¡Menos filósofos, más ingenieros!
Cuando Xi Jinping fue designado nuevo líder de
China las semana pasada, una de las cosas que más me llamó la atención
de su currículo es que es ingeniero. Más exactamente, es un ingeniero
que ha reemplazado a otro ingeniero como líder del país más poblado del
mundo.
En Occidente, la mayoría de los presidentes son abogados, que
en casi todos los casos hablan bonito. El presidente de Estados Unidos
es un abogado graduado en Harvard, quien recientemente fue reelecto tras
derrotar a Mitt Romney, otro abogado graduado en Harvard. El presidente
mexicano Felipe Calderón es abogado, y será reemplazado el 1 de
diciembre por Enrique Peña Nieto, otro abogado.
España también
está gobernada por un abogado que reemplazó a otro abogado. En
Sudamérica, aunque hay un número creciente de economistas, militares
retirados y ex guerrilleros en la presidencia, la mayoría de los
palacios presidenciales han sido habitados desde hace mucho tiempo por
abogados.
El nuevo líder chino, Xi, es un ingeniero químico que
fue designado por el Congreso Nacional del Partido Comunista para
reemplazar a Hu Jintao, un ingeniero hidráulico, que a su vez reemplazó
al presidente Jiang Zemin, un ingeniero eléctrico.
¿Por qué es
interesante todo esto? No se trata de que los ingenieros sean mejores
gobernantes (no siempre lo son) ni de incurrir en generalizaciones —como
que los ingenieros solucionan problemas, mientras que los abogados
viven de los problemas — sino de reflejar el hecho de que la ingeniería
es mucho más popular en China y otros países asiáticos que en
Occidente.Eso es importante porque estamos viviendo en una economía
global basada en el conocimiento, en la que las patentes de nuevas
invenciones —producidas en general por ingenieros, científicos y
técnicos— generan a las naciones mucho más riqueza que las materias
primas. Los ingenieros y científicos que desarrollan nuevos productos
están en mayor demanda que nunca.
El mes pasado, durante un viaje a
China, visité la Universidad Tsinghua de Pekín, una de las más
prestigiosas de China, y me enteré de que el 72 por ciento de sus
estudiantes de licenciatura, maestrías y doctorados están inscriptos en
las escuelas de ingeniería y ciencias duras, mientras que tan sólo el 28
por ciento estudia humanidades o ciencias sociales.
Según datos
de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos, mientras el 31
por ciento de todos los graduados universitarios de China se
especializan en ingeniería, la cifra comparativa en nuestro país es tan
sólo del 5 por ciento.
En la mayoría de los países
latinoamericanos, la primacía de las humanidades y ciencias sociales
sobre la ingeniería y las ciencias duras es aún mayor. Nuestras
universidades producen demasiados filósofos y psicólogos, y demasiado
pocos ingenieros.
La última vez que miré las cifras de la
Universidad de Buenos Aires, una de las más grandes de Latinoamérica,
tenía 29,000 estudiantes de psicología y 8,000 estudiantes de
ingeniería, lo que equivale a producir tres psicólogos para curar los
problemas de cada ingeniero.
“En Occidente, los jóvenes prefieren
ir al dentista antes que estudiar ingeniería”, bromea David E. Goldberg,
profesor emérito de ingeniería de la Universidad de Illinois, y
fundador de un movimiento para modernizar la enseñanza de ingeniería.
“Abogacía, administración de empresas y medicina —casi cualquier cosa
antes que ingeniería— parecen ser las carreras preferidas de los jóvenes
de hoy”.
La receta de Goldberg: hacer el estudio de la ingeniería
más divertido, y más creativo. “En lugar de empezar la carrera de
ingeniería con la parte creativa, estamos empezándola con matemáticas,
ciencia y toda la parte abstracta, y eso hace que deserte casi el 50 por
ciento de los alumnos”, me comentó Goldberg.
Mi opinión: cada vez
que escribo que deberíamos producir más ingenieros y científicos —y tal
vez menos filósofos — muchos lectores me señalan que en sus países no
hay salida laboral para los jóvenes ingenieros. “¿Para qué sacrificarse
con un estudio tan difícil y terminar manejando una taxi?”, me dicen.
Pero
en la mayoría de los casos eso no es cierto. Cada vez mas empresas se
quejan de la escasez de ingenieros bien preparados en sus países.
Y la experiencia de China, India, Taiwán y otros países asiáticos
revela que la producción masiva de ingenieros da buenos resultados:
muchos de esos países empezaron a producir grandes números de ingenieros
sin preocuparse demasiado si conseguirían empleo, y los empleos
aparecieron después. Las empresas multinacionales llegaron al poco
tiempo para aprovechar la gran masa de graduados en ingeniería.
No
creo que debamos ver a Xi ni a la dictadura china como modelos
políticos. Pero el hecho de que China esté gobernada por ingenieros y de
que los estudiantes chinos se vuelquen masivamente a la ingeniería
debería servirnos de recordatorio de la necesidad de producir mas
ingenieros, y de hacer que la ingeniería sea un estudio más divertido.
- 8 de junio, 2012
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