El paredón chavista
…¿el
fin justifica los medios?…
La
operación urdida y ejecutada contra Juan Carlos Caldera fue planificada con el
expreso propósito de detener el ascenso de Henrique Capriles. La acción
inmediata del candidato, las declaraciones del propio Caldera y su posterior
intervención en la Asamblea Nacional, evitaron que la artera maniobra
consiguiera sus objetivos. La cúpula chavista es demasiado torpe y rústica. Los
fraudes los perpetra con seres tan abominables, que jamás pegan una.
Los
tiros siempre le salen por la culata. Terminan causándose daño ellos mismos.
Ruperti –junto a Didalco, De Lima y Ojeda- integran la galería de recientes
personajes nauseabundos y mediocres que actúan como brazos ejecutores de una
política dirigida a destruir o linchar moralmente a los adversarios. La
desesperación del Comando Carabobo acabó con todo vestigio de respeto por la
política entendida como escenario donde se dirime, de forma civilizada, la
lucha por el poder.
Esa
gente a lo mejor leyó alguna vez a Maquiavelo, sin jamás entenderlo. Para el
autor de El Príncipe el fin justifica los medios, pero dentro de parámetros
éticos rigurosos. La disputa por el poder, según el fundador de la ciencia
política moderna, de ningún modo constituye el charco pestilente donde
cualquier traición está permitida. Esta fue la interpretación que la izquierda
revolucionaria marxista les dio a las enseñanzas del maestro florentino a
partir de las exegesis de Lenin, Stalin y Mao.
En
la operación tramada para acabar con la incipiente carrera política del
diputado de Primero Justicia hubo premeditación, alevosía y nocturnidad, todos
componentes contemplados en el Código Civil para agravar el crimen de una
persona. Como parte de su plan de destrucción de la democracia y de los
partidos políticos, el chavismo eliminó el financiamiento público de estas
organizaciones, al igual que las ayudas internacionales y los aportes privados
nacionales. Estas agrupaciones quedaron atadas de pies y manos. Frente a este
cerco financiero los dirigentes están obligados a realizar malabarismo para
conseguir fondos, problema que no confronta el PSUV pues cuenta con la palanca
de PDVSA y el SENIAT.
En
este cuadro de severas restricciones se fraguó la decapitación de Caldera. No
la tramaron unos monaguillos dedicados a auxiliar un modesto cura de parroquia,
sino unos facinerosos que han acabado con el erario público, que fueron
financiados en 1998 por el BBV y que a su vez les inyectaron musculatura
económica a la primera candidatura de Oyanta Humala, a Manuel López Obrador, a
Manuel Zelaya, y que han constituido un soporte irremplazable de la dictadura
cubana de los hermanos Castro, y de las autocracias disfrazadas lideradas por
Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa.
La
nada santa Madres de la Plaza de Mayo ha recibido millones de dólares del
régimen. Chávez ha sido dispendioso con los partidos, ONG y líderes de afuera,
e inconmoviblemente avaro con los grupos que le hacen oposición interna.
Juan
Carlos Caldera cometió un desliz que en política suele pagarse muy caro y,
probablemente, es de los que más cuesta perdonarle a un líder: fue ingenuo.
Confió en una crápula. La única referencia significativa que tenía de ese
sujeto era su estrecha relación económica con el gobierno.
La forma como había incrementado su inmensa fortuna en los años recientes,
cuando miles de empresarios han quebrado o han sido expropiados sin
indemnización alguna, era sospechosa. A lo mejor para un veterano corrido en
siete plazos, ese dato habría sido suficiente para no creerle ni el saludo. El
joven congresista no pudo percibir la maldad detrás de la aparente y
desinteresada generosidad.
Ahora
bien, no existe ninguna ley que castigue con cárcel a los ingenuos -o a los
vivos- urgidos de obtener fondos para promoverse como candidatos a una
alcaldía., y que tratan de conseguirlos con personas que disfrutan de plena
libertad, no tienen ningún juicio o proceso penal en su contra y, además, les
sobra el dinero. Recibir dinero de alguien que no exige a cambio ninguna
contraprestación ilegal y que no está condenado ni perseguido por maleante,
nunca ha sido penado.
En
todo este lamentable episodio, la oposición no dejó acorralarse ni chantajearse
por los filibusteros del chavismo. No les dio gusto a los perros de presa. Las
cosas se han resuelto con rapidez y solvencia.
Caldera tendrá bastante tiempo para recuperar su imagen, injustamente
maltratada, antes de las elecciones de alcalde el año próximo. Esperemos que
pueda hacerlo.
- 23 de julio, 2015
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