Venezuela: El bravo pueblo despierta
El Tiempo, Bogotá
Hay
realidades que uno sólo percibe al observarlas de cerca. Me ocurrió cuando,
luego de vivir casi veinte años en París, decidí regresar a Colombia y ver en
sus ámbitos más remotos -Caquetá, Guaviare, Vichada, Arauca, sur de Bolívar,
Urabá y otros- lo que allí se estaba viviendo. Descubrí entonces una realidad
estremecedora que la refinada Bogotá de cocteles, inauguraciones, foros y
seminarios suele ignorar.
Algo
parecido me acaba de ocurrir al ver de cerca, tras una breve visita a Caracas,
cómo vive Venezuela la campaña electoral que culmina en las elecciones del
próximo 7 de octubre. No es lo que imaginábamos. O mejor, lo que yo mismo había
percibido meses atrás. Entonces, Chávez parecía invencible. Tenía todo en sus
manos para asegurar una nueva reelección. Todas las esperanzas de la oposición
radicaban en su frágil estado de salud. De resto, uno veía en la opinión
adversa a su régimen una amarga resignación. El miedo acallaba protestas.
Pues
bien, basta llegar a Caracas para darse cuenta de que la realidad que hoy vive
Venezuela es otra. El descontento general ha revertido las tendencias. Después
de haber recorrido dos veces el país hasta los más remotos caseríos y de haber
presidido en Caracas multitudinarias marchas, Capriles Radonski ha logrado
desterrar el miedo y convertirlo ahora en alegría, entusiasmo y decisión.
Cuanta persona uno encuentra habla a favor suyo. Afiches con su imagen cuelgan
de todos los postes de la ciudad. Jóvenes estudiantes reparten en las calles
sus hojas de propaganda. Los barrios populares, como Catia o el 23 de Enero, ya
no son terreno vedado para el candidato de la oposición.
No
sucede lo mismo con el Chávez candidato. Si bien dóciles seguidores suyos
acuden a sus mítines con franelas y gorras rojas, uno no percibe en ellos
espontaneidad alguna. Se siente que cumplen más bien con una obligación
remunerada. Y, cosa realmente triste, en las palabras de Chávez se advierte
algo parecido a un toque de despedida. Su enfermedad ya no es el tema alrededor
del cual giran todas las expectativas del país.
Detrás
de esta nueva situación no están sólo el carisma evidente de Capriles y la
esperanza que representa, sino, sobre todo, el descontento que hoy provocan catorce
años de desastres. Son visibles. Por ejemplo, la inseguridad: 19.300 asesinatos
se registraron el año pasado. Caracas es la ciudad más violenta e insegura del
continente. Cualquier conductor corre el riesgo de que al lado de su vehículo
se detengan dos motorizados y golpeen el vidrio con sus pistolas exigiéndole la
entrega de su celular.
Otros
problemas alarmantes: el despilfarro de los recursos nacionales por cuenta de
un presidente manirroto; también la corrupción, la incompetencia estatal, el
deterioro de las vías y, sobre todo, el empobrecimiento. Como bien lo anota
Carlos Alberto Montaner, aunque los salarios, por obra y gracia de la demagogia
populista, aumentaron un 571 por ciento en los últimos once años, los precios
subieron un 733 por ciento. Al mismo tiempo, la escasez de productos básicos
provoca en uno desconcierto. En todo el barrio de Las Mercedes -donde me
encontraba alojado- no se consigue un huevo. Es un artículo tan exótico como el
caviar.
Sí,
la necesidad de un cambio se hace sentir como nunca en Venezuela. Trampas
pueden presentarse para desconocer el muy probable triunfo de Capriles. Chávez
ha puesto toda suerte de cerrojos en el sistema electoral, hasta el punto de
obtener que el CNE (Consejo Nacional Electoral) se niegue a recibir
observadores internacionales. Pero no será fácil que una oposición en plena
efervescencia, como lo he visto, acepte un fraude oficial con mansedumbre. El
bravo pueblo está despertando.
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