El miedo a la libertad (I)

El problema de la sociedad contemporánea no es un exceso de individualismo, sino la existencia de una estructura institucional deficitaria: sin dispersión pluralista del poder, sin independencia judicial, sin elecciones de jueces, sin separación de poderes, sin democracia directa, sin protección de la igualdad ante la ley…
La ideas que promueve la casta política están deteriorando el marco institucional
y "guiando" España hacia la fragmentación en Reinos de taifas donde
triunfan la corrupción, la prevaricación y el intervencionismo; con una
actitud acrítica, dócil y borreguil de la población y con ausencia del
Estado de Derecho para la protección eficiente de la libertad y del
ejercicio de los derechos individuales que son los responsables del crecimiento económico.
Hoy quiero analizar brevemente la paradoja de la libertad
porque, en teoría, una democracia multipartidista promueve el ejercicio
de la libertad de elegir pero, en la práctica, gran parte de la
población renuncia a ejercer responsablemente su libertad individual y
prefiere ser guiada dócilmente en la dirección que decida la casta política
en cada territorio; con la ayuda de leyes, actos administrativos y,
especialmente, medios de comunicación que trabajan al servicio de ideas
intervencionistas.
De hecho, operan mecanismos psicológicos que permiten a muchos
ciudadanos rehuir su propia responsabilidad individual. El
psicoanalista Erich Fromm publicó en 1941 el libro El Miedo a la Libertad
en donde, desde el individualismo metodológico, analizaba el
comportamiento social de los individuos y la evolución que se produce en
las sociedades como consecuencia del arraigo de determinados patrones
de comportamiento.
Su psicología social identificaba tres mecanismos de evasión psicológica de la responsabilidad individual,que
explican el apoyo de una mayoría de la población a líderes e ideologías
colectivistas, nihilistas o conformistas que terminan destruyendo la
libertad individual en las sociedades abiertas:
- Autoritarismo (o colectivismo) caracterizado por el
abandono de la independencia del propio yo individual que, ante un
entorno de crisis e incertidumbre, siente la necesidad de que le dirijan
y cede su responsabilidad psicológica a algo o alguien exterior, como
un Estado dirigido por un líder político, social o religioso, con el
objetivo de adquirir la fuerza de la cual carece el propio yo del
individuo y así intentar encontrar una solución fácil ante la
incertidumbre vital que padece.
- Destructividad (o nihilismo) que consiste en la búsqueda
de la destrucción de algo o alguien exterior, como forma de evasión del
individuo en contra de su aislamiento en la sociedad, destruyendo
instituciones o personas del mundo que le rodea, y como intento
psicológico desesperado de no sucumbir ante la adversidad.
- Conformidad Automática (o conformismo) que se caracteriza
porque el individuo dejar de ser él (completamente libre) y asume el
papel que la sociedad le asigna, renunciando a ejercer su propia
responsabilidad individual y al análisis crítico de la realidad y, por
tanto, asumiendo como propias las ideas de algo o alguien exterior
(políticos y medios de comunicación) y, en definitiva, siendo acrítico y
conforme con las imposiciones coactivas que le vengan del exterior
(Estado).
El individuo tiene instintos primarios individuales, inmanentes e
innatos, que le permiten sobrevivir y le proporcionan seguridad para
actuar en un orden extenso, complejo y abierto de colaboración humana
(sociedad civilizada) como, por ejemplo, el respeto por la vida, la
libertad, la propiedad y la búsqueda de la igualdad de trato ante la ley
y el cumplimiento de los contratos.
Sin embargo, desde temprana edad, a cada individuo se le enseñan
instintos secundarios (colectivos o sociales), es decir, se le adoctrina
a pensar y experimentar sentimientos que no le pertenecen, con normas
sociales inculcadas mediante la educación por la familia, el entorno
sociocultural, la religión, la ideología y, especialmente, por el
Estado.
Según Erich Fromm, se produce una separación del yo real del
individuo que, en una mayoría de casos, puede forzar un sentimiento de
soledad y alienación por supeditación de la persona a lo que es
socialmente correcto (en cada momento y en cada territorio) y, por
tanto, por el abandono de la libertad individual para decidir
responsablemente.
Estos factores psicológicos llevan al hombre hacia la toma de
decisiones a medio camino entre lo racional y lo irracional, a supeditar
su voluntad a instintos secundarios adquiridos socialmente, y a ponerse
bajo el mando de dictadores o de dirigentes políticos, sociales y
religiosos que "guían" la sociedad hacia una utopía intervencionista.
El análisis de la psicología del nazismo que realiza Eric Fromm
muestra como la población de una democracia como la Alemania de los años
30 en el siglo XX apoyó y quedó supeditada a las tendencias
psicológicas sadomasoquistas, de anhelo de poder de dominación y de
sumisión a un poder exterior omnipotente como la , la "cultura" o la "nación" superiores a otras, supuestamente más débiles.
Como menciona Erich Fromm de modo absolutamente clarividente:
La 'revolución' de Hitler, y a ese respecto también la de Mussolini,
se llevaron a cabo bajo la protección de las autoridades existentes, y
sus objetivos favoritos fueron los que no estaban en condiciones de
defenderse. (Fromm, E.: 2008 [1941], p. 224)
Ese análisis psicológico del nacionalsocialismo lo abordaré en el
próximo artículo, porque no deja de sorprender cómo se siguen
produciendo involuciones institucionales
ante la inacción de las autoridades, y cómo existe un enorme similitud
con la psicología del nazismo en el arraigo y la imposición de la ideología nacional-separatista en Cataluña, Galicia y, especialmente, en el País Vasco.
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