Un cómodo paraguas que se perpetúa
Hugo Chávez permanecerá otros seis años al frente del
gobierno de Venezuela. El software electoral de Caracas convalidó anoche
con un triunfo muy amplio el experimento populista-autoritario que,
envuelto en la bandera antiliberal, Chávez ofrece como espejo para otros
países de América del Sur desde hace 14 años.
Una franja importante de la izquierda latinoamericana
festeja que la ensoñación revolucionaria rehabilitada por Venezuela haya
sobrevivido al desafío de Henrique Capriles. Los resultados
fortalecerán al bloque de gobiernos que se alinea en contradicción con
Estados Unidos, y se ofrece como plataforma regional a actores exóticos,
como China, Rusia o Irán. Los millones de venezolanos que ayer votaron
influyeron así en el curso de la historia internacional.
Es probable que Chávez se mueva ahora hacia la suma del poder. No sólo podría estatizar la cadena Globovisión,
sino promover una reforma constitucional que reduzca las autonomías
estaduales y modifique el sistema electoral. Nadie calcula que vaya a
reconfigurar su política, sobre todo cuando la performance de Capriles
resultó insuficiente para imponer un equilibrio. Chávez no enfrenta
ahora otro límite que el de la muerte, como derivación del cáncer que lo
mortifica. Su campaña, tan cargada de invocaciones religiosas y visitas
a santuarios, expresó ese doble alcance de la supervivencia, físico y
político.
Por un momento, Capriles puso al chavismo ante la
incertidumbre de permanecer o no en el poder. Para una hegemonía como la
bolivariana, no hay enigma más traumático. De modo que la pregunta más
recurrente no era anoche qué haría Capriles si ganaba, sino qué hubiese
hecho Chávez si perdía.
El presidente dijo que respetaría el resultado. Fue una
aclaración muy conveniente, sobre todo desde que, en 2010, el general
Henry Rangel Silva, hoy ministro de Defensa, dijo que un gobierno
diferente era inaceptable: "La hipótesis es difícil, sería vender al
país, eso no lo va a aceptar la gente; las fuerzas armadas no, y el
pueblo menos".
Los cómputos llevaron la distensión a las cancillerías
de la región, que estuvieron alertas. Un funcionario de una de las más
decisivas confesó: "Si Capriles no ganaba por una diferencia muy nítida,
el reclamo de Chávez por su triunfo hubiese sido una pesadilla.
Multiplique por cien la crisis de López Obrador". Se refería al
candidato mexicano que, en 2006, desconoció el resultado que llevó al
poder a Felipe Calderón.
Los mismos observadores temían que el dispositivo
integrado por una parte del ejército, milicias bolivarianas y grupos
guerrilleros bloquearan un eventual gobierno de Capriles. Esa dinámica
habría tenido un pésimo efecto sobre Colombia. Chávez es un factor importantísimo del proceso de paz con las FARC
que lleva adelante Juan Manuel Santos. Si el chavismo hubiera pasado a
una rebeldía esa guerrilla podría sentirse disuadida de integrarse al
sistema democrático.
Santos es, en este aspecto, un socio tácito de Chávez.
Ahora deberán cerrar una pequeña herida: la entrevista que le concedió a
Capriles hace diez días fue el indicio más confiable de una posible
victoria opositora.
El resultado despejó cualquier nubarrón sobre la
legitimidad del gobierno de Venezuela. En el caso de abrirse una crisis,
Capriles hubiera enfrentado una ola regional en su contra. Lula da
Silva apoyó a Chávez diciendo: "Tu victoria será nuestra victoria".
Dilma Rousseff no tenía demasiados motivos para disentir con su
antecesor. Un detalle: el subsecretario para América del Sur de
Itamaraty, Pedro Simoes, fue embajador en Venezuela y es amigo de
Chávez. Para Itamaraty, fue el mejor resultado.
Para contrarrestar esa afinidad, Capriles apenas
contaba con el débil lazo que le ofrece su asesor de imagen Renato
Pereira, que tiene también como cliente a Sergio Cabral, el gobernador
de Río de Janeiro, un aliado del PT.
