Productos de mala calidad
Durante
la última semana el precandidato a asambleísta “Don Burro” nos puso a discutir
qué preparación deberían tener los asambleístas para poder llegar a hacer
leyes. Pero concentrarnos en las hojas de vida de los candidatos sería fijarnos
en banalidades e ignorar el verdadero problema: no tenemos partidos
equivalentes a Coca-Cola o a Pepsi.
El
abogado peruano Alfredo Bullard recientemente explicó que en países
desarrollados el espectro político es “aburrido y uniforme”. Él indicaba que
distinguir entre las propuestas de Obama y las de Romney o entre aquellas de
los tres partidos importantes de Alemania es igual de difícil que distinguir
entre Coca-Cola y Pepsi. Bullard luego se preguntaba por qué en nuestros países
el congreso “se parece a un mercadillo informal lleno de gaseosas multicolores
y variopintas, con sabores estrambóticos y de pésima calidad”. Él considera que
esto se debe a que no tenemos verdaderos partidos políticos con visión de largo
plazo.
Cuando
uno compra una Coca-Cola (o una Pepsi) uno sabe con relativa certeza lo que va
a obtener. Esa certeza, respaldada por una empresa que ha mantenido la calidad
del producto relativamente consistente a través del tiempo, es lo que genera
lealtad en los consumidores. Los verdaderos partidos son como una de estas
empresas, tienen intereses de largo plazo, de “construir la marca”. Un caudillo
podría parecer interesante y generar réditos políticos inmediatos por ser el
producto más novedoso, pero es una mala idea a largo plazo. Podría parecer
interesante hacer Coca-Cola amarilla o con una nueva fórmula, pero esta empresa
aprendió por las malas que esto era perjudicial cuando intentó introducir “New
Coke” en 1985.
A los partidos políticos en Ecuador les ha pasado algo similar. Han optado por
distintos caudillos hasta que mataron todas las marcas del mercado político.
Los consumidores ya no sabemos qué esperar de las distintas marcas. Por eso
tenemos socialcristianos rojos un año, verdes otro año y lo mismo ocurre con
los de la izquierda democrática, los del PRE, del Prian, entre otros. Y lo peor
de todo es que una vez que compramos esas colas que suelen resultar no tener el
sabor o color que esperábamos, nos toca esperar cuatro años para poder escoger
otras, entre opciones que también resultan ser de dudosa calidad.
La
reconstrucción de la república constitucional en nuestro país implica la
reconstrucción del sistema de partidos políticos. Es importante diagnosticar
bien el problema para que no sigamos perdiendo el tiempo con partidos
estructurados alrededor del líder, en lugar de a partir de principios
coherentes.
Además,
Bullard dice que “La calidad del congreso no se mejora esperando que los
votantes maduren o poniendo más requisitos para ser congresistas. La calidad se
mejora dándole más poder a nuestros votos”. La elección por distritos en las
provincias de Guayas, Manabí y Pichincha es un primer paso en la dirección
correcta, pues el voto de los ciudadanos de estos distritos se verá fortalecido
frente al poder de los jefes de los distintos partidos. Por supuesto, poco
servirá para mejorar la calidad de la Asamblea mientras continúe el monopolio
del poder político en manos de un partido. Los monopolios serían malos en el
mercado de bebidas y también en el de la política.
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