activistas. Capriles tiene votantes y simpatizantes, no militantes duros y
decididos”.
Ese es el panorama. Dios coja confesados a los venezolanos.
[© FIRMAS PRESS]
El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela La mujer
del coronel.
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