Amor se escribe con ‘H’
La noticia no tardó en propagarse como un reguero
de pólvora. La hija de Marino Murillo, vicepresidente de Economía de
Cuba, había huido de la isla y se encontraba nada menos que en Tampa,
donde se había congregado una legión de periodistas para cubrir la
convención republicana.
A pesar de que nada se sabía de la joven,
salvo que se llama Glenda y que al poco tiempo de cruzar la frontera
mexicana en Laredo ya se había aficionado a Facebook, abundaron las
especulaciones en torno a su decisión de abandonar el país para
emprender una nueva vida en la Florida, epicentro de la diáspora cubana.
De inmediato la prensa barajó la posibilidad de que podía tratarse de
una deserción política y que la muchacha, cuya profesión es la de
sicóloga, acabaría por facilitar información valiosa sobre las
fracasadas medidas económicas que ha encabezado su progenitor,
considerado por algunos analistas como uno de los delfines del
castrismo.
La presencia de Glenda Murillo en Tampa desató una
cacería informativa azuzada por las fotos que había publicado en las
redes sociales: imágenes de una chica risueña de veinticuatro años que
ya estaba disfrutando de los parques temáticos del modelo capitalista
que está vedado en Cuba. Su aspecto, despreocupado y alegre, no
vislumbraba un alma atormentada como Svetlana, la hija de Stalin que
nunca encontró su sitio en el mundo: ni en la ex Unión Soviética, de
donde huyó, ni en Estados Unidos, donde dio tumbos hasta el final como
un juguete roto.
Entonces ¿por qué una hija de la nomenclatura
castrista se aventuraba a atravesar México hasta tocar suelo
estadounidense? Muy sencillo. Dicen que fue por amor. Se ha informado de
que en la ciudad de Hialeah, núcleo del exilio cubano en Miami, vive el
Romeo que le ha robado el corazón a esta Julieta del Caribe. Habrá
Montescos y Capuletos a uno y otro lado del Estrecho, producto de la
división que ha provocado la dinastía de los Castro, pero la hija del
llamado zar de una economía desbaratada ha dado el gran salto para
reunirse con su enamorado. Al aclararse los motivos de su travesía una
buena amiga periodista me escribió: “El amor lo explica todo, está en
las grandes decisiones de la vida”. Cuánta razón tiene mi lúcida amiga.
Puede
que algún día Glenda Murillo haga declaraciones con la intención de
despejar el disparate de un régimen que le dificulta a los ciudadanos
viajar al exterior como lo hacen el resto de los mortales. Un misterio
de los muchos que encierra tan cruel tiranía.
Por lo pronto todo
indica que el amor ha triunfado en una ciudad obrera que acoge a
exiliados recién llegados con el ánimo de labrarse una vida próspera y
libre. En una de las más deliciosas novelas de Enrique Jardiel Poncela,
Amor se escribe sin H, el autor español
concluye que un sentimiento como el amor no es primordial porque todas
las palabras importantes –hijo, honra, hambre, heroico– se escriben con
“h”. Novedosa teoría que Glenda Murillo ha invalidado. Definitivamente
amor se escribe con “H” de Hialeah.
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- 23 de julio, 2015
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