Evo Morales y Rafael Correa, que integran el ALBA,
conseguían anoche mantener el comodísimo paraguas que les viene
ofreciendo desde hace años una asociación indispensable. Ni qué decir de
Cuba: una derrota de Chávez hubiese significado para el régimen de
Castro la segunda caída del muro de Berlín. Los 30.000 cubanos
encargados de llevar la didáctica revolucionaria a Venezuela
permanecerán allí. Gran celebración, entonces, de Ramiro Valdez,
vicepresidente del Consejo de Estado, discreto rival de Raúl Castro y
principal padrino de Chávez en Cuba.
Para Cristina Kirchner, a quien en Harvard casi se le
cae de la lengua el respaldo a Chávez, es imposible imaginar una noticia
internacional más agradable. La alianza con él ha sido la única que el
kirchnerismo mantuvo sin altibajos. Néstor Kirchner entendió esa
asociación como un instrumento para tensar la relación con Estados
Unidos y para evitar que el liderazgo brasileño se volviera excluyente.
Lazos fraternales
Sobran los ejemplos de que la bolivariana ha sido la
principal política exterior de los Kirchner. Desde el delirante
gasoducto entre Caracas y Buenos Aires hasta el escándalo de Antonini
Wilson, pasando por la contracumbre de Mar del Plata de 2005, la
incursión de Kirchner en la selva colombiana para rescatar rehenes de
las FARC, las coimas denunciadas por el embajador Sadous y el
contundente apoyo a la confiscación de YPF.
El propio Capriles ilustró esta fraternidad: declaró
que Chávez regaló en 2007 US$ 3000 millones a la Argentina. Qué
fastidioso sería que la silla venezolana del Mercosur la inaugure quien
hizo esa denuncia.
Para una parte importante de la opinión pública
argentina, la evolución del chavismo adelanta la trayectoria estatizante
y autocrática del kirchnerismo. El último episodio de ese parentesco es
la aproximación a Irán, que dejó a la deriva la causa AMIA. Otra razón
por la cual la permanencia de Chávez en Caracas está destinada a aliviar
la atmósfera de fin de ciclo que amenaza al Gobierno.
Los paralelismos, con lo que tienen de mecánico y
artificial, se completan con el apoyo que la oposición ha dado a
Capriles. La Mesa de Unidad Democrática que lo postuló fue entendida
como un modelo de coordinación, capaz de aleccionar a la pulverizada
organización política argentina sobre cómo enfrentar el monopolio de
poder del kirchnerismo.
En síntesis: si se hubiera gestado un entredicho sobre
el resultado, el voto de la Unasur, creada para reemplazar a la OEA en
este tipo de dilemas, estaría definido en contra de Capriles. La
amplitud del triunfo de Chávez eliminó esa piedra.
La gran paradoja de esta hora es que también Barack
Obama necesitaba que Chávez retuviera el poder. O que lo perdiera por un
margen contundente. Ante la más mínima duda, los republicanos de Mitt
Romney hubiesen exigido a Obama una definición contra Chávez. La
polémica estaría hecha a la medida de una elección en la que el voto
hispano, que superpone la figura de Chávez con la de Castro, puede
inclinar la balanza.
El juego de fuerzas e intereses sobre los que opera la
elección de Venezuela explica por qué, aun muchos actores que auspician
el destronamiento de Chávez, preferían anoche que no fuera Capriles
quien lo ejecutara. La extorsión de un retorno al estado de naturaleza
con la que el liderazgo del chavismo atemorizó a una parte de los
venezolanos desbordó las fronteras y se ejerció sobre otros gobiernos de
la región.
Una franja importante de la diplomacia americana
festeja que el caudillo caribeño permanezca un poco más en el poder. Que
en todo caso sea la muerte, no la política, quien se lo lleve.
Perplejidades de la ética de la responsabilidad. O cruel ejercicio de la
razón de Estado..
- 23 de enero, 2009
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