Negociación secreta entre las Farc y Santos: las pruebas están ahí
Pese a los desmentidos del ministro de Defensa,
las dudas persisten sobre las misteriosas negociaciones secretas entre
las Farc y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Pues los
desmentidos oficiales son ambiguos. El ministro Juan Carlos Pinzón, por
ejemplo, dice que él no ha autorizado esas negociaciones. Claro que no.
El no las ha autorizado. Pero nadie le reprocha eso al ministro. Quien
podría haberlas autorizado es el jefe del ejecutivo, el presidente de
la República en persona, y ninguno de sus subalternos.
Tenemos
pues una respuesta de Pinzón que no se centra sobre las afirmaciones
del ex presidente Uribe. Este no acusa al ministro de Defensa. El afirma
que Santos es quien ha emprendido o está buscando esas negociaciones en
Cuba.
En esta controversia hay que ser exactos. Pues algunos
voceros del oficialismo están dando respuestas inadecuadas, y le están
reprochando al ex presidente Uribe afirmaciones que él no ha hecho. En
su entrevista del 20 de agosto con Diana Calderón, de Radio Caracol,
Álvaro Uribe criticó al gobierno de Santos por “dar señales de preferir
una negociación con las Farc a tener una política de seguridad”. Uribe
no acepta, con razón, que Santos pretenda “negociar sin exigirles a las
Farc un cese de sus acciones criminales”. El ex presidente estima que
“por buscar el diálogo [Santos] ha debilitado la política de seguridad”.
Por
otra parte, Uribe no acusa a generales activos de estar mezclados a la
ventura secreta en Cuba. El ex presidente repitió seis veces la palabra
“ex generales” (generales en retiro) en su conversación con Diana
Calderón. Sin embargo, algunos medios dijeran que Uribe estaba acusando a
“militares activos” de estar en eso. Bajo tal presión, el ministro
Pinzón respondió que “no existen generales activos desarrollando algún
proceso como el que se mencionó”, y que él ordenará “la exclusión de las
Fuerzas de quien pretenda hacerlo”.
De lo que no se habla es de
lo importante: Uribe cuestionó de frente, en esa entrevista, el papel
que estaría jugando en las maniobras de negociación, o hacia una
negociación secreta con las Farc, el propio hermano del Presidente, el
periodista Enrique Santos Calderón. También acusó de lo mismo al asesor
de seguridad del jefe de Estado colombiano, Sergio Jaramillo.
Ante
ese punto el silencio de los medios, y de los interesados, es total.
¿Por qué? Cada día que pasa sin que esos dos personajes respondan
francamente a la revelación hecha por el ex presidente Uribe consolida
la hipótesis de unas negociaciones secretas con las Farc en alguna parte
del globo.
Yo hago parte de los que creemos que Álvaro Uribe
está actuando de manera patriótica y plenamente justificada en este
debate. Pues los elementos que dejan presentir la existencia de un
diálogo secreto, incipiente o no, con las Farc, están sobre la mesa,
aunque algunos no quieran verlos. La mayor prueba de que hay algo en
curso es, por un lado, la misma desenfrenada ofensiva terrorista actual
de las Farc y, del otro, la estrategia de las Fuerzas Militares de
responder a éstas golpe por golpe sin recuperar la iniciativa y
desarrollar un plan ofensivo vasto e integral.
Los colombianos
sabemos que la banda narco-terrorista desata sus más feroces y
demenciales ataques cuando el Gobierno entra en diálogo con ella o
cuando envía señales de que quiere negociar y ceder ante ellas. La
negociación (que ellas y sus interlocutores presentan como “de paz”) va
siempre acompañada de acciones sistemáticas de guerra, de brutales
atentados y de un exceso de propaganda. Es una ley que aplican todos los
extremistas del mundo cuando el adversario estatal acepta negociar.
Para ellos toda negociación es un medio para obtener lo que no han
conseguido en la guerra: la derrota del Estado. Las Farc no son una
excepción. Ellas han aplicado esa línea durante más de 50 años.A
los actuales golpes de las Farc se suma la actividad abierta de los
agentes políticos de éstas, la esclavización de amplios sectores
indígenas del suroccidente colombiano, el uso de los indios nasa (o
páez) para tratar de desalojar el Ejército del norte del Cauca, y la
tentativa de extender ese modelo al Tolima y al Huila. Y algo muy
curioso: según el analista Jhon Marulanda todo eso parece dirigido
“desde la frontera con Ecuador”.
