Los argentinos retoman las cacerolas
En octubre de 2011, la
presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, obtenía una cómoda
reelección con un enorme apoyo popular. Este jueves la mandataria
enfrentó la primera protesta masiva en contra de su segundo gobierno.
La capital, Buenos Aires, y otras ciudades del
interior del país fueron escenario de manifestaciones, convocadas
mayormente a través de redes sociales para protestar por una serie de
restricciones que la jefa de Estado comenzó a aplicar en los últimos
meses.
Primero limitó el ingreso de productos importados, de los cuales Argentina dependía en gran medida.
Luego vino una fuerte restricción a la compra de
divisas y los argentinos, que históricamente han estado acostumbrados a
ahorrar en dólares, perdieron la posibilidad de comprar moneda
estadounidense de forma legal.
Después de limitar al máximo la salida de
divisas en el país (incluso se les prohibió a las empresas girar
dividendos), las autoridades pusieron el foco en frenar el gasto de los
argentinos en el exterior.
Y en una serie de anuncios inesperados, el gobierno comenzó a implementar medidas para desincentivar los viajes fuera del país.
Las medidas, defendidas principalmente por los
seguidores de la presidenta, han disparado las críticas en algunos
sectores de la sociedad argentina.
"Yo nerviosa no me voy a poner, que se queden tranquilos", aseguró Fernández en un acto mientras se desarrollaban las protestas.
Viajar, un desafío
"Están erosionando nuestras libertades", dice uno de los manifestantes.
Con una inflación anual que economistas privados
colocan cerca del 24% (aunque el gobierno sólo reconoce la mitad), en
los últimos años muchos argentinos han optado por viajar y consumir en
vez de depositar sus ahorros en los bancos donde, con una tasa de
interés del 12%, su dinero pierde mitad de su valor cada año.
Según datos oficiales, durante el mandato de Fernández de Kirchner el turismo argentino en el exterior creció un 143%.
Sólo en 2011, viajaron fuera del país casi 6,7
millones de los 42 millones de argentinos, y gastaron US$5.321 millones,
de acuerdo con las cifras del Ministerio de Turismo.
Para reducir ese gasto, que también es
considerado una fuga de capitales, el gobierno, a través del fisco, fue
implementando medidas que complican severamente a quienes quieren salir
del país.
Ante el panorama actual de restricciones los
argentinos enfrentan dos opciones para poder viajar: comprar dólares en
el mercado negro (a más de un 30% de su valor oficial) o utilizar sus
tarjetas de crédito.
Muchos optaron por esto último. Hasta
septiembre, cuando el gobierno anunció un recargo del 15% para las
compras realizadas en el exterior con tarjetas, algo que limitará las
posibilidades de muchos argentinos de clase media de viajar.
Algunos argentinos consideran que las crecientes
restricciones los están convirtiendo en prisioneros de su propio país.
"No queremos acabar como Cuba", fue una de las denuncias de la marcha de
este jueves.
Sin embargo, la presidenta Fernández ha negado
que busque limitar la salida de los argentinos y consideró "mitos
urbanos" las quejas sobre la falta de acceso a divisas para viajar.
Pérdida de libertades
Cristina Fernández enfrenta la primera convocatoria masiva en contra de su gobierno
"Estoy harta de que se metan en mi vida, que me
digan qué hacer con mis ahorros, dónde tengo que pasar mis vacaciones",
resumió a BBC Mundo una joven para explicar por qué decidió salir a
protestar contra el gobierno.
"Están erosionando nuestras libertades", asintió una mujer mayor a su lado.
Donde más se siente la indignación de mucha
gente es en las redes sociales. Allí muchos critican el estilo
"autoritario" que ha adoptado la mandataria y la comparan con su par
venezolano, Hugo Chávez.
Algunos aseguran que el país está siguiendo el modelo bolivariano y en tono de burla lo han rebautizado "Argenzuela".
Ver: ¿Se parecen Argentina y Venezuela?
Sin embargo, también hay quienes creen que las
medidas del gobierno apuntan a romper la dependencia del país con la
moneda estadounidense y celebran la "pesificación" de algunos mercados
hasta ahora completamente dolarizados, como el inmobiliario.
También muchos defensores de la mandataria,
lejos de criticar la interferencia del Estado en la vida privada, apoyan
el papel más fuerte que se le ha dado al fisco, la entidad que
implementa la mayoría de las restricciones anunciadas.
"En este país siempre hubo una alta tasa de
evasión fiscal y me parece bien que los mayores controles eviten que
tanta gente zafe de pagar", señaló a BBC Mundo Florencia, una médica.
Se necesitan fondos
Los argentinos también se oponen a una nueva reelección de Cristina Fernández.
Para los economistas, la obsesión gubernamental
por evitar la salida de capitales –una fuga que en 2011 superó los
US$20.000 millones– tiene menos que ver con la ideología y más con los
números.
En los primeros siete meses del año, el Estado
acumuló un déficit de US$2.900 millones, en parte gracias a una costosa
política de subsidios al transporte y a la energía.
Según datos del Ieral, el instituto de
investigaciones económicas de la Fundación Mediterránea, el gasto
público en Argentina supera el 45% del Producto Interno Bruto (PIB), y
sigue creciendo.
Por eso, especialistas como Nicolás Bridger, de
la asesora financiera Prefinex, consideran que las restricciones del
gobierno están apuntadas a financiar los gastos del Estado, ante las
limitaciones del país para acceder al mercado internacional de
capitales.
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