Venezuela: A un paso de lo que parecía imposible
Coronando con
éxito una brillante y disciplinada estrategia de comunicación, que ha implicado
un notable esfuerzo personal, Henrique Capriles Radonski se aproxima al final
de la actual campaña electoral con una amplísima posibilidad de ganar las
elecciones de la semana que viene.
En este punto
del desarrollo de la contienda podemos distinguir dos fuerzas de un tamaño
relativamente aproximado, cada una de las cuales, sin embargo, vive dos
circunstancias distintas: una de ellas, de acuerdo a todos los sondeos, avanza
con claridad, se apodera de la voluntad de los indecisos y replica dos actos
multitudinarios por día. La otra, la oficialista, con todo su arraigo,
permanece estática. Sus amagos lucen repetidos, sus consignas recalentadas, la
asistencia a sus actos irregulares, y su frecuencia bastante inferior.
En otra ocasión
comentábamos que uno de los haberes fundamentales de Capriles ha sido el de
metabolizar el discurso y el desempeño cualitativo de la oposición. A
diferencia de lo que ha ocurrido en otros eventos, la creación del Comando
Venezuela como plataforma política y electoral de la Unidad Democrática ha
hecho realidad una directriz estratégica considerablemente depurada, cuya sola
existencia supera con claridad toda la realidad preexistente.
Llegamos a la
víspera del 7 de octubre y la encomienda está hecha: la Unidad Democrática está
en su mejor momento.
Ningún detalle
ha quedado fuera: un discurso bordado con claves populares, que ha logrado
domesticar a los cínicos y conoció un crecimiento espectacular con el paso de
las semanas. Una postura inequívocamente cuestionadora en torno al desastroso
estado de cosas actual, que no deja de hacer hincapié en restaurar los valores
de la convivencia civil consagrados en la Constitución Nacional. Una puesta en
escena sencilla, estructurada con los motivos de la bandera nacional, sin
aditamentos que la adulteren, con una consigna, "Hay un camino", que
se adhiere con facilidad a cualquier voluntad para ser presentada en la calle
como santo y seña.
Todo lo cual es
el resultado de una estrategia previa que ya tiene unos dos años de duración,
también claramente exitosa: la creación de la Mesa de la Unidad Democrática
(instancia a la cual algunas miopías crónicas se empeñaron en regatearle sus
méritos y posibilidades con tozuda mezquindad) como seno del comando político
de las fuerzas democráticas; la consolidación de la estrategia unitaria de las
elecciones parlamentarias; la exitosa consulta de las elecciones primarias de
febrero de este año y la presentación del programa de gobierno de la Unidad,
que tuvo lugar un poco antes.
Es este el
corolario que nos ha colocado a un paso de aquello que, hace apenas unos años,
lucía imposible: el desarrollo de una estrategia pacífica, constitucional y
democrática que haga realidad la urgente necesidad de cambiar de gobierno. Un
paso adelante para normalizar la vida nacional y hacer efectiva la meta de la
reconciliación política con el chavismo.
El que quiera
puede pasarle somera revisión al calamitoso estado de toda la oposición en un
año tan cercano como el 2005 para calibrar cuánto se ha avanzado. Solemos
olvidarlo: aquella oposición que tantos quebraderos de cabeza la trajo a la
ciudadanía en virtud de la inoperancia, es hoy, gracias a esta secuencia de
aciertos, una temible maquinaria que viene de menos a más, que todos los días
capta nuevos adeptos y está hoy a un paso de ganar las elecciones.
Con un añadido:
también a diferencia de lo que antes sucedía, gracias al vertiginoso
crecimiento personal que ha experimentado Capriles como líder del descontento
popular, hoy podemos afirmar que es, además, una oposición con liderazgo.
El país
democrático, en este momento mayoritario, no tiene un abanderado exclusivo para
ejercer contrapeso a un proyecto fraudulento y rupturista que le irrita y le
perturba. Está acompañando a un líder al que respeta y en el cual cree de
manera firme. Independientemente, incluso, de cuál sea el resultado de la
semana que viene. En el desarrollo de la fragua, acompañado por literalmente
todo el país nacional, Capriles Radonski se ha ido ganando la "auctoritas"
necesaria para ser reconocido como el conductor político que los ciudadanos no
tenían.
La Grita,
Valencia, Maturín, Maracay.
Capriles
Radonski ha dejado electrizados a todas las ciudades y pueblos que recorre.
Su campaña
electoral, con su ambiciosa y penetrante seguidilla de giras, será recordada
como una de las más acertadas y completas de la historia electoral de este
país.
Mientras hago
el recuento, me vienen a la memoria las apreciaciones del director de una firma
encuestadora que tiene al Palacio de Miraflores como su principal cliente, y la
de una conocida profesora universitaria de comunicación que quiere hacer pasar
sus pasiones políticas por verdades académicas reveladas, afirmando que la
coalición de fuerzas democráticas "no emociona a la población"; es
"un jardín sin flores" o "no tiene proyecto de país".
La verdad es
que, en un momento como este, cuesta no contener la risa ante estas
enormidades. Se quieren hacer pasar por científicos y fundamentados, pero es
obvio que están muy preocupados.
- 25 de noviembre, 2013
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