Cuando Sandy golpeó a Cuba
The Wall Street Journal Americas
Un día después de que pasara Sandy, el peor ciclón extratropical que
ha golpeado a Nueva York, caminé por la parte sur de Manhattan preparada
para encontrar una devastación apocalíptica. En lugar de eso, el World
Financial Center estaba limpio, seco y bien iluminado. Dentro del
complejo de edificios de oficinas, la pastelería de lujo Financier y la
farmacia Rite-Aid estaban abiertas. Al igual que un supermercado en una
calle aledaña. Al frente, trabajadores estaban descargando un pedido de
yogures, queso cottage y crema agria. Los taxis hacían fila en la
esquina a la espera de pasajeros.
Es cierto que el sistema de metro operado por el gobierno había
suspendido el servicio. También es cierto que las zonas costeras de
Nueva Jersey, Long Island, Queens, Brooklyn y Staten Island sufrieron
tragedias indescriptibles. Pero en algunas partes, como Manhattan, las
penurias fueron menos de lo que podía esperarse. Se lo atribuyó a los
arquitectos, productores de acero, agricultores, importadores de
neumáticos, carniceros, panaderos, fabricantes de velas y muchos otros
que gracias a su ilustrado interés personal alojaron, alimentaron y
suministraron comodidad justo después de la tormenta.
Camino a casa pensé en las personas al
oriente de Cuba, que fueron golpeadas por Sandy unos días antes que los
neoyorquinos. No consideraba las raíces de la riqueza y la pobreza en
sí. Obviamente, las economías de mercado, con sus derechos de propiedad y
sus incentivos por ganancias hacen un trabajo infinitamente mejor que
otros sistemas económicos para proteger a las personas de los desastres
naturales. No hay nada nuevo acá. Pero los informes desde Cuba son
desalentadores más allá de las historias habituales de lo que pasa
cuando un huracán golpea casas rudimentarias. Hay historias que
ilustran, nuevamente, la crueldad e inhumanidad flagrante de la
dictadura hacia los cubanos.
Sandy asoló el extremo oriental de la isla. La bloguera Yoani Sánchez
escribió acerca de "el viento, los techos volando, las fuertes lluvias y
los árboles que caían sobre calles y casas". Los residentes, dice ella,
lograrán sacarse de la cabeza "la primera noche, después del desastre,
en que desde la maltrecha cama o desde el desvencijado sofá comprobaron
que nada separaba sus rostros de la noche estrellada. Hay quienes lo
perdieron todo, que no era mucho", cuenta a través de su blog Generación
Y.
La prensa internacional ha cubierto ampliamente el daño causado por
Sandy en Haití, pero el diario británico Telegraph informó que, según la
Cruz Roja, Cuba fue mucho más golpeada. En Haití, señala el periódico,
"17.000 personas fueron evacuadas y miles de hogares destruidos".
Entretanto, en Cuba, "75.000 personas han quedado sin hogar, con 15.000
viviendas destruidas". Las escuelas, los hospitales y las tiendas están
en ruinas, y el sector agrícola de la zona oriental de la isla quedó muy
dañado. Hubo 11 muertos y las enfermedades todavía podrían elevar ese
número.
Casi 54 años después de la llamada gloriosa revolución, que triunfó
primero en el este de Cuba, la región es una vergüenza para el régimen. A
la gente de "oriente" se le prometió justicia y bienestar. En cambio,
viven en la pobreza y el aislamiento.
En los últimos años la prensa independiente de Cuba ha informado
sobre brotes de cólera y fiebre del dengue en la región, pero la
dictadura parecía más interesada en mantener la noticia en secreto que
lidiar con el problema.
Los disidentes Oswaldo Payá y Harold Cepero estuvieron viajando por
la zona, al parecer con la intención de llamar la atención sobre el
problema del cólera, cuando murieron en un accidente automovilístico a
principios de este año. El régimen rechazó los pedidos de las familias
para realizar una investigación independiente del accidente.
Los periodistas independientes han relatado la incapacidad del Estado
cubano en la crisis del huracán Sandy. Informaron que las advertencias
meteorológicas del gobierno no advirtieron sobre la naturaleza
catastrófica de la tormenta, y a hora los periodistas se hallan
cubriendo el fallido manejo del desastre. Los alimentos, incluido el
pan, son escasos, y los residentes desplazados no tienen dónde resposar
sus cabezas.
Muchos cubanos, a pesar de su propia privación, reconocen que Sandy
ha impuesto una extraordinaria carga sobre el oriente del país. "Así que
son tiempos de redoblar la solidaridad, de remangarse la camisa y
ayudar a levantar nuevamente una vivienda, de dividir el pedazo de pan y
volcarse en contribuir con esos cubanos lastimados que Sandy dejó a su
paso", escribió Sánchez.
Al régimen no le gustan los esfuerzos privados de ese tipo. Algunos
disidentes que trataban de organizar los esfuerzos de auxilio han sido
detenidos, según informes de la prensa independiente. A otros disidentes
se les ha negado el derecho a registrar su falta de vivienda en el
Estado. Los defensores de las víctimas de la tormenta han pedido a la
dictadura militar dejar sin efecto los impuestos aduaneros sobre los
productos alimenticios, medicinales y de construcción provenientes de
donantes internacionales. Sin embargo, facilitar la importación de
bienes podría no ser de gran ayuda. Una integrante de las Damas de
Blanco, un grupo opositor reconocido internacionalmente, acusó al Estado
cubano de vender de todos modos las donaciones provenientes del
extranjero, presumiblemente a los locales que tienen acceso a dinero en
efectivo.
Los cubanos quieren ayudarse unos a otros. Pero eso implica un
intento de recuperar la sociedad civil, que evoluciona a través de las
organizaciones de base. La dictadura teme ese tipo de actividad,
percibiéndola como una amenaza. Es mejor ver al pueblo cubano aniquilado
que arriesgarse a perder la cerradura del poder. Esto, y no los
ladrillos y el mortero del World Trade Center, es lo que hace que tan
diferente a la experiencia cubana con Sandy.
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