La dolarización como recurso viable para Grecia
Ante la permanente crisis económica griega vuelven los
siniestros anuncios de analistas y expertos sobre una posible exclusión de este
país de la zona euro. El golpe de gracia parece tan inminente como para el
próximo octubre, cuando la situación fiscal de esa nación será reevaluada por
la troika de acreedores (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Fondo
Monetario Internacional). La probabilidad de que en un eventual retorno a su
antigua moneda nacional, el dracma, salga sietemesinos y maltrecho es
prácticamente una certeza. Con una economía afectada por la insolvencia, la
corrupción, los gastos desmesurados de un Estado hinchado por sobreempleos en
su nómina, beneficios y sinecuras, un desempleo del 23 % y una especie de
cultura popular que concibe el área pública como para que cada cual tome de
ella lo que pueda, la moneda sustituta reaparecería en caída libre frente al
gigantón euro.
No hay vanas ilusiones con lo que va a ocurrir si
finalmente las naciones de la Eurozona, especialmente Alemania, deciden parar
los rescates financieros y deciden desenganchar a Grecia de los países que
comparten el euro como moneda común. Los nuevos billetes saldrían al mercado
con un valor establecido sobre las mismas bases que empujarían a la salida del
euro. En muy poco tiempo el dracma irá devaluándose hasta alcanzar, por ese
mecanismo duro y despiadado pero más natural que es el mercado, su verdadero
valor. Este hecho llevará a que la masa monetaria tenga que ser incrementada y
el gobierno helénico se verá compulsado a imprimir más dinero. Así, bienes y
servicios se irán encareciendo hasta que, con buena suerte, se estabilice la
balanza con el valor que imponga la oferta y la demanda.
Mas, el pueblo griego deberá sufrir esa debacle. Un
cambio de moneda siempre es traumático para un país. Pero es peor cuando se
hace para establecer una moneda que no tiene un respaldo sólido que la
consolide en poco tiempo. Mientras más tarde en realizarse esa drástica medida,
mayor vicisitud y pérdida de nivel de vida sufrirá todo esa atormentada
sociedad, y por anastomosis más incontrolable será la inflación y sus
consecuencias para el empleo, el consumo y la inversión nacional e
internacional.
Pero hay otra ruta que pudiera considerarse como
solución para Grecia, que aunque tiene menos sabor nacionalista resultaría más
práctica. En lugar de gastarse un dinero que se sumará onerosamente a lo
desmesurado que ya adeuda la nación para pagar por la impresión de miles de
millones de billetes de dracma, que de inmediato que se pongan en circulación
comenzarán a perder valor, ¿no sería más práctico, barato y funcional comprar
dólares y aceptarlos como la moneda oficial?
El prerrequisito ineludible que tiene un cambio de
moneda es que debe ser por sorpresa. Así se evita en lo posible la mayor parte
de la especulación. Su anuncio de inmediato lanza un pánico financiero y una
desbocada carrera por salvar los ahorros y valores. Y así, apenas arrancando la
nueva moneda, provoca un enorme daño a su proceso de instauración. De primeras,
crea una afectación a toda la población haciéndola lidiar con un proceso
inflacionario aún más acelerado.
Sin embargo, de saberse con buena antelación que
Grecia asumiría el dólar como moneda, la noticia no afectaría de ninguna
manera. El dólar está respaldado por la economía más poderosa del planeta. Eso
dejaría fuera de la ecuación la fragilidad de ese nuevo circulante en el país.
La sorpresa de su instauración quedaría limitada a cuándo ocurriría el suceso.
Sin embargo, debe valorarse si a los principales
interesados, los Estados Unidos, Grecia y su entorno financiero europeo, les
convendría aceptar esa determinante medida. Por parte de USA no le traería
afectaciones a sus finanzas. Por el contrario, además del beneficio de vender
una moneda de categoría mundial, el excedente monetario de sus finanzas
nacionales siempre tendría una base europea como otro lugar de destino. Esto
significa un aporte constructivo y equilibrado en sus finanzas.
