Una importante lección: Seis razones para no invertir en Cuba
Se decía al principio de la dictadura de Castro
que su llamada “revolución” era la “del callo”, ya que, mientras iba “pisando
callos”, se convertían en enemigos los antiguos admiradores del dictador.
Parece increíble que todavía existan algunos que crean que la naturaleza
gangsteril de la dictadura Castrista puede haber cambiado, que haya dejado de
ser un régimen de gángsters, por gángsters y para gángsters.
Hace unos años un español llamado Fernández
González decidió invertir en la Cuba de Castro. Abrió un restaurante para
turistas bajo el nombre “La Tasca Española”. Le fue bien y por lo tanto,
Castro le robó el negocio. Más tarde, Fernández González publicó un artículo
titulado “Riesgo y Miseria de invertir en Cuba”, exponiendo seis razones por
las cuales los extranjeros no deben invertir en la Cuba de los Castro. Creo
que es importante republicarlo para recordar y describir la verdadera
realidad “comercial” de la Cuba totalitaria. A continuación cito las seis
razones del empresario español Fernández González para no invertir en la Cuba
de Castro:
“Primero: porque no hay la menor garantía jurídica. Ahí no existe un Estado
de Derecho que proteja a los inversionistas ni a nadie.
Segundo: porque las transacciones y los negocios no se hacen en una atmósfera
de empresarios reales, sino en un oscuro universo de policías y espías.
Tercero: esta atmósfera policíaca da lugar a la creación de un estado de
terror del que no se pueden separar, aunque quieran, los inversionistas que
van a la isla. Primero los comprometen como víctimas, puesto que la
secretaria o el chofer que les asignan son siempre informantes de la policía
política que mantienen un estricto control sobre ellos. Y luego estos
inversionistas y empresarios extranjeros también acaban convirtiéndose en
cómplices. Se les pide informes sobre otros empresarios y sobre otros
extranjeros, se les pide que espíen para beneficio del gobierno cubano.
Cuarto: por razones morales, no se puede
justificar el acudir a Cuba a ganar dinero participando de un régimen de
esclavitud laboral absolutamente inhumano. Me explico: uno, como empresario,
no contrata a los cubanos directamente, sino a través de una oficina del Ministerio
del Interior llamada CUBALSE, a la que se le paga en dólares americanos por
cada trabajador que nos suministran, mientras esta “corporación” -así le
llaman en Cuba- les abona a los cubanos su salario en la inservible y
devaluada moneda nacional. Yo le pagaba a CUBALSE $330 por un empleado, y
CUBALSE le pagaba a ese trabajador 200 pesos cubanos. Como quiera que el
valor real del dólar en el mercado negro -que es donde único se pueden
adquirir las mercancías básicas para subsistir- era de 120 x 1, mi empleado
en realidad recibía menos de $2 al mes, mientras que la empresa que me lo
alquilaba en régimen de esclavitud, percibía cientos de veces esa cantidad.
Quinto: Este atropello, del que no puede evadirse
el empresario extranjero, explica el odio profundo que sienten contra
nosotros muchos de los trabajadores. Ellos no pueden evitar vernos como parte
de un sistema de explotación absolutamente arbitrario y cruel.
Sexto: Este mismo fenómeno también ocurre, en general, con todos los
extranjeros que en Cuba, por el mero hecho de disponer de dólares, tienen
acceso a todo aquello que los cubanos no pueden comprar con su trabajo:
alimentos, clínicas en las que no faltan las medicinas, buena ropa, gasolina,
o suministro de energía eléctrica.
En Cuba hay dos clases de ciudadanos: los que
tienen dólares, como los que tenía yo, con todos los privilegios que eso
acarrea, y los que tienen pesos cubanos, que están, literalmente, muriéndose
de hambre y de enfermedades por culpa de un régimen que se niega a cambiar un
sistema absolutamente incapaz de generar un modo de vida digno para ese
país”.
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