El Mafio-Castrismo
Los acontecimientos recientes asociados a la
detención arbitraria de destacados opositores cubanos, por el simple hecho de
ir ante una estación de la policía cubana para indagar sobre el paradero de
activistas de Derechos Humanos, ha colocado bajo análisis un método inédito
puesto en práctica por la policía política cubana: la prisión arbitraria por
escuadrones paramilitares de civiles armados, que sin identificarse como
autoridades, golpean, empujan, detienen y ningunean a ciudadanos pacíficos a lo
largo y ancho de “siempre fiel” isla de Cuba.
El método descrito ha sido copiado por las huestes
de la policía política castrista, de los escuadrones de la muerte centroamericanos
y de las brigadas paramilitares colombianas –las conocidas como “brigadas de
autodefensa” en el país sudamericano– y en Cuba como brigadas de respuesta
rápida, o escuadrones de linchamiento. Son variantes de la misma “cosa nostra”.
Uno de los aspectos que hasta el presente había
caracterizado al castrismo era la utilización del método “legal” para
encarcelar y asesinar a sus víctimas. Los detenidos no eran golpeados en la vía
pública como sucede ahora, las torturas no eran del tipo físico, como sucede
actualmente, sino que eran refinamientos maquiavélicos ejecutados en privado y
las autoridades, de uniforme o de civil, se identificaban invariablemente
durante las detenciones. Fue la “institucionalización” de la “violencia
revolucionaria” ‘contra el proletariado’ que decían defender, haciendo aprobar
leyes de “horca y cuchillo”, que un parlamento dócil tramitaba sin
cuestionamientos.
Esas leyes todavía existen, pero el castrismo, en su
postrer momento, ha decidió tirar la máscara que le sobraba y abandonar su
propia legalidad. Ahora la policía política cubana vestida de civil apela al
más puro método mafioso de golpear hombres, mujeres y niños en plena vía
pública; de usar un leguaje soez y mal sano del peor talante posible; de
aterrorizar a los vecinos de los opositores con groserías del más bajo escalón;
todo como una copia de los procedimientos mafiosos que todos vimos en películas
como “El Padrino” o “Cara Cortada”.
El castrismo claro que no posee una ideología
definida, fuera de la más desvergonzada defensa violenta de sus intereses
“familiares” (entiéndase la “familia” Castro, en similitud con la “familia
Corleone”) por lo que bien pudiéramos calificarlo como un Mafiocastrismo. Hubo
épocas en que la ideología oficial fue el “marxismo-leninismo” por la
conveniencia del apoyo económico y militar soviético a la dictadura cubana. Ya
pocos hablan de esa ideología, ahora más identificada con un engendro chavista,
“el socialismo del siglo XXI” y su bolivarianismo. Nada sobre lo cual se pueda
leer algunos principios básicos medianamente estructurados.
En esta fase final del Mafiocastrismo es donde hemos
podido constatar, filmados en videos caseros digitales, como los escuadrones de
linchamiento actúan desembozadamente contra los opositores pacíficos –mujeres
incluidas– y hemos podido constatar el repudio del pueblo a semejantes
procedimientos durante las protestas en las escalinatas del Capitolio, en las
manifestaciones del Mercado Único, en el Parque de la Fraternidad, entre ostros
episodios donde han actuado los escuadrones de linchamiento y el pueblo los ha
rechazado de plano.
En el último episodio filmado digitalmente, puede
verse claramente a los escuadrones de linchamiento actuando contra una mujer
frágil, Yoani Sánchez, que no obstante su debilidad física, encara a un joven
represor de fuerte complexión atlética, mochila represiva en ristre,
espetándole en su cara el merecido epíteto de “esbirro”. Vemos en el mismo
video como un grupo de militares de civil golpean salvajemente al escritor
cubano Santisteban, introduciéndolo en un auto civil, sin identificarse, y como
se adueñan del lugar con la misma valentía que vimos en los sicarios mafiosos
que asesinaron al hijo del “Don Corleone” en la pantalla de los cines.