Nadie ha olvidado que durante
la farsa de las negociaciones en el Caguán, y mientras todo transcurría
entre sonrisas y abrazos con el presidente Andrés Pastrana, las Farc
montaron una operación destinada a tomarse Bogotá por las armas. A
comienzos de julio de 1999, seis meses después de iniciados los
“diálogos”, una columna de 500 hombres, salió de la zona desmilitarizada
y avanzó hacia la capital. Las Fuerzas Armadas los pararon una semana
después en Gutiérrez (Cundinamarca) pero los combates con fragmentos de
esa columna duraron una semana más. El balance de ese episodio fue
terrible. Cerca de 300 guerrilleros (entre ellos muchos menores)
perecieron y 40 soldados y 31 policías ofrendaron su vida para salvar al
país. A tales desgracias se ve abocada Colombia cuando gobiernos
irresponsables caen hipnotizados ante las Farc y sus promesas de
“salida negociada del conflicto”.
En enero de 2002, al final de
los diálogos del Caguán, Raúl Reyes ordenó una serie de explosiones en
Bogotá y la destrucción de la represa de Golillas. Sus hombres
fracasaron pero arruinaron con dinamita una parte de la gran válvula.
Reyes quería inundar a Bogotá y, de paso, a Villavicencio, para forzar a
Pastrana a concesiones aún más extremas. ¿Quién puede olvidar que tras
el fracaso del Caguán las Farc siguieron exigiendo la desmilitarización
de dos departamentos, Caquetá y Putumayo (una región más grande que
Portugal) donde tenían los mayores cultivos de droga?
El llamado
“Marco para la Paz” es otro indicio que refuerza la hipótesis de la
negociación secreta en Cuba, o en cualquier otro país. Esa nefasta
reforma constitucional, impuesta a rajatabla por Santos con la ayuda del
senador Roy Barreras, parece salida de la cabeza de Minerva. Santos
jamás prometió algo parecido en su campaña electoral. ¿De dónde viene
ese texto? Como el misterio es total no quedan sino dos posibilidades: o
es el resultado de una negociación, o es un anzuelo para abrir esa
negociación.
Si es un anzuelo es un poderoso anzuelo. Esa
reforma garantiza no sólo la posibilidad de que esos criminales
redomados se puedan presentar en elecciones y convertirse, mediante el
voto popular, en parlamentarios, gobernadores, alcaldes y presidentes
sino que les garantiza a todos ellos, sobre todo a los jefes, la
impunidad de sus crímenes, incluyendo los crímenes de lesa humanidad. Y
eso por una razón: la Justicia Transicional, la inspiradora del “Marco
para la Paz”, es una justicia absurda. El postulado central de la
Justicia Transicional, y del llamado “Marco para la Paz”, es hacer
prevalecer la noción de “reconciliación” por encima de todo, de las
nociones de derecho, como sanción, justicia, reparación y del mismo
derecho humanitario internacional.
Es una “justicia” que
favorece a los violentos pues la paz es la primera y la última de las
nociones vulneradas. Los países africanos y centro americanos que
adoptaron esa extraña “doctrina”, repudiada por las grandes democracias,
no alcanzaron ninguno de los objetivos buscados: tras acoger esa
“solución”, esos países cayeron en nuevos ciclos de violencia e
inseguridad. Y jamás hubo reconciliación entre los terroristas y sus
víctimas.
La responsabilidad del presidente Santos es inmensa.
El temor de que se esté negociando en Cuba el destino de Colombia no fue
creado artificialmente. El retroceso en el ritmo y orientación de la
lucha antisubversiva, el desmonte del esquema uribista que había
reducido las Farc a un cascarón sin substancia, favoreció el repunte de
éstas y de las Bacrim, y el aumento brutal de sus acciones
anticolombianas dentro del país y en Latinoamérica.
¿El reajuste
ministerial que Santos anuncia en el peor momento de la crisis de
seguridad del país servirá para salir del impase si ese reajuste no es
el resultado de un reconocimiento sincero de que se cometieron errores
estratégicos que la fuerza pública, las instituciones, la economía, la
infraestructura y la sociedad en general están pagando muy caro?
"Si
el gobierno dice que no es así yo sería el primero en rectificar",
declaró en estos días el ex presidente Uribe. ¿Por qué el presidente
Santos no aclara de una vez todo al respecto? ¿Qué desmentido ha dado
Santos a la afirmación alucinada de uno de sus ministros en el sentido
de que las acciones de las Farc no afectan la economía del país?
La
investigación del atentado en Bogotá del 15 de mayo de 2012 contra el
ex ministro y periodista Fernando Londoño Hoyos, donde murieron dos de
sus escoltas y más de 40 personas fueron heridas, no ha avanzado ni ha
generado una sola captura. ¿No es eso una señal adicional de debilidad
antes las Farc? ¿Quién podría negarlo?
Si las Farc no han
acogido todavía el “Marco para la Paz” es porque quieren eso y mucho
más. Sus acciones armadas dibujan una zona enorme que esperan que Bogotá
ordene despejar: los departamentos de Nariño, Cauca, Putumayo y Caquetá
donde ellos tendrían plena autonomía para hacer sus tráficos.
¿Impensable? No. Eso es lo que Alfonso Cano quería en sus momentos de
mayor euforia. Timochenko no está pidiendo menos. Para él todo es
negociable.
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