Oíd mortales
SALAMANCA. – Como
se creen mesías y que tienen la misión de salvar al mundo, se creen inmortales,
intocables, irreprochables, incuestionables y están decididos a llevarse todo
por delante; si es necesario, el mundo también. Las convicciones democráticas
de los presidentes bolivarianos están a la vista: no hay uno solo de ellos, con
excepción de Cuba, que no busque reformar la constitución de sus respectivos
países para lograr permanecer en el poder mucho más allá de lo considerado
razonable.
Exceptué Cuba
porque los hermanos Castro hace tiempo que solucionaron el problema: el poder
allí es absolutista y dinástico, hereditario de padres a hijos o de hermanos a
hermanos, como en las antiguas monarquías absolutistas del pasado.
La demócrata
Cristina Kirchner no escapa de estas líneas de acción y quiere un tercer
periodo presidencial; y quién dice luego no haya un cuarto, un quinto y así
sucesivamente, hasta que ascienda a los cielos en cuerpo y alma como su
antecesora y adorada Evita. Si doña Cristina aceptara preguntas sería bueno
saber si ella “contaba con la astucia” de sus compatriotas o no, esos
compatriotas que según el periódico español “El Mundo” salieron a las calles de
Buenos Aires y formaban “una columna de seis kilómetros de largo recogiendo a
su paso las marchas tributarias que llegaban desde distintos puntos de la
ciudad”. Siempre según el mismo periódico, la policía, que sobrevolaba la manifestación
en helicópteros, calcula que había un millón de personas.
La gente salió
a la calle para protestar “por la inseguridad, la inflación, las restricciones
a la compra de moneda extranjera, la campaña para amordazar a la prensa
independiente y a la corrupción en los niveles más altos de la administración
pública”.
Las leyendas de
los carteles y los pasacalles que cruzaban las avenidas de Buenos Aires lo
tenían muy claro: “Aún estamos a tiempo de pisar el freno antes de caer en una
dictadura chavista (por Hugo Chávez)”, en la avenida Santa Fe; “Basta de tanto
resentimiento, rencor y odio”, también sobre Santa Fe. En una larga bandera
argentina de doscientos metros se leía: “La Constitución no se toca” y uno bien
descriptivo: “No Korrompan (con K de Kirchner) la Justicia”.
El corresponsal
Ramy Wurgaft, del diario “El Mundo”, anotó la presencia de seis jubilados que
viven en un geriátrico para pobres y que vinieron caminando desde el barrio de
Montserrat para participar de la protesta. Una de las integrantes del grupo le
dijo: “Dicen que los que no están de acuerdo con Cristina son los bacanes
(ricachones). ¿Cuándo fue la última vez que probamos un trozo de carne?
Nosotros vivimos de la caridad de la Iglesia y de algunos pesos que nos pasan
los parientes. ¿Es eso lo que se entiende por oligarquía?”.
El diario “El
País”, a través de su corresponsal Francisco Peregil, calificó la protesta como
“El padre de los cacerolazos” atribuyendo la misma al descontento generalizado
de la gente que quiere más sinceridad del Gobierno que declara una inflación
del 10% cuando todos los estudios hechos fuera de los circuitos oficiales
hablan del 25%. Además de ello, la gente piensa que Kirchner está demasiado
ocupada con la guerra que mantiene contra el diario “Clarín” y ello no le da
tiempo para atender los asuntos que hacen a los problemas cotidianos, como la
gigantesca crisis energética que sufre en estos momentos Argentina. En cuanto
al periódico “Clarín”, es posible que sea quitado del medio el próximo 7 de
diciembre debido a la actitud crítica que mantiene frente al Gobierno.
Un allegado al
Gobierno, refiriéndose a la protesta, dijo que “Cristina optó por azotar a los
gritones de la derecha con látigo de la indiferencia”. La ingenuidad política,
o bien prepotencia, de este colaborador es peligrosa ya que un millón de
personas en las calles de la capital, y centenares de miles en las principales
ciudades del país no es algo que se pueda responder con la indiferencia. Mucho
más aún en un país donde el cambio de gobiernos no se ha caracterizado por ser
un proceso pacífico y democrático a todo lo largo de su historia; más bien todo
lo contrario. Pero ya que se desea cambiar la Constitución, también se podrían
cambiar los primeros versos del Himno Nacional y que diga ahora “Oíd
inmortales” para que quienes ocupan la Casa Rosada escuchen a la gente de la
calle. Y pensar que esta señora es la que ha querido darnos a los paraguayos
lecciones de democracia.
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