La ideología real del castrismo es de base mafiosa
desde los mismos orígenes de su irrupción en la política cubana, cuando Fidel
Castro lideraba una banda paramilitar –o pandilla estudiantil– en momentos
que “estudiaba” en la universidad; durante el asalto al Cuartel Moncada, donde
llevó a la inmolación a los miembros de su pandilla mafiosa; y durante su
expedición desde México para “salvar” a Cuba de la ‘otra’ dictadura, de nuevo
“por las armas”.
Fidel Castro no reparó en métodos de ningún tipo
(como actualmente tampoco repara en métodos) para conseguir sus objetivos de
dominio del país. La historia registra que cruzó desde México, a nado, el Río
Bravo, para ir a Estados Unidos a pedirle dinero a Carlos Prío Socarrás, un ex
presidente cubano que le entregó miles de dólares para su campaña mafiosa;
aquellos dólares que el mismo Castro asegura que Carlos Prío se había “robado”
cuando era presidente.
Vean que a pesar de que la expedición castrista
desde México para hacer la revolución en Cuba fue financiada por el un ex
presidente cubano –ladrón, según el propio Castro– ahora se da el lujo de
calificar a los opositores cubanos –que lógicamente reciben dinero limpio, no
robado, desde sus aliados en el exterior– como “apátridas al servicio del
imperialismo”, cuando el financiamiento de su “revolución” fue hecha con el
dinero sucio de un ex presidente, en un procedimiento difamatorio netamente
mafioso. “Haz lo que digo pero no lo que hago”.
A pesar de los intentos de institucionalizar su
esquema de ordeno y mando, Fidel Castro aplicó su “justicia mafiosa” de manera
expedita en casos anteriores, cuando por ejemplo mandó a fusilar al general
Ochoa y al coronel La Guardia junto a otros dos altos oficiales del ejército y
la policía política cubana, por delitos que no están para nada tipificados en el
código civil o militar, como delitos que merecen pena de muerte. El
narcotráfico no recibe pena de muerte en Cuba.
Es el mismo procedimiento de las pandillas mafiosas,
que “mandan a matar” por razones asociadas a la auto preservación de los
intereses pandilleriles. En la época del fusilamiento de Ochoa se argumentó por
la propaganda oficial (porque era evidente que los delitos de los acusados no
se categorizaban como de probables penas de muerte) diciendo que el
narcotráfico que llevaron a cabo en la época “ponía en riesgo al país
integralmente y era una traición al Comandante en Jefe y a la patria” por lo
que, como militares que eran, tenían que ser fusilados. El mismo procedimiento
que vimos en la película “El Padrino” varias veces, cuando un miembro de la
pandilla hacía algo que contradecía los intereses del máximo jefe mafioso.
Como toda pandilla mafiosa, el Mafiocastrismo está
viviendo un proceso interno de descomposición. No se trata de una mafia que
únicamente medra de terceros. Como se han enquistado como “dueños” de un país,
tienen el deber de dar trabajo y comida a sus ciudadanos y en esto han sido muy
ineficientes. El nuevo jefe mafioso, de la misma familia del jefe principal,
tiene otras ideas de “cómo deben ser las cosas”, lo que no significa cambios de
procedimientos, sino adecuaciones para mejorar del deterioro social del país en
el que medran.
Por otra parte, los principales miembros del clan
comienzan a desaparecer por razones biológicas, y el sustituto del jefe mafioso
está próximo a la edad límite de las condiciones de mando. Es en estas
circunstancias, habiendo dejado una larga estela de cadáveres, un país
destruido moral y materialmente y una deformación mafiosa en una gran parte de
la población, que la Nación cubana no acaba de encontrar una vía para
constituirse en un país decente.
En este postrer momento, es patético ver a ex
mafiosos pregonando la necesidad de “hacer una segunda revolución”, en este
caso “verdaderamente marxista” y no más “Mafiocastrista”, como si hubiera tanta
“tela para manga”, o cubanos deseosos de “otro” experimento de izquierdas.
- 28 de diciembre, 2009
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