En Argentina faltan dólares porque sobran pesos
El Gobierno sigue incrementando las restricciones a la compra de
divisas en el mercado “oficial” y limitando “policialmente” las
transacciones en el mercado “privado”. (Para entendernos, llamo mercado
“oficial” a aquel en el que el Gobierno debe vender reservas del Banco
Central, y llamo mercado “privado” a aquel que, siendo una mera
transacción entre privados, no afecta las reservas del Banco Central.)
Al mercado oficial de divisas sólo se puede acceder para realizar una
importación de bienes o servicios, mediante una autorización previa. O
para pagar una deuda, una regalía o algún otro compromiso con el
exterior, también mediante una autorización previa. Se puede acceder
asimismo a un cupo arbitrario, sujeto a la intervención ilegal de la
AFIP, si se viaja al exterior. Finalmente, se pueden hacer transacciones
al precio oficial comprando o gastando en el exterior, mediante
tarjetas de crédito o débito y, en ese caso, dependiendo del monto y del
tipo de bien de que se trate, se abona, además, un anticipo del
impuesto a las ganancias o bienes personales del 15% y se pagan los
recargos aduaneros correspondientes. Este mercado oficial es
“alimentado” por la oferta de los exportadores, obligados a vender sus
dólares a plazos que varían, según el producto de que se trate, y a un
precio “neto” que también varía, dado que para muchas mercaderías
existen derechos de exportación (retenciones) o reembolsos y reintegros.
En síntesis, el mercado “oficial” recibe el producido de las
exportaciones y eventuales créditos externos, y limita la venta a los
particulares para “cuidar” las reservas del Banco Central.
¿Por qué, de pronto, resulta necesario cuidar las reservas del Banco
Central? Porque en los últimos años la política económica desalentó la
producción de “exportables” en general, dando preferencia al mercado
interno. En ese marco, se obligó a los productores de petróleo, gas,
trigo, carne y maíz a vender por debajo del precio internacional
–subsidiando al resto de los productores/consumidores, según el caso–.
Se siguió una política cambiaria monetaria que generó una caída del
tipo de cambio real –tasa de devaluación, comparada con la tasa de
inflación verdadera– que se compensó, hasta el año pasado, por la
“revaluación” de las monedas regionales, en particular el real, pero que
ahora se nota más porque en el último año Brasil devaluó un 25 por
ciento. Porque esa caída del tipo de cambio real, sumada al “desprecio”
por el “clima de negocios” y la tasa de interés negativa en pesos, llevó
a los ahorristas a dolarizar sus portafolios comprando dólares mientras
se pudo. Y, finalmente, porque la sequía disminuyó la oferta de dólares
provenientes de la soja y subproductos, en un año con vencimientos
importantes de deuda externa.
Como el Gobierno no quiere solucionar este faltante de dólares con
una devaluación, para no reducir el salario medido en dólares, decidió,
entonces, compensar este faltante “racionando”. Y, en lugar del salario,
se afecta el empleo privado, que disminuye.
El acceso al mercado oficial sólo podrá aliviarse parcialmente en la
medida que el agro –clima y situación internacional mediante– provea más
dólares el año que viene, con menos deuda externa a pagar.
¿Por qué, además, el Gobierno interviene en el mercado “privado”, si
allí no pierde reservas? Porque necesita emitir pesos a un ritmo del 40%
anual para financiar el gasto público –pese al récord de presión
tributaria formal– y esos pesos, si se volcaran a comprar dólares en el
mercado privado, aumentarían su precio, incrementando aun más la brecha
con el precio oficial. Y, más temprano que tarde, eso presionaría sobre
el resto de los precios de la economía y la tasa de interés en pesos. De
allí la persecución policial y las restricciones en un mercado donde no
se pierden dólares de las reservas.
En síntesis, las restricciones a la compra de dólares oficiales
dependen de lo que pase con la soja el año que viene. Quizá se alivien
algo para importaciones, en alguna fiestita consumista preelectoral. En
cambio, las restricciones en el mercado privado responden a la necesidad
de emitir muchos pesos para financiar el gasto y tener un “coto de
caza” para cobrar el impuesto inflacionario sin una explosión.
Nuestros pesos siguen perdiendo valor. Pero ahora la imprenta es nac & pop.
- 28 de diciembre, 2009
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