México: Cuando el presidente gana con trampas
El problema para el nuevo presidente de México,
Enrique Peña Nieto, es muy sencillo; millones de mexicanos creen que
ganó con trampa. Y el problema para los millones de mexicanos que están
convencidos que Peña Nieto obtuvo más votos en la pasada elección debido
a las trampas que hizo es que, nos guste o no, él será presidente por
seis años. Esta es la realidad. ¿Qué hacemos ahora?
Es muy difícil
creerle a los priístas cuando dicen que han cambiado y que ya no son los
dinosaurios de antes porque para ganar la última elección cometieron
los mismos abusos electorales que los caracterizaron durante sus 71 años
en el poder. Gastaron más dinero que los otros candidatos en la campaña
presidencial, usaron la televisión por años para sacar una injusta
ventaja frente a sus opositores, utilizaron recursos de los gobiernos
estatales para actividades partidistas, trataron de comprar votos a
través de pagos y tarjetas prepagadas, presionaron a jueces y
funcionarios para que se hicieran de la vista gorda y al final, con
todas esas trampas, consiguieron más votos.
Si eso lo hiceron cuando no tenían la presidencia, ¿se imaginan lo que harán para las elecciones del 2018?
Las
trampas con las que ganó Peña Nieto, extrañamente, no las vieron los
siete jueces del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
(TEPJF) que declararon “infundadas” las acusaciones de fraude y
concluyeron que México “tuvo unas elecciones libres y auténticas”. No
vieron nada. O como me dijo una amigo periodista: “Sí, efectivamente,
Peña Nieto ganó con trampas y no fue ético en la campaña pero nada de lo
que hizo fue ilegal”. Linda justicia.
Muchos han dicho que no van
a reconocer a Peña Nieto como presidente legítimo. “Peña Nieto no será
mi presidente”, he oído. Respeto esas opiniones. No los culpo. No
quieren una imposición. Sin embargo, Peña Nieto actuará como presidente,
con banda, casa y gobierno. “No tiene legitimidad”, dicen. Pero igual
va a gobernar.
Así es que no tenemos más remedio que denunciar
las trampas, protestar, hacer clara nuestra posición y dejarle saber en
toda oportunidad a Peña Nieto que no aceptamos la forma en que llegó a
la presidencia. Seguramente eso no le despeinará ni el copete. Pero
tiene que saber que va a gobernar un país dividido, enojado y en crisis.
Peña Nieto, desde luego, no será el primer priísta que llega a
Los Pinos con un problema de legitimidad. Carlos Salinas de Gortari ganó
con el fraude electoral más grande en la historia de México y, aún así,
estuvo en el poder por 6 años. Lo mismo le ocurrió a Ernesto Zedillo,
quien ganó por el dedazo de Salinas de Gortari y también gobernó por un
sexenio.
El caso es que Peña Nieto gobernará desde Los Pinos por
seis años y a ningún mexicano le conviene que a su presidente le vaya
mal. Ni a los que votaron contra él. Cuando le va mal a un presidente
generalmente le va mal, también, a la nación.
Y aun cuando es
inaceptable en una verdadera democracia la manera tan tramposa y abusiva
como ganó Peña Nieto, México no se puede dar el lujo de paralizarse y
esperar hasta el 2018 para tener un presidente cuya legitimidad no sea
cuestionada por millones. Este es el presidente que nos impusieron y
habrá que lidiar con él. Eso es lo que pasa en una democracia tan
imperfecta y tan joven como la nuestra; apenas tiene 12 años.
La
verdad no podemos esperar otro sexenio para resolver el problema de la
criminalidad. ¿Qué familia mexicana no ha sido tocada por la violencia o
el miedo espantoso de no tener un estado que proteja tu vida? Tampoco
podemos esperar seis años más para crear los millones de empleos que
necesita el país solo para darle trabajo a los jóvenes que entran a la
fuerza laboral.
Reducir el crimen de una manera significativa y
crear buenos trabajos; esas son las prioridades para los próximos seis
años. Y ojalá Peña Nieto pueda hacer algo al respecto. De verdad que
espero que en eso le vaya bien.
Pero eso no significa que
desaparezca la indignación y el enojo por una elección en la que queda
la terrible duda de que el ganador se aprovechó de un sistema electoral
muy defectuoso y en que los candidatos no estuvieron en igualdad de
condiciones. ¿Qué hacemos entonces?
Nuestra sociedad es mucho más
independiente, moderna, resistente y democrática que antes del 2000.
Peña Nieto no será un superpresidente como en las siete décadas de
autoritarismo priísta. Así que nuestro trabajo como periodistas será
cuestionar a Peña Nieto en todo momento y no dejarlo mentir. El de los
políticos de oposición será negociar con el nuevo gobierno por el bien
del país. El de los millones de mexicanos que no votaron por él será
salir adelante sin esperar milagros presidenciales y esperando que Peña
Nieto gobierne para todos y no solo para sus amigos. Y el de todos
nosotros será asegurarse que México en el 2018 no tenga otro presidente
cuya elección sea puesta en duda.
Todo esto es lo que hay que hacer cuando el presidente gana con trampas.
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