Gana el chavismo, pierde Venezuela
The Wall Street Journal Americas
Eran cerca de las 9 de la noche del domingo en Caracas cuando el
candidato presidencial de la oposición Henrique Capriles Radonski
escribió a sus seguidores en Twitter: "Calma, cordura, paciencia! Hoy
fue una jornada histórica, grandiosa, un pueblo que habló! Sabemos lo
que pasó y debemos esperar! Que viva Vzla!"
Capriles estaba parcialmente en lo correcto. El gobernador del estado
de Miranda, de 40 años, había unificado y llenado de energía a los
demócratas venezolanos que se oponen al hombre fuerte Hugo Chávez como
ningún otro lo había hecho durante los 14 años del chavismo. La
participación electoral en los comicios excedió el 80%, según los
reportes. Pero una hora más tarde, el Consejo Nacional Electoral anunció
que los primeros conteos mostraban que Chávez había ganado la contienda
54% a 45%. (La brecha después se expandió a 11 puntos). Capriles aceptó
los resultados.
La oposición quedó pasmada, y no sólo porque las encuestas internas
de la campaña de Capriles predijeron que su candidato ganaría por tres a
cuatro puntos porcentuales. Lo que realmente sacudió a los partidarios
del cambio fue la idea de que más de la mitad de los electores pudieran
haber pedido seis años más de vida bajo Chávez.
Era razonable esperar lo contrario, a pesar de que Chávez había
tomado el control de las estaciones de radio y televisión y las usó para
inundar al público con su mensaje durante la campaña.
El criminólogo venezolano Fermín Mármol
García reporta que hubo 155.788 homicidios en Venezuela desde 1999. Las
víctimas de la violencia no son los pudientes. La mayoría de los ricos
se han ido del país o pueden pagar seguridad privada de alto costo.
Abandonados a sus propios medios en barrios azotados por el crimen, los
venezolanos más pobres son también los más vulnerables.
La inflación se ubica en 20% anual según el gobierno pero
probablemente sea más alta. Los controles de precios no protegen a los
pobres de la inflación por que los precios artificialmente bajos
provocan problemas de escasez. Para alimentar a una familia a menudo se
tiene que acudir al mercado negro. El suministro de electricidad es cada
vez menos fiable y la infraestructura del agua potable se está
deteriorando.
Capriles intentó apelar a esa miseria al presentarse como un social
demócrata y ofrecerle al elector chavista tradicional una alternativa
viable. Prometió mantener los programas sociales de la "revolución" y,
al mismo tiempo, mejorar su efectividad y terminar con la práctica de
Chávez de mezclar las prestaciones con la política. Desafortunadamente,
su optimismo fue superado por la determinación de la dictadura de
aferrarse al poder. Las cosas de desenvolvieron de acuerdo al plan; el
plan de Chávez.
¿Cómo logró Chávez salirse con la suya? Primero que nada, controla el
registro electoral, que nunca fue auditado de manera independiente.
Incluso el Consejo Nacional Electoral reconoce que la lista de votantes
habilitados es un desorden. Un listado en su página de Internet de
"votantes entre 111 y 129 años de edad" contiene al menos 10.000
nombres. Es imposible saber cuántos otros de los nombres del registro no
son legítimos, pero no es una pregunta poco razonable ya que existen 19
millones de electores registrados hoy y sólo había 11 millones en 1999.
Los críticos alegan que miles de migrantes ilegales de Colombia han
sido reclutados en las filas del chavismo con la oferta de una
credencial electoral.
Tras la derrota de Capriles, la clase baja venezolana será acusada de
haber vendido su libertad a cambio de prestaciones. Pero ese es un
análisis superficial que subestima el temor que Chávez ha sido capaz de
infundir entre los dos millones de empleados públicos del país, cuyo
sustento depende de un salario estatal. La petrolera estatal es el
empleador corporativo más grande del país y el Ministerio de Educación
emplea incluso a más personas.
Encuestas locales sugieren que un tercio de los venezolanos cree que
las máquinas electrónicas para votar eliminan el secreto del voto. En
septiembre, la revista The Economist informó que funcionarios del
gobierno les preguntaron a algunos empleados públicos dónde votarían y
les pidieron que proporcionaran firma y huellas digitales con su
respuesta. Es posible imaginar cuántos de ellos estaban convencidos que
serían despedidos por votar en contra del dictador.
El populismo también jugó un papel en la contienda del domingo.
Durante el último año Chávez construyó viviendas públicas y regaló
grandes cantidades de electrodomésticos. El dinero para su auge
preelectoral provino de créditos chinos (aproximadamente US$12.000
millones en los últimos 15 meses, según Bloomberg News) avalados por
futuros ingresos petroleros. En efecto, Chávez hipotecó a Venezuela para
ayudar a comprar otros seis años en el poder.
El partido de Chávez festejó el domingo en la noche. El lunes fue
feriado en Estados Unidos así que los mercados de bonos estuvieron
cerrados. Pero el martes, el gobierno comenzará a enfrentar la sobria
reacción del mercado ante el nuevo período de Chávez en el poder. Con un
modelo económico que consiste de inflación, controles de precios,
expropiaciones y represión financiera, los inversionistas probablemente
no verán un futuro brillante pese a los ingresos petroleros.
La oposición lo sabe y a pesar de la derrota ha sido
sorprendentemente optimista. Chávez es considerablemente menos popular
que hace seis años. Pese a que derrotó a Capriles, nadie cree que la
diferencia final de votos refleje la opinión del público sobre el
ganador. La oposición se ha convertido por primera vez en una poderosa
entidad y ya está hablando de las elecciones para gobernadores en
diciembre.
Aun así, no espere que Chávez, un demagogo de nivel mundial, pierda
su envión en poco tiempo. Con China financiando su populismo y Cuba
poblando su sistema de inteligencia y seguridad, la comodidad de sus
próximos años en el Palacio de Miraflores está prácticamente
garantizada. Lo único que podría cambiar las cosas es su salud: ha
recibido tratamiento contra el cáncer en repetidas ocasiones, pero su
condición sigue siendo un secreto de Estado.
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