El Salvador y su presupuesto 2013
Tarea complicada la del Ministro de Hacienda. No por la complejidad
técnica del presupuesto, que obviamente no lo va a asustar, sino por
tener que dar la cara por entidades públicas administradas por
políticos. Que viven de la política. Y que poco caso le hacen a los
presupuestos.
Son entidades que se recetan bonos para
"distribución de excedentes presupuestarios" tal como ocurrió
recientemente, o que se auto-aprueban aumentos de presupuesto con el
voto de "apenas" 80 de sus 84 miembros. Caviar para todos.
El
presupuesto es, o debiera ser…, una hoja de ruta. El camino trazado en
un mapa antes de emprender el viaje. Que se esperaría termine siendo
parecido al previamente supuesto. Al pre-supuesto.
Desafortunadamente,
cuando se habla de finanzas públicas el camino señalado por los
presupuestos es olvidado rápidamente. Especialmente cuando se cae en la
rutina de hacerlos como un simple trámite para cumplir con la ley. Y
cuando las reparticiones no lo utilizan como herramienta de gestión.
Por
el contrario, cuando están bien estimados, los presupuestos son útiles
herramientas para la correcta administración de los recursos
disponibles. Indicando el origen y la aplicación de los fondos
necesarios.
¿Origen? Impuestos o endeudamiento. ¿Aplicación?
Seguridad, justicia, salud, educación, etc. Los subsidios desenfocados y
otros despilfarros también son aplicaciones. Pero de las malas.
Independientemente
de la ideología de los diputados que aprueban los presupuestos, los
aspectos relevantes son tres: a) la factibilidad de que los ingresos
proyectados puedan ser alcanzados, b) la razonabilidad, medida por su
impacto social, de la distribución de los egresos, y c) la eventual
necesidad de endeudamiento adicional.
Es discutible que tales
cosas estén tan claras en el presupuesto 2013, recientemente presentado a
la Asamblea por un total de US$ 4,505.3 millones.
La factibilidad
de alcanzar los ingresos proyectados depende de que el crecimiento sea
del 2.3% anual. Bajo, pero superior al de los últimos años.
La
razonabilidad de la distribución no es algo que se le pueda pedir a
Hacienda: depende de las áreas que ejecutan el gasto. Que no suelen
caracterizarse por su razonabilidad.
Y todos los antecedentes
indican que los escasos US$ 217.7 millones previstos como "desembolsos
de préstamos" (nueva deuda) no serán suficientes para equilibrar el
presupuesto. Sobre todo porque paralelamente se contempla pagar deuda
existente por US$ 248.9 millones.
La cifra es asombrosamente
parecida a la del presupuesto 2011, que había sido de US$ 4,503.5
millones, aunque cabe aclarar que aquel presupuesto incluía una partida
específica para la cancelación de eurobonos por US$ 653.5 millones. En
otras palabras, los gastos presupuestados para 2013 superan a los del
2011 en unos US$ 660 millones (US$ 4,256.4 millones vs. US$ 3,595.9
millones).
Es, asimismo, ilustrativo hablar del presupuesto de
2011, porque es el último ejercicio finalizado, y cuyo presupuesto ya se
puede comparar con la realidad. Una que muestra que ese ejercicio se
cerró con un déficit fiscal de US$ 906.5 millones.
No es
necesariamente malo que el presupuesto de 2013 sea mayor que los
anteriores. Es cierto que en El Salvador hay muchas carencias, y que el
peso del total de gastos para el funcionamiento del Estado es el 18% del
PIB estimado para 2013. También es cierto que ese "peso del Estado" es
relativamente bajo comparado con el de otros países.
También es
cierto, claro, que donde la carga del Estado es mayor, usualmente las
personas reciben a cambio servicios públicos de calidad. Esos que en
nuestros barrios latinos quienes los quieran recibir deben pagar aparte:
salud, educación, seguridad física, etc. Sin mencionar otros servicios
de los cuales hay que resignarse a carecer: infraestructura y seguridad
jurídica.
El Salvador requiere que se eleve el nivel del debate
presupuestario. El oficialismo debería revisar las premisas de sus
números, exigiendo mejor ejecución del gasto. Y la oposición debería ser
propositiva: sería saludable que presentase una propuesta de
presupuesto propia. Experiencia se supone que tienen.
La sociedad espera más de ambos.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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