Progresismos a la carta
Finalmente José Dirceu, quien fuera el principal
socio político de Luiz Inácio Lula da Silva, fue sentenciado a 10 años y
10 meses de prisión. Junto con él, también fueron condenados José
Genoino, quien como Dirceu fue presidente del Partido de los
Trabajadores (PT), y Delubio Soares, ex tesorero de esa colectividad
política fundada por Lula, entre otros responsables de lo que se conoció
como el mensalao. Dirceu, jefe del gabinete ministerial en el primer
gobierno de Lula, fue señalado por el Supremo Tribunal Federal como el
mayor responsable de la red de sobornos de congresistas, llevada a cabo
para conseguir el apoyo legislativo a aquel gobierno. En su momento,
cuando estalló el escándalo, Dirceu cayó como ministro (2003-2005) y fue
destituido como diputado, pero siguió siendo un hombre fuerte y
políticamente influyente. De hecho durante el mando de Lula no tuvo
problemas. Fue con Dilma Rousseff en la presidencia que el tema
“corrupción” salió de debajo de la alfombra y comenzó una limpieza en
serio. Y empezó por casa, como debía ser. La propia presidenta hizo
varios cambios en su gabinete ministerial. La gran mayoría de los
destituidos eran recomendados de Lula.
Y mientras esto ocurría en
Brasil, gobernado por el progresista Partido de los Trabajadores, en la
Argentina al mando de progresismo kirchnerista, se supo de los nuevos
avances patrimoniales de los Kirchner. Según un informe publicado por el
diario La Nación, el patrimonio de la
familia presidencial, desde que Néstor Kirchner asumió la presidencia en
el 2003 hasta el 2011, en que sigue en la Casa Rosada su viuda Cristina
Fernández, creció un 1.172 por ciento. Esto es, pasó de 7 millones de
pesos ( aproximadamente US$1.5 millones) a 89 millones (US$18.5
millones).
Ciertamente a Cristina Kirchner le ha ido bastante
mejor que al también progresista Evo Morales, cuya fortuna se ha
incrementado con entusiasmo, pero que según él ello es debido a la
cantidad de ponchos que le regalan, por lo que no sería el caso de la
mandataria argentina, pues a ésta últimamente no se le ha visto
exhibiendo ese tipo de indumentaria.
Cristina ha dicho que se
siente “muy orgullosa de ser parte de esa formidable clase media
argentina”. Verdaderamente, una clase media más que formidable con un
patrimonio de $18.5 millones.
Qué contraste. Hace unas semanas, el
presidente uruguayo, el ex guerrillero tupamaro José “Pepe” Mujica,
electo por el progresista Frente Amplio, durante una entrevista que me
concedió en un bar ubicado en un barrio obrero de la periferia de
Montevideo me decía : “Yo creo que uno es feliz con poco. Yo apuesto a
renunciar a cosas para tener más tiempo. Tiempo para vivir. Para ser
feliz. Pobre del que quiere mucho”. Mujica no ocupa la residencia
presidencial y vive en su chacra, donde hasta que asumió cultivaba
flores y donde tiene una modesta vivienda de dos habitaciones.
Todas
conductas o visiones muy dispares, pero que no impiden que Dilma,
Cristina y Pepe se sumen a Chávez, Evo, Raúl Castro y Correa y corran en
decidido, airado e intervencionista auxilio de Fernando Lugo cuando
este es destituido, mal que les pese en aplicación de un legal mecanismo
constitucional, por el Congreso paraguayo.
Lo que importa es que
se trataba de un progresista. Ahí no estaba en juego su gestión ni su
actuación como gobernante ni su conducta personal y mucho menos como
arzobispo, todos detalles que no inhabilitan para ser socio del club. El
progresismo es intolerante con sus enemigos, pero harto pluralista,
generoso, muy comprensivo para con sus miembros.
Quizás lo de
Dirceu sea la excepción que confirma la regla. O el que se tuvo que
sacrificar para salvar a algún otro más grande. Vaya uno a saber.
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