Para Grecia, la ventaja sería aún mayor. Descontado el
impacto de un proceso inflacionario galopante de inmediato a la instauración
del nuevo circulante personalizado en una moneda fuerte, la masa monetaria sería
limitada a una cantidad determinada de billetes. El realismo económico que le
traería el dólar a la economía y pueblo griegos serían demoledores, pero sanos.
Ya que es inevitable un reajuste de las perspectivas económicas de Grecia, la
adopción del dólar evitaría el recurrido procedimiento del gobierno de imprimir
más dinero cuando la economía naufraga. Los esfuerzos de las autoridades se
concentrarían en dirección de evitar la especulación y el fraude bancario con
la nueva moneda.
Para la Comunidad Económica Europea sería un alivio
tener a un antiguo miembro de la eurozona que no se ha transformado en
territorio caótico, financieramente hablando, sino en un miembro pobre de
la familia que ha empezado a organizarse para tener un crecimiento acorde a la realidad
de lo que son capaces de crear para sí. Además, la especulación y trastornos,
fraudes y componendas de una mafia financiera que podría traerle la
adopción del dracma en Grecia, quedarían anulados al tener una moneda fuerte
del otro lado de la frontera helénica.
En la región latinoamericana está el caso del Ecuador,
que por política del entonces presidente Jamil Mahuad, en enero del 2000,
estableció el dólar como moneda oficial en el país. Esa medida ha tenido por
ventajas para los ecuatorianos que logró el retorno de la confianza y la
estabilidad económica, así como freno la creciente inflación predominante en
aquel momento, atrajo las inversiones extranjeras y fortaleció el comercio
exterior. Hoy, ante los peligros de la marcada tendencia dictatorial del actual
gobernante, Rafael Correa, el dólar representa un factor de resistencia a sus
insanas aspiraciones.
Pensando en la futura Cuba, algo parecido vendría bien
en esa tierra empobrecida por la despiadada especulación financiera de la
dictadura militar. Hace unos años, la circulación libre del dólar en el
país estaba creando las bases de una independencia económica real de los
ciudadanos del todopoderoso Estado. Percibiendo el peligro mortal que esto
significaba para la conservación del régimen totalitario, materializaron un
forzoso cambio de esa moneda convertible por un dinero inventado y sin ningún
respaldo real, el CUC. Y para cargarle el costo de la impresión de
la nueva moneda al propio pueblo al que obligaba a entregar sus dólares, la mayoría
de ellos enviados como remesas familiares de USA, los dictadores gravaron un
impuesto de casi un veinte por ciento a cada dólar que se cambiara.
Pero sería demasiado largo seguir abundando sobre la
especulación, la depreciación monetaria y la inflación y miseria que provoca el
régimen castrista con las imposiciones, desaciertos y franco despojo que
constantemente pone en práctica contra el pueblo cubano. A fin de cuentas, esa
pandilla gobernante ya está vencida como una entidad maligna e improductiva que
intenta inútilmente sobrevivir de modo parásito más allá de su perverso ciclo
de existencia.
Como una certeza extraída de esta triste etapa para la
futura Cuba, el temor de los Castro ha dejado claro que poner el dólar como
moneda circulante sería un enérgico elemento de independencia ciudadana, de
impulso para espabilar y lanzar de inmediato a la economía en furioso paso
productivo. El factor legal que ampararía esta arremetida hacia el progreso se
basaría en un paso simple: anular las prohibiciones para la productividad de
bienes y servicios y su comercialización a nivel nacional e internacional.
Esa misma ansia para un progreso de base real, firme y
positiva, puede traer el dólar como moneda para el pueblo griego. Si la nación
cuna de la civilización occidental es capaz de dejar atrás trasnochados
sentimientos patrioteros y nacionalistas, el dólar puede ser la droga esencial
para la curación de sus heridas, y a la vez un educador financiero muy
eficiente. El pueblo cubano lo ha comprobado, y pese al esfuerzo de la
dictadura para hacérselo borrar de la cabeza con mayores explotación y miseria,
la población percibe con nitidez a qué moneda habrá de acudir el día que logre
liberarse del régimen castrista.
- 23 de enero, 2009
- 23 de junio, 2013
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