Mario Vargas Llosa: «El nacionalismo no ha dado ni un solo libro legible»
Con 15
años un imberbe Vargas Llosa (Arequipa, 1936) hacía sus primeras armas
en el periodismo en un diario de Lima. "En ese tiempo las redacciones
eran una pecera llena de humo, con un ruido infernal de las máquinas de
escribir, las Remington y las Underwood. Los periodistas
llevaban una vida bohemia: trabajaban hasta altas horas y luego salían a
pecar, con hambre de noche, y siempre viviendo en el límite entre lo
prohibido y lo permitido, lo decente y lo indecente…". Así describe el Nobel peruano el marco de aquella primeriza incursión en el oficio, que luego volcaría por extenso en Conversación en La Catedral,
magistral novela en la que el protagonista, Zavalita, tiene mucho de
aquel redactor novato que fue el propio Vargas Llosa en esa época.
Ha llovido mucho desde entonces. El autor de La fiesta del chivo
luce un currículo literario plagado de hitos relucientes. Son las
novelas que le han llevado a cosechar premios como el Cervantes y el
Nobel. Pero en paralelo a esos desvelos como narrador de largo
aliento, Vargas Llosa siempre ha estado con los pies bien firmes en la
trinchera del periodismo. Lo atestiguan los tres volúmenes que acaba de publicar Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores [(Piedra de toque I (1962-1983), Piedra de toque II (1984-1999) y Piedra de toque III (2000-2012)], que recogen todos sus artículos periodísticos escritos desde 1962 hasta nuestros días y que forman parte de las Obras completas
que viene publicando este sello desde 2004. Más de 1.500 páginas que él
mismo concibe como una suerte de "biografía intelectual", cifrada a lo
largo de 50 años colaborando con diversos medios: El Comercio, las revistas Caretas y Cambio 16, El País (desde 1990)…
"Vargas Llosa quería que figurase todo. Incluso algunos textos sobre los
que ha rectificado después", explica Antoni Munné, quien ha estado a
cargo del ímprobo trabajo de aglutinar y dar coherencia a un caudal de
letra impresa tan vasto. En los tres volúmenes se han reunido los
artículos aparecidos en prensa diaria o semanal, que Munné califica de
"intervención" y "actualidad". Los de mayor extensión se han reservado
para la edición del volumen dedicado a su producción ensayística. La
presentación de los textos obedece a un criterio cronológico, y la fecha
de 1962 la ha tomado como punto de partida porque por ahí empezaba
también la primera compilación de la obra periodística de Vargas Llosa: Contra viento y marea. Luego vendrían Desafíos a la libertad, El lenguaje de la pasión y De sables y utopías (todos ellos están incluidos en las Obras completas). Pero, según Munné, dos terceras partes de lo que sale nunca había sido editado en libro.
La pretensión de Vargas Llosa de agrupar todo lo que fuese posible
encontrar brinda una perfecta oportunidad para analizar su evolución
ideológica. En particular, su tránsito de la izquierda
socialista al liberalismo, que tuvo como puntos de inflexión más
marcados la invasión de Checoslovaquia por los carros de combate
soviéticos en 1968 y el caso Padilla en Cuba (1971). Vargas
Llosa redactó la carta dirigida a Castro por una serie de intelectuales
occidentales (Pier Paolo Pasolini, Italo Calvino, Hans Maganus
Erzensberger, Jorge Semprún, Susan Sontag…), en la que denunciaba las
más que probables torturas a que fue sometido el poeta para desdecirse
de sus críticas al régimen.
Otro de los campos de análisis que abre la unificación de todos estos
textos es su conexión con las novelas. En 2000, por ejemplo, Vargas
Llosa dedica uno de sus artículos a Roger Casement, figura protagonista
de El sueño del celta. El paso de un territorio al otro, del
periodismo a la literatura, sigue siendo "un misterio" para Vargas
Llosa. "Es algo de lo que no me doy cuenta. De pronto una investigación
que estoy haciendo para un artículo lo termina siendo para una novela.
Llevo toda la vida preguntándome qué hace que sólo algunas de las
historias que me llegan tengan la virtud de quedarse grabadas en mi
memoria y se conviertan en novelas". De todas formas, con esa conexión,
afirma Vargas Llosa, "hay que tener cuidado": "El periodismo
puede empujar al escritor hacia el facilismo. En el primero, el lenguaje
es un instrumento, mientras que en la literatura debe ser un fin en sí
mismo. Cuando escribo un artículo me mantengo en el mundo de la
racionalidad, pero cuando escribo una novela intento abandonarme al
flujo de la fantasía".
En estos cincuenta años el oficio periodístico ha cambiado mucho. No
sólo porque aquellas peceras de humo hoy han mutado en "farmacias
suizas". Vargas Llosa cree que las nuevas tecnologías lo han beneficiado
en muchos aspectos pero en otros lo han empantanado de confusión. "Hace
un par de años una señora se me acercó en Buenos Aires para felicitarme
por un artículo que yo había escrito elogiando a las mujeres. Le dije
que se equivocaba, que yo no lo había escrito. Luego me enseñaron el
artículo en internet firmado por mí. Era de una cursilería espantosa".
Alucinado con la suplantación de que había sido víctima, Vargas Llosa
intentó conocer quién había sido su autor, pero pronto desistió, por lo
complicado que resulta. La identidad del periodista, a su juicio, es
demasiado frágil en el laberinto digital.
La vocación periodística de Vargas Llosa queda acreditada también en su
rapidez y solvencia para abordar cualquier pregunta de la actualidad
informativa más reciente. En la presentación de sus piedras de toque
esta mañana en la sede del Círculo de Lectores, le pusieron dos temas
que han ocupado las portadas de los últimos días. Primero, la dimisión
de Esperanza Aguirre: "Nos ha dejado huérfanos, no solo a los que la
admiramos sino también a sus adversarios, porque hay pocos casos de
políticos tan atacados. Ella ha sido una política de convicción, que ha
defendido sin complejos sus ideas liberales". Segundo, la manifestación
de fuerza del nacionalismo catalán en las calles de Barcelona durante
La Diada: "He vivido mucho en Barcelona. Tengo muchísimos amigos allí.
Creo que los catalanes son los españoles con los pies mejor parados en
la tierra, por eso me cuesta tanto creer que una mayoría de ellos vea en
el nacionalismo, una ideología que no ha dado ni un solo libro legible,
una solución a sus problemas. Mientras no lo vea no podré creerlo